mayo 15, 2025

«Golpes, flores» de Annapurna, un ascenso emocional con vistas impresionantes

Annapurna, el cuarteto vallisoletano-murciano que toma su nombre de la montaña más letal del planeta, llega con «Golpes, flores«, un EP debut que se siente como escalar una cima emocional: arduo, expuesto, pero con vistas que cortan el aliento. En apenas 20 minutos, la banda (Álvaro, Mike, Jorge y Valín) teje un tapiz de alt-rock emocional, post-hardcore melódico y guiños al emo español, capturando la tensión entre la fragilidad y la furia con una madurez que desmiente su corta existencia. Influenciados por nombres como Viva Belgrado, toe y Fontaines D.C., Annapurna no solo rinde homenaje a sus héroes, sino que encuentra un rincón propio en un género abarrotado de ecos nostálgicos. Este es un disco sobre las contradicciones humanas (el dolor que hiere, la belleza que sana), y lo entrega con una honestidad que raspa como la grava y acaricia como una brisa de verano.

El EP arranca con ‘Metamorfosis‘, un tema que explota como un relámpago en una tormenta tranquila. Las guitarras, afiladas y reverberantes, construyen una pared de sonido que recuerda a los momentos más catárticos de «Flores, carne» de Viva Belgrado, pero con un toque de urgencia juvenil que las hace propias. La voz de Álvaro serpentea entre la desesperación y la esperanza, cantando sobre la transformación inevitable: «Se deshace el cuerpo, pero crece algo más«. Es una apertura que establece el tono del disco: un vaivén entre la destrucción y la renovación, donde cada golpe deja espacio para que florezca algo nuevo. La percusión de Jorge, vibrante y precisa, actúa como un latido que mantiene la tensión, mientras los riffs de Mike y Valín se entrelazan con una química que suena forjada en años, no en meses.

El estilo musical de «Golpes, flores» es un crisol donde el post-hardcore se encuentra con el emo y el alt-rock japonés, con una sensibilidad melódica que evita caer en la autocomplacencia. ‘Domingo‘ es pura adrenalina, un torbellino de guitarras que evoca la intensidad cruda de Touché Amoré, pero con un coro que se abre como un cielo despejado después de la lluvia. En contraste, ‘Martes‘ da un giro audaz: una guitarra acústica, frágil como una hoja seca, lleva la canción hacia un terreno introspectivo que recuerda a los momentos más delicados de toe. Es un cambio que podría haber sido un tropiezo, pero Annapurna lo ejecuta con una confianza que hace que el riesgo valga la pena. ‘Lo sé‘ y ‘Tregua‘ cierran el EP sumergiéndose en la incertidumbre, con texturas que se sienten como caminar por un bosque cubierto de niebla: hermosas, pero cargadas de peligro.

Las letras son el corazón palpitante de «Golpes, flores«. Annapurna no se esconde detrás de metáforas opacas; sus versos son directos, casi confesionales, pero nunca simplistas. En ‘Lo sé‘, Álvaro canta sobre la resignación con una mezcla de cansancio y claridad: «Lo sé, no hay vuelta atrás / Pero sigo buscando el lugar«. Es una línea que captura el espíritu del EP: la lucha por encontrar sentido en el caos del cambio. La pérdida y el crecimiento son temas recurrentes, pero nunca se sienten repetitivos; cada canción aborda estas ideas desde un ángulo nuevo, como si la banda estuviera girando una piedra preciosa para revelar sus facetas. Comparado con el lirismo poético de Viva Belgrado, Annapurna opta por una narrativa más terrenal, más cercana al polvo y al sudor de la vida cotidiana.

La producción, aunque no se menciona un nombre específico detrás de los controles, es un punto fuerte. Cada instrumento tiene espacio para respirar, desde los platillos que chispean como brasas hasta las líneas de bajo que anclan las canciones sin abrumarlas. Hay un equilibrio entre la crudeza lo-fi y la claridad moderna que le da al EP un carácter atemporal, como si pudiera haber sido grabado en un sótano de los 2000 o en un estudio de vanguardia en 2025. Sin embargo, esta claridad a veces juega en contra: en ‘Tregua0′, la mezcla pulida puede suavizar el filo emocional de la canción, haciéndola sentir menos visceral de lo que podría haber sido con un enfoque más crudo.

Las influencias de Annapurna son un mapa estelar que conecta puntos dispares. La intensidad rítmica de toe brilla en los patrones intrincados de ‘Metamorfosis‘, mientras que el espíritu desafiante de Fontaines D.C. se cuela en los coros anémicos de ‘Domingo‘. Pero donde otras bandas podrían perderse en la imitación, Annapurna usa estas referencias como cimientos, no como moldes. Comparados con Viva Belgrado, carecen de la ambición literaria de discos como «Bellavista«, pero ganan en inmediatez emocional. Frente a los japoneses de toe, Annapurna es menos cerebral, más dispuesta a ensuciarse las manos. Y si Fontaines D.C. destila una rabia urbana, «Golpes, flores» es más rural, más introspectivo, como un grito en un campo abierto en lugar de un callejón.

El significado más profundo de «Golpes, flores» radica en su abrazo de la dualidad. Es un disco sobre ser joven y sentir el peso del mundo, sobre caerse y levantarse con las rodillas ensangrentadas pero el corazón intacto. La montaña Annapurna, con su promesa de gloria y su amenaza de muerte, es una metáfora perfecta para este EP: cada canción es un paso en un ascenso peligroso, pero la vista desde la cima (la catarsis, la calma) hace que valga la pena. La atmósfera es densa, como el aire antes de una tormenta, pero salpicada de momentos de luz que te recuerdan por qué sigues adelante.

Los puntos fuertes de «Golpes, flores» son su cohesión emocional, sus letras sinceras y una química de banda que hace que cada nota suene urgente. Sus debilidades están en su brevedad (cuatro canciones que te dejan deseando más) y en una producción que, aunque sólida, a veces pule demasiado las asperezas que podrían haber dado al EP un carácter aún más distintivo. Comparado con el caos estructurado de «Ceres» de Viva Belgrado, «Golpes, flores» es menos experimental pero más accesible; frente al minimalismo de «Mass» de toe, es más narrativo; y junto al brío punk de «Doggerel «de Fontaines D.C., es más contemplativo.

«Golpes, flores» no es un debut perfecto, pero es uno lleno de promesas. Annapurna ha construido algo que se siente vivo, un reflejo de las caídas y los ascensos que definen los primeros pasos de cualquier gran aventura. Escúchenlo en una noche tranquila, con los auriculares puestos y el corazón abierto. Es un recordatorio de que incluso los golpes más duros pueden dar paso a algo hermoso.

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