Pablo Und Destruktion, el trovador asturiano que lleva una década incendiando las convenciones del cancionero con una guitarra empapada en gasolina y una lengua afilada como un machete, regresa con «Te quiere todo el mundo«, su séptimo álbum y, posiblemente, su obra más ambiciosa. Grabado en su refugio rural de Piloña y con secciones de cuerdas orquestadas en Liverpool por Mikey Kenney, este disco de 12 canciones es un manifiesto de resistencia, amor y redención, envuelto en una ironía tan punzante que corta como el viento del Cantábrico. Mezclando folk asturiano, rock alternativo, canción protesta y un espíritu punk que rechaza cualquier etiqueta, Pablo García (el hombre tras el alias) presenta un trabajo que no solo consolida su estatus como cronista disidente, sino que lo eleva a un plano casi profético, donde la mala leche y la ternura coexisten en una danza pirotécnica.
El álbum arranca con ‘Una proposición decente‘, una declaración de intenciones que suena como un desafío: «Despreciar al mundo sin piedad y sin vergüenza / Y hacer de nuestro amor la fortaleza«. La guitarra de Víctor Herrero cruje como leña seca, mientras la voz de Pablo, grave y cargada de sorna, invita a construir un refugio en medio del apocalipsis. Es una apertura que establece el tono: este es un disco que no pide permiso para transgredir, que encuentra belleza en la resistencia. ‘Dementocracia‘ sigue, un himno post-punk ruralista que despedaza las derivas de la democracia moderna con un riff que podría haber sido escrito por los Sonic Youth de Daydream Nation. En ‘Soy una persona tóxica‘, el confesionalismo se torna épico, con arreglos de cuerdas y vientos que elevan la autocrítica a una catarsis colectiva, como si Nick Cave hubiera decidido reescribir un salmo en un bar de Gijón. ‘Mujer‘, con su casi-rumba romántica y sarcástica, es un espejo donde Pablo purga los roles de género con un humor que duele y enamora a partes iguales.
El estilo musical de «Te quiere todo el mundo» es un crisol que fusiona la tonada asturiana con el rock alternativo, el folk y un punk visceral que no necesita distorsión para sentirse subversivo. ‘Artistas contra la cultura‘ es un latigazo de crítica a los creadores complacientes, con un ritmo que evoca el ‘London Calling‘ de The Clash, pero filtrado a través de una sensibilidad rural. ‘La higuera de las vanidades‘ ralentiza el tempo, con un fiddle irlandés que añade una melancolía celta, mientras ‘La reacción sexual‘ explora el deseo con una crudeza que recuerda a los monólogos de Leonard Cohen, pero con un pulso más terrenal. La banda (con Víctor Herrero, Ángel Kaplan, Pablo González, Rodrigo Roces y Justo Bagüeste) suena como un organismo vivo, con cada instrumento, desde las gaitas hasta los teclados, aportando capas de textura que enriquecen el caos controlado. Comparado con su «Ultramonte«, este álbum es más estructurado pero igual de incendiario, mostrando una madurez que no sacrifica su urgencia.
Las letras son el alma de «Te quiere todo el mundo«, y aquí Pablo brilla como un poeta que transforma la rabia en himnos y el sarcasmo en verdad. «En estos años horribilis, me he encontrado a personas buenas y nobles hasta el parraque«, dice el propio artista, y el disco refleja esa dualidad: una celebración de la humanidad en medio del colapso. En ‘El que vive a su manera‘, canta: «No hay verdad más pura que la que quema dentro / Aunque el mundo te diga que estás loco y enfermo«, una proclama de autonomía que resuena como un manifiesto anarquista. ‘Violácea‘, la joya del álbum, es una oda al amor y la resistencia, con versos que cortan como vidrio: «Que se jodan los que quieren vernos caer / Nuestro amor es un castillo que no van a romper«. Sin embargo, algunas canciones, como ‘Amor de madre‘, pueden sonar menos incisivas, repitiendo temas de redención sin la misma chispa lírica. Comparadas con la poesía densa de Nacho Vegas, las letras de Pablo son más directas, más ancladas en lo cotidiano, lo que las hace devastadoramente accesibles.
La producción, a cargo de Pablo junto a Aarón Morris, es un equilibrio entre lo crudo y lo pulido. Grabado en La Synthesis, el estudio casero de Pablo en Piloña, el álbum suena íntimo pero expansivo, con arreglos de cuerdas y vientos que añaden una dimensión casi épica. La masterización de Morris asegura que cada detalle (el crujido de una guitarra, el lamento de un fiddle, el eco de un coro) tenga su lugar. La incorporación de elementos tradicionales, como el fiddle de Mikey Kenney, añade una capa de autenticidad que conecta el disco con el folklore asturiano y celta, un guiño a la herencia de Pablo que se siente orgánico, no forzado.
Las influencias de Pablo Und Destruktion son un diálogo entre la chanson francesa de Jacques Brel, el rock industrial de Rammstein, el folk asturiano y el punk de La Polla Records. Este nuevo trabajo del asturiano, comparado con sus anteriores entregas, es menos nostálgico pero más combativo, con una energía que recuerda a «The Holy Bible» de Manic Street Preachers en su mezcla de rabia y lirismo. Su conexión con el folklore asturiano lo podría alinear con Joaquín Díaz, pero su actitud punk lo hace único en el panorama actual.
«Te quiere todo el mundo» está en su abrazo del apocalipsis como un acto de liberación. «Bienvenido sea el Apocalipsis, y muy agradecido por sus servicios» dice Pablo, y el álbum es una celebración de la vida, incluso la de sus enemigos, en un mundo que se desmorona. Es un disco sobre encontrar paz en el caos, sobre construir fortalezas de amor y resistencia frente a la hipocresía y el servilismo. La atmósfera es como un atardecer en una aldea asturiana, con el humo de una hoguera y el eco de un cántico rebelde. Provoca una mezcla de catarsis y esperanza, como gritar contra el viento y sentir que, por un momento, el mundo te escucha.
Los puntos fuertes de «Te quiere todo el mundo» son su cohesión narrativa, la ironía afilada de sus letras y una producción que equilibra lo épico con lo íntimo. Sus debilidades están en algunos momentos líricos menos memorables y en una pulcritud que, en ocasiones, suaviza el filo punk que Pablo maneja tan bien. Un trabajo que merece ser escuchado con una cerveza en la mano y el corazón en la garganta, en una noche donde el mundo parece acabarse pero tú decides bailar. Pablo Und Destruktion ha creado una obra que no solo desafía al sistema, sino que ofrece un refugio para los que aún creen en la verdad, el amor y la resistencia. Es un recordatorio de que, incluso en el apocalipsis, la música puede ser un castillo inexpugnable.