Juanjo Onofre, el hombre detrás de Onofree, lleva años destilando un cóctel sonoro que parece sacado de una máquina del tiempo averiada, una que salta sin previo aviso entre décadas y géneros. Con «Cuidado con la cabeza«, su tercer álbum en solitario, el exbajista de la escena barcelonesa de los 90 y 2000 regresa con una propuesta que, en teoría, debería ser un festín para los nostálgicos y los curiosos: psicodelia sesentera, rock progresivo con ecos de Yes y Genesis, guiños al country rock de The Byrds y un toque de pop melódico que remite a The Beatles. Sin embargo, lo que podría haber sido una odisea coherente y embriagadora termina sintiéndose como un collage desordenado, un disco que oscila entre la candidez naíf de El Niño Gusano y la potencia melancólica de The Posies sin nunca encontrar su centro.
Desde el arranque con ‘Are You Ready‘, el álbum promete un viaje ecléctico. El tema abre con un riff que podría haber encajado en un garaje de Detroit antes de deslizarse hacia un estribillo pop que coquetea con armonías vocales al estilo Beach Boys. Pero entonces, sin previo aviso, Onofre cambia de idioma en una transición tan abrupta que parece más un tropiezo que una decisión artística. Es un síntoma temprano de la falta de cohesión que atraviesa «Cuidado con la cabeza«: una ambición desbordante que no termina de cuajar. La producción, a cargo de Marc Tena, es nítida y rica en texturas: guitarras que reverberan como si estuvieran atrapadas en una catedral psicodélica, sintetizadores que zumban con un aire retrofuturista… pero no logra unificar las ideas dispares que Onofre lanza al lienzo.
Las influencias del artista son un banquete pantagruélico. Hay momentos en los que el disco evoca la grandilocuencia de King Crimson, escuchen los cambios de tempo en ‘Música (In)necesaria‘, mientras que en otros, como ‘El Lugar dónde quiero estar‘, nos topamos con el peso de la melancolía soleada de Love o el lirismo introspectivo de Gruff Rhys. ‘Fireworks‘, es quizás el punto más alto: un estallido de psicodelia pop con un riff demoledor que se disuelve en una melodía escalofriante y calmante a la vez, como si Brian Wilson hubiera colaborado con Tears for Fears en un atardecer lisérgico. El videoclip, obra del propio Onofre, refuerza esa atmósfera de ensueño con imágenes que parecen sacadas de un sueño febril. Aquí, el disco encuentra un equilibrio entre lo visceral y lo etéreo, un recordatorio de lo que Onofre es capaz de lograr cuando canaliza su energía.
Líricamente, «Cuidado con la cabeza» no busca grandes revelaciones, sino que se regodea en la introspección y el juego. Hay un aire de autoconciencia en versos que exploran la fragilidad de la mente y la libertad de crear sin ataduras, un tema que conecta con la trayectoria de Onofre desde su debut en 2018 con «El Perfecto Invitado» y su posterior evolución en «Land Incognita«. Este tercer capítulo parece ser una continuación de su búsqueda por reconciliar su pasado en la escena indie con un presente más experimental, pero el resultado es menos una síntesis y más una dispersión. Las colaboraciones (Román Gil en las guitarras solistas, Jordi Calatayud y Andrés Pérez en las voces) aportan destellos de brillo, pero no salvan al álbum de su sensación de estar a medio cocer. «Cuidado con la cabeza» se queda en tierra de nadie. No tiene la audacia estructural de un disco de rock progresivo ni la inmediatez de un álbum pop bien destilado. Incluso frente a la obra de El Niño Gusano, con su encanto infantil y su caos controlado, Onofree suena indeciso, como si temiera comprometerse del todo con una dirección.
El disco no carece de momentos disfrutables. La atmósfera que crea (un torbellino de guitarras reverberantes, baterías que galopan con Anton Jarl al mando y sintetizadores que flotan como niebla) puede ser hipnótica en dosis pequeñas. Pero su mayor debilidad es su falta de enfoque: es un álbum que quiere abarcar demasiado y, en el proceso, se diluye. «Cuidado con la cabeza» es un reflejo de su título: un aviso de que sumergirse en esta cabeza inquieta puede ser tan fascinante como desorientador. Onofree sigue siendo un artesano talentoso, pero este disco nos deja preguntándonos si su independencia creativa no necesita, paradójicamente, un poco más de disciplina.