abril 25, 2024

El Don de la Compañía

Un acto inexplicable es el hecho de que una parte de esta cuenta no haya visto nunca a Nacho Vegas en directo hasta el pasado 30 de enero en el Auditori de Girona. A la otra parte, PhD en la materia, le daba un vuelco el corazón cada vez que intuía que su figura pudiera romper el equilibrio perfecto de su inclinación en el escenario.

No vamos a descubrir aquí de quién estamos hablando, un ser especial, dotado de una opulenta y fértil sensibilidad, con una riqueza lingüística tal, que le permite sumergirse en el diccionario de la lengua castellana para encontrar la terminología exacta, un virtuoso del vocablo y la dicción. Y como todo genio, solamente parece encontrar el estímulo y la inspiración necesaria en el límite ente el bien y el mal, entre la urgencia y la belleza del abismo. Por esta delgada línea ha transitado Ignacio González Vegas desde sus inicios en Manta Ray, hasta su prolífica carrera en solitario que tras más de 20 años, más de 10 discos, amén de EP’s y colaboraciones, le ha llevado hasta estos «Mundos Inmóviles Derrumbándose«, surgidos desde la calma, el retiro y la lucha mental librada durante el confinamiento Ortiguera, un pequeño pueblo pesquero del Cantábrico.

Un espacio como la sala Montsalvage parece el enclave idóneo para apreciar en su justa medida un espectáculo de tal magnitud y allí se presentó el cantautor Asturiano, como siempre bien flanqueado, con un sobrio y elegante traje vinotinto y un megáfono que aguardaba impaciente la ocasión de salir a escena. La perfecta sincronización y la comunión entre los miembros de su banda (los propios Joseba y Manu acompañados de Ferrán Resines, Hans Laguna y la multinstrumentalista Julian Heinemann) se lo ponían fácil al Xixonés, que iba desgranando su repertorio entre copa y copa. Nos llamó la atención, especialmente para bien, la afluencia de un público extremadamente joven, que no parece, a priori, el perfil de gente al que la música de Nacho Vegas pueda atraer.

La acústica del espacio y el ingrediente melómano de los asistentes engrandecía aún más si cabe pases como ‘El Don de la Ternura‘, ‘La Pena o La Nada‘ (que entre el dolor y la nada puso en pie al respetable, incluidos los que escriben estas líneas) o la aclamada ‘Gran Broma Final‘… hasta que se decidió a poner el broche a una velada de clímax, megáfono en mano, presumiendo de ser ‘El Hombre que casi conoció a Michi Panero‘.

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