«Es mejor un cielo acostumbrado a defraudar que fábricas de anhelos esparcidas en la noche» sonaba en el coche durante un camino eterno desde Sevilla a un festival que nunca nos ha defraudado. No puedo negar que rondarán dudas por la cabeza, el cartelazo de esta edición estaba destinado a transformar el FIB en algo más nacional que de costumbre y la cosa podría cambiar.
El césped estaba más crecido que de costumbre con la aparición de la primera tienda de campaña de esta edición 2015. La nueva edición de un FIB que prometía ser diferente. Una edición plagada de nombres de lujo, pero que a muchos dejaba huérfanos de lo que siempre había sido esa semana en Benicassim en la que olvidabas el español, donde por una vez no veías esos mismos caretos que en todos los festivales. Sin duda, este año ha sido uno de los más multitudinarios del público español, un público que no estuvo a la altura de un cartel más decorativo que práctico, un cartel que dejó huecos insalvables para los que como yo no tuviésemos la capacidad de disfrutar de la electrónica pese a poder apreciar un temazo.
La ola de calor era la noticia del fin de semana anterior, y el camping se transformó en el infierno de Alighieri donde el segundo círculo se mezclaba con el bestiario del séptimo mientras de cada fosa veías asomar vendedores cantándote sus precios al ritmo de Oasis. The House of Rising Sun era verde Quechua y en ella el calor y sudor se daban la mano entre momentos de sombras pasajeras y duchas que te transportaban por unos segundos a la primavera con la primera brisa del exterior. Un año diferente, especial, del que volvimos con un sabor de boca nuevo. La reconquista del que para muchos ha sido el festival más importante del país puede no salir como algunos esperan, y es que los «guiris» saben cómo vivir un festival. No hablamos de alcohol o drogas, hablamos de respeto, complicidad, buen rollo y disfrute sin molestar a nadie (excepciones tenemos en todos lados).
Al igual que cada año y este especialmente debido al gran número de novatos, quedará la imagen de los asistentes por los suelos y esas mandíbulas prietas, esas chicas a las que cantar el I wonder de Sixto Rodríguez mientras tratas de imaginarlas en su vida normal. Este año hemos ayudado a quitar el mal sabor de boca a golpe de cerveza, hemos amanecido junto a nuestro particular «Señor de las Chicharras» o hemos podido ver la auténtica pasión por Prodigy como si viésemos una revisión de La Leyenda de los Dos Amantes se tratara. Momentos de los que dejamos constancia por puro egoísmo, por recordarlo nosotros sabiendo que los protagonistas jamás olvidaran. En eso consiste el FIB, pese a que dejes tu tienda, tu colchón y todo lo que llevas destrozado en el camping vas a volver con más de lo que fuiste, si lo hiciste bien.
En cuanto a la música podríamos resumirlo en que me sobraron nombres y me faltó cabeza. No voy a dar rodeos, Blur me aburrieron mucho con su show y como siempre dije Portishead no es para un festival y menos uno como éste. La electrónica cobró demasiado protagonismo en las noches y grupos tempraneros que podrían haberse explayado se vieron renegados casi a tener que preguntar eso de «¿puedo saludar?». La programación en si nos resultó mejorable pero no por eso mala o mal planificada, simplemente que para un sector concreto del público hubo más de un hueco matador que te mandan a la puerta de la tienda.
Los triunfadores del festival los tengo claro, FFS que han conseguido hacer que alguien que se aburre con Franz Ferdinand sonando más de 20 minutos saltara de principio a fin como un adolescente y sin conocer los temas. Una puesta en escena que te bajaba las bragas y una combinación de voces y ritmos a un nivel de escenario principal. Noel Gallagher cumplió lo que prometía, pese a ser un repertorio reducido dio un buen repaso, en el que quizás eché en falta algo más de su primer disco y algún temazo más de Oasis. Por último y representantes patrios, los jodidos Novedades Carminha echaron abajo el autobús de Red Bull, el concierto que nos insufló unas horas más de vida en esa última noche. Con la brevedad de sus temas pudieron presumir de dejarse poco en el tintero, una metralleta de canciones de la que era imposible escapar si pasabas cerca de allí.
Un FIB nuevo está cuajándose y todo depende de nosotros, o los españoles terminamos de desgastar a los que no o acabamos copiando su actitud ante el festival y esa forma de vivirlo, lo que realmente ha sido el FIB durante ya 21 años de borracheras, nuevos amigos, So Payasos y Country Girls, calor, locura y buena música. Un festival lejos de esos otros que forman la inmensa mayoría en los que el público parece ir de vacaciones al camping de turno.
Al igual que cada año, el FIB se convierte en mucho mas que una serie de conciertos ordenados, siendo un auténtico reencuentro con amigos perdidos, hermanos y desconocidos que nos enseñan mucho más que idiomas. Para nosotros nuestra personal pila de san Juan que marca el auténtico comienzo del verano, aguardando la chispa adecuada para que la champagne supernova nos engulla durante una semana de música, crema solar y neveras llenas de cerveza y amigos.
Clap Clap!!! Perfecto en todos los sentidos!!! Buen resumen de unos de los mejores FIB en los k he participado!!!
Una pasada de artículo! se me ha puesto la piel de gallina! Cada año que pasa soy mas Fiber!