julio 10, 2025

«Mondo DiVino», Carotone y Wilson, vino y poesía

Hay algo irremediablemente teatral en Tonino Carotone, un trovador errante que parece haber nacido con un cigarrillo en una mano y un vaso de vino en la otra. Su regreso con «Mondo DiVino«, un álbum en colaboración con el cantautor y enólogo toscano Giulio Wilson, no solo reafirma su estatus como el eterno bohemio del mestizaje musical, sino que también destila una nueva capa de madurez melancólica, empapada en la esencia del Mediterráneo y, claro, en un buen tinto. Este no es un disco para escuchar a medias: exige que te sientes, descorches una botella y te dejes llevar por su atmósfera de taberna cosmopolita, donde las risas y las lágrimas se sirven en igual medida.

Desde el primer acorde, «Mondo DiVino« se despliega como una carta de amor a la vida misma, un brindis sonoro que mezcla la picardía gitana de Carotone con la elegancia folk de Wilson. Los 12 temas inéditos transitan entre el español y el italiano con una naturalidad desarmante, tejiendo un tapiz de géneros que van desde la rumba canalla hasta el swing retro, pasando por baladas que evocan las piazzas bañadas por el sol y noches de nostalgia bajo la luna. La producción, a cargo de un equipo que entiende el alma nómada del dúo, es cálida y orgánica, con arreglos que privilegian los instrumentos acústicos (guitarras rasgueadas, acordeones suspirantes, percusiones que resuenan como pasos en una danza improvisada) sobre cualquier artificio digital. Es un sonido que huele a madera vieja y tierra húmeda, como si el disco hubiera sido grabado en una bodega en plena vendimia.

El single, ‘MAMÁ‘, es un golpe maestro de ironía bilingüe. Con su ritmo juguetón y su tono paródico, Carotone y Wilson diseccionan los estereotipos de la modernidad globalizada (la madre que manda audios de WhatsApp, el hijo que responde desde un call center en otra latitud) con una mezcla de ternura y sarcasmo. Las voces de ambos se entrelazan como viejos amigos en una conversación de bar, mientras la guitarra y un leve toque de trompeta dan al tema un aire de banda sonora de Fellini pasada por el filtro del siglo XXI. Es un arranque que promete diversión, pero también introspección, un equilibrio que define el espíritu del álbum.

En ‘Mia Bella Ciao‘, el dúo reinterpreta el himno partisano italiano con una audacia que roza lo sacrílego. Lejos de ser una mera versión, esta es una reinvención sarcástica que traslada la resistencia al terreno de la memoria erosionada por el consumismo y la indiferencia contemporánea. Los acordes iniciales, lentos y casi fúnebres, se transforman en una marcha festiva que explota con la voz rasposa de Carotone y el timbre más aterciopelado de Wilson. Es un tema que duele y divierte a partes iguales, una hazaña que pocos logran sin caer en la caricatura.

Las letras de «Mondo DiVino« son un punto fuerte indiscutible. Carotone, con su habitual mezcla de cinismo y romanticismo, sigue siendo un cronista de los marginados y los soñadores, mientras que Wilson aporta una sensibilidad poética que eleva el tono con imágenes de viñedos al atardecer y amores perdidos en el tiempo. Hay momentos de pura celebración, como en ‘Vino e Vita‘, un himno hedonista que podría haber sido escrito por un Bukowski mediterráneo, pero también destellos de melancolía profunda, como en ‘Straniero Ovunque‘, donde la sensación de no pertenecer a ningún lugar se convierte en un lamento universal. Este contraste es el corazón del disco: una danza entre la alegría desbocada y la saudade de quien ha vivido demasiado.

Musicalmente, «Mondo DiVino» bebe de las mismas fuentes que han nutrido a Carotone desde sus días con Kojón Prieto y los Huajolotes: el espíritu gitano de Peret, el desenfado de Paolo Conte, y esa pasión por la chanson italiana de los 50 y 60 que lo llevó a conquistar el mundo con ‘Me cago en el amor‘. Sin embargo, la mano de Wilson introduce un matiz más sofisticado, reminiscente de la canción de autor italiana en la línea de Fabrizio De André o el lirismo terrenal de Vinicio Capossela, con quien Wilson ha colaborado en el pasado. Comparado con otros del género, el álbum se siente como una fusión improbable entre el descaro festivo de Manu Chao y la introspección bucólica de Yann Tiersen, pero con un sabor decididamente más vinícola.

No todo en «Mondo DiVino« alcanza las mismas alturas. Algunos cortes, como ‘Rosso d’Autunno‘, se pierden en arreglos redundantes que diluyen su potencial emocional, y hay instantes en que la exuberancia del dúo roza lo excesivo, como si intentaran llenar cada silencio con un trago más de vino. La duración del álbum, aunque generosa, podría beneficiarse de una poda más rigurosa; ciertos temas se sienten como variaciones de ideas ya exploradas, lo que resta impacto a la recta final. Sin embargo, estos tropiezos no empañan la vitalidad del conjunto.

En el contexto de la obra de Carotone, «Mondo DiVino« es tanto una evolución como un regreso a casa. Si ‘Un mondo difficile‘ era el grito de un outsider desafiando al sistema, este disco encuentra al artista en una etapa más reflexiva, celebrando las pequeñas victorias de la vida: un sorbo de vino, una canción compartida, sin abandonar su esencia contestataria. La colaboración con Wilson no solo amplifica su visión, sino que la enriquece con una dimensión sensorial que trasciende lo musical: el vino «Mondo DiVino» creado por ambos, es más que un gimmick; es una extensión del álbum, un puente entre el arte y la tierra.

Para los no iniciados, este disco puede parecer un caos encantador, un torbellino de idiomas y emociones que no se molesta en explicarse. Pero para quienes conocen el viaje de Carotone, «Mondo DiVino» es una postal desde el borde del mundo, escrita con tinta roja y un corazón latiendo al ritmo de la rumba. Sus puntos fuertes (la química entre los autores, la autenticidad de su sonido, la profundidad de sus temas) superan con creces sus flaquezas. Es un álbum para saborear lentamente, como un buen vino, y dejar que sus aromas, de alegría, nostalgia y resistencia, se queden contigo mucho después de la última nota.

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