Hace muchos años, cuando Siloé tan solo era el alter-ego de Fito Robles sobre los escenario, llegaba a Vigo para presentar «La Verdad«, un trabajo que para muchos de nosotros se convirtió en piedra angular del proyecto. A medio camino entre Dylan y un cantautor de bar descubrimos a un hombre que cargaba de emocionalidad sus temas, temas que iban mucho más allá de lo que sonaba en aquellos momentos en el estado, temas cargados de influencias más allá del océano pero igual de estremecedores. Explicar esto ahora parece que no tenga ningún sentido pero el pasado viernes en Sinatra Cóctel Bar, dentro de los Directos Vibra Mahou, cobraría una inusitada importancia.
Siloé llegaba a Vigo alejados de aquella imagen de trovador de guitarra en ristre. Ahora Fito se acompaña de Xavi Road, hombre de los mil botones. Ahora «La Luz» ya no son, solo, sus temas sino una puesta en escena más cercana a un concierto de rock cargado de electricidad y estribillos coreables (sí, si estáis pensando en Coldplay la analogía es buena). Quizás el pasado viernes no fue el concierto más numeroso de los vallisoletanos pero sin duda fue de los más intensos ya que el dúo decidió convertir la pequeña sala en un estadio de futbol al ritmo de sus nuevos temas, mucho más bailables y cargados de sintetizadores.
Pero en medio de tanto salto, tanto coro y tanta energía desbordada sigue habiendo un momento para que Siloé siga convirtiéndose en el Dylan vallisoletano que tocaba durante en el confinamiento en el patio de vecinos. Al igual que en aquel momento Siloé no necesita nada más que su guitarra y su talento (que no es poco) y convierte una esquina de un antiguo burdel en el punto de gravitación del mundo, allí contamos aullidos, nos convertimos en héroes o descubrimos porqué los jóvenes mueren antes de tiempo.
Entre la música ligera y letras que se clavan como puñales se desarrolló un concierto con constantes reminiscencias que hicieron vibrar al público, aunque pinchar ‘Años 80‘ es de agradecer pero un guiño demasiado fácil. La propuesta de Siloé, muchos años después de aquel concierto en el que estábamos siete, y del que Fito guarda un recuerdo imborrable por el poder catártico y curativo de la música, no encontramos ante una propuesta diferente, ni mejor, ni peor, tan solo diferente. Una propuesta con la que cuesta un poco más identificarse pero que mantiene intacta el carisma que, sobre un escenario, desprende Fito Robles haciéndose llamar como él quiera.