Llegó el día que empezara la cuarta edición del Vida Festival, el festival más cuqui y familiar (aunque este último término le chirríe a la organización) del verano. Esta edición tenía la vida acuática como eje temático y decorativo del recinto de los alrededores de la Masia d’en Cabanyes, en Vilanova i la Geltrú.
Aun sabiendo que aglomeración y Vida no van de la mano, quisimos llegar pronto, no fuera a ser que no llegáramos a las primeras filas para el mallorquín ex-Antònia Font Joan Miquel Oliver. Preparados para el avance de las horas (y su consiguiente bajada de temperaturas y, por tanto, su correspondiente fresqui-rasqui, además de la amenaza de lluvias torrenciales), no tuvimos tiempo de darnos un paseo por el Market, aunque lo disfrutaríamos el día siguiente. Destacamos no obstante, la amabilidad y sonrisas Profidén de todo el staff de abonos en la entrada y barras ya en el interior. Porque las cosas bonitas (y familiares, porque eso también es familiar) hay que compartirlas. Claro que sí.
Que la decoración del Vida Festival este año fuera un poco más escasa que en ocasiones anteriores (o esa impresión tuvimos), estuvo no obstante acorde con la temática del último disco que presentaba Joan Miquel Oliver, «Atlantis«. Quizás ver a Joan Miquel Oliver no sea tan variado visualmente como ver a Antònia Font, cuyo cantante, Pau Debon, era pura fuerza y vigor, pero tener a Joan Miquel Oliver en frente durante una hora es un deleite para los juegos de palabras («que això és un festival» – «que esto es un festival») y, sobre todo, para el desfile de estilos que pueden salir de sus manos y de las de sus acompañantes. Tanto estás delante de un grupo de pop como de funky como de electrónica con un elemento común: un imaginario que bebe de los Antònia Font y que esperemos que siga mamando de ellos por más años. Éramos pocos al principio (¿y al final?) del concierto. Con pocos, me refiero a que no llegaríamos a 1.000 (es lo que tiene ser un jueves laborable en una población a 40 minutos en tren de Barcelona centro), pero estos pocos terminaron con el mismo buen sabor de boca al que nos tiene acostumbrados el de Mallorca, dejando las preocupaciones sociales instiladas en sus letras a un lado.
Que un festival como el Vida Festival sea familiar, además de los espacios dedicados a las familias (El Nido) y los correspondientes abonos familiares, significa también que veas recurrentemente las mismas caras en distintos conciertos o contextos o que puedas reconocer caras conocidas entre la relativa multitud. Esto pasa en el Vida Festival. Así pues, vislumbramos en Parcels a un par de componentes de The Crab Apples (por primera vez). A juzgar por su entusiasmo (y por el del resto del público), los australianos lo petaron con su disco-pop uniforme. Si bien al cerrar los ojos, al arrancar muchos de sus temas pensabas «ay, que me va a aparecer Daft Punk de un momento a otro», al abrirlos lo que te encontrabas era un grupo de jóvenes de vestuario dispar con un un único propósito explícito tras el segundo tema, «let’s make it a party«. Aunque de hecho, la explanada monticular del Vida Festival ya era una fiesta desde el arranque de su actuación. Los recursos bailongos al final del concierto terminaron por ser los mismos una y otra vez, aunque no desmerecemos la extrema coordinación entre sus componentes y su poder para levantar el ánimo de las masas con temas disco-machacones.
Aunque fuera jueves, entre medio de semana, unos de los cabeza de cartel de este Vida Festival, Phoenix, lograron hacer vibrar Vilanova (y los residentes de alrededores, pues poco guiri avistamos en comparación con el Primavera) hasta un poquito antes de las 2 de la mañana. Si un festival te brinda la oportunidad de presentar disco a público dispar, no debes dejar pasar la oportunidad. Y así lo hicieron los franceses, que arrancaron orgullosos con el tema homónimo de su recién salido del horno «Ti Amo«. Temerosos de encontrarnos con el mismo plan del Primavera Sound 2013, nos encontramos esta vez unos Phoenix con ganas de fiesta animada pero sin llegar a los pogos locos (al menos no hasta el final) y con un público bailongo y entregado, a la vez que comedido y con juicio y saber estar (como la joven PAVVLA, que se hallaba en la masa). Los de Thomas Mars supieron combinar la complejidad pop de sus temas con la capacidad de hacer levantar al público con la atrevida y arriesgada opción de desgranar su último trabajo. Eso sí, combinándolo con temas harto conocidos que arrancaron un «ooooh» del público, como ocurrió con las notas iniciales de ‘Entertainment’ o ‘If I Ever Feel Better‘, que por mucho que hayan tenido numerosas ocasiones de aburrir, la ejecutaron con el mismo entusiasmo de siempre, cantando fuera de micrófono incluso cuando no tocaba, como cuando empieza a sonar tu canción favorita en la radio y no te puedes resistir.
Phoenix dejaron el listón bien alto, cosa que no dejó el transporte de vuelta a Barcelona. Eso de que los lanzadera – de pago – salen cada 5 minutos está por ver, pues un autocar grande con venta de billetes incluida no se llena en 5 minutos ni en nuestros mejores sueños húmedos. «Servicio permanente» es una buena alternativa. Nota para la organización: especificar el precio de los lanzadera en la web para no encontrarse con billetes grandes (o solo con tarjeta) y hacer carteles legibles con letra mayor a 24 puntos y no en negro sobre verde o azul para poder distinguir en plena noche y con iluminación escasa dónde está la línea que te toca coger es un empiece. Lo de un solo autocar cada hora y diez de 1 a 4 y de la falta de información en RENFE del servicio especial a las 03:30 ya, si eso, lo dejamos para otro día.
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