Nick Cave nunca se ha caracterizado precisamente por su temática alegre u optimista. De hecho, probablemente sea la oscuridad que envuelve su música y sus macabras letras uno de los factores más atrayentes de la producción del artista australiano. Desde que empezara su carrera respaldado por un ambiguo y siempre cambiante The Bad Seeds, sus lóbregas canciones nunca han dejado de contar con elementos como el asesinato, el diablo, la muerte o el pesimismo como materias primas básicas. Sin embargo, mientras que es cierto que estos temas siempre han sido una constante en su carrera, también lo es que nunca han dejado de tener un carácter más bien impersonal, limitándose Cave en todo momento al papel de narrador en tercera persona, evitando así mancharse las manos.
Esto era cierto al menos hasta el lanzamiento de “Push the Sky Away”, un álbum que, lanzado en 2013, terminó por ser uno de los larga duración más personales e introspectivos del artista. Con este trabajo, la banda redefinía en cierta manera su sonido sin abandonar su esencia, delineando así el camino que futuros proyectos muy probablemente seguirían. Sin “Push the Sky Away”, su último álbum, “Skeleton Tree”, sería imposible de entender. Y sin embargo al mismo tiempo, cuando se tienen en cuenta las circunstancias en las que se desarrolló la grabación de este úlitmo LP, establecer cualquier tipo de comparación con otra de sus creaciones resulta difícil e incluso un poco ridículo. Para contextualizar y en cierta manera entender la independencia de este álbum con respecto a otros debemos remontarnos a noviembre de 2015, cuando uno de esos irónicos giros que caracterizan al destino hizo que Cave tomara contacto con una desagradable realidad que bien parecía haber sido extraída de una de sus canciones: tras consumir LSD con un amigo, su hijo Arthur, de quince años, moría al despeñarse por un acantilado de veinte metros de altura en la localidad de Brighton.
Pese a que muchas de las canciones del álbum habían sido ya escritas antes de este trágico hecho, esto no pareció impedir que, tras algunas modificaciones, la tristeza de Cave se apoderara de cada una de ellas. Lo más seguro es que la muerte de Arthur Cave aparezca en todas y cada una de las reseñas, noticias y comentarios que tengan que ver con “Skeleton Tree”, el decimosexto larga duración de Nick Cave and The Bad Seeds. Y la verdad es que no aparece sin razón, puesto que la sombra de esta pérdida se derrama como un torrente de dolor por los cuatro costados de este trabajo. “Skeleton Tree” es, en esencia, un álbum que casi puede considerarse como conceptual, siguiendo su línea narrativa la trayectoria del luto de un padre que llora desesperadamente la pérdida de su hijo. Musicalmente, esta tristeza se traduce en una producción esquemática y visceral, con un Nick Cave que murmura más que canta, consiguiendo erizar los pelos de más de una nuca.
Como primer track, ‘Jesus Alone’ supone un acertado retrato a mano alzada del carácter del LP, introduciendo lentamente al oyente hacia las sombras que lo pueblan. El corte que fuera elegido como adelanto del álbum se desarrolla de un modo lento y meditabundo, arrastrando las palabras a modo de salmo, canto final incluido: “With my voice, I’m calling you”. Los oscuros sintetizadores de fondo contrastan en cierta manera con ‘Rings of Saturn’, un segundo track que presenta una de los tonos más brillantes del álbum – en comparación a los otros, claro -, sonando casi como una “canción de rap”, tal y como el propio Nick decía con tono de broma en el documental que acompaña al álbum, “One more time with feeling”.
Era en este mismo documental donde Nick Cave asociaba el tema ‘Girl in Amber’ a su mujer, Susie Bick. Sin embargo, cuando se presta atención a la letra, este corte parece hablarnos de muchas más cosas como, por ejemplo, su carrera musical (“the song it spins since 1984”), su sentimiento de alienación (“just step away and let the world spin”) o su incapacidad de expresar el dolor de su pérdida hacia los demás (“If you want to bleed, don’t breathe a word”, “don’t touch me”). El outro final del tema enlaza perfectamente con el cuarto tema del álbum, ‘Magneto’. En este ecuador del álbum, Cave pone sobre la mesa su confusión post-traumática y de alguna manera difumina los límites de ésta con la adicción a la heroína, referenciada mediante poéticas metáforas. De un modo maravilloso, Nick consigue hablar de múltiples temas y sentimientos como la muerte, la apatía y el odio tan solo mediante la descripción de una drogadicción que, presumiblemente, hace referencia a su propia experiencia en otros tiempos.
Pese a que ‘Magneto’ sería la mitad, digamos matemática, del álbum, no hay duda de que es sólo a partir de la oscura y poética ‘Anthrocene’ cuando la segunda parte del disco comienza. Quizás sea por ello que pese a contar con una longitud igual que el resto de tracks, la quinta pista, con su estructura poco definida y su ambiente opresivo, pasa casi por un interludio que da paso a un punto de inflexión en el LP.
El porqué de considerarlo como “punto de no retorno” queda claro con la ascendente entrada de ‘I Need You’, en la que destaca un hecho fundamental: Nick Cave deja aquí de murmurar para, por fin, añadir melodía a su llanto. Esto, sin embargo, no conlleva de ningún modo una pérdida de solemnidad, sino que más bien añade carga emocional a lo que más que canto parece algo a medio camino entre el aullido y el susurro. De hecho, es probablemente en su trío final de canciones cuando el álbum presenta el sentimiento de pérdida en su máximo esplendor, poniendo los pelos de punta con la inesperada colaboración de la soprano Else Torp en ‘Distant Sky’ y rematando la faena con una melancólica y eficaz ‘Skeleton Tree’ en la que Cave parece intentar, en un tono más brillante y musical que durante el resto del disco, cerrar heridas y pasar página de una vez: “And it’s alright now…”. Esto, por supuesto, revela mucho sobre la esencia y carácter del álbum, que no lleva el mismo nombre por casualidad.
“Skeleton Tree” es un trabajo brillantemente demoledor. Su clima nublado, plagado de dolor, pérdida y divagaciones moribundas, oprime el corazón del oyente hasta que la última nota deja de resonar dejando tras de sí un aura de tristeza y amargura. Mientras que algunos han defendido que la mayor debilidad de este álbum es que se apoya demasiado en los sucesos que lo contextualizan, yo no creo que esto sea estrictamente cierto por dos motivos. En primer lugar, una mirada en profundidad nos permite descubrir que pese a que la muerte de Arthur Cave tiene un peso notable en la temática general del disco, en este se tratan también muchos otros temas como el amor, la drogadicción y el existencialismo, no estando tan lejos su carácter de otros grandes trabajos del australiano. En segundo lugar, el hecho de que el contexto sea importante para entender el álbum no debería de ser ningún inconveniente. Desde “The Wall” de Pink Floyd, hasta ejemplos más recientes como “To Pimp a Butterfly” de Kendrick Lamar, muchos de los grandes álbumes de la historia se ven condicionados por su contexto histórico y personal, y no por ello pierden en calidad o fuerza expresiva.
La tristeza del nuevo álbum de Cave no necesita ser entendida, sino sentida, y es por eso que podemos estar tranquilos de que en ese sentido “Skeleton Tree” es y siempre será atemporal, íntimo y devastadoramente triste.
Nota: 8/10