julio 10, 2025

Tatuaje y su viaje nostálgico a los días de consolas de 8 bits

Por fin ha llegado el momento: Tatuaje [TTJ], el trío valenciano-sevillano afincado en Barcelona, ha soltado su primer zarpazo de larga duración con «Niños Perdidos«, un debut que se tambalea entre la euforia desbocada y el caos autoconsciente. Tras el aperitivo de su EP «Malas Decisiones Para Toda la Vida«, Mike Fernández y Paco Fuster han decidido que no basta con abrir la puerta; hay que derribarla a guitarrazos y dejar que los sintes se cuelen como un vendaval de neón. Este álbum, un collage de punk vitaminado, surf rock con resaca y pop electrónico con más capas que un videojuego de los 2000, es una invitación a una fiesta donde todos están invitados, pero no todos sobrevivirán al subidón.

Desde el primer single, ‘Luna Rosa‘ (con la colaboración de Bernal), Tatuaje dejó claro que no venía a susurrar. La pista arranca con un riff que podría haber sido robado de una sesión perdida de The Strokes, pero rápidamente se sumerge en un charco de sintetizadores que recuerdan a los días en que Hot Chip y LCD Soundsystem dominaban las pistas de baile alternativas. Es un arranque prometedor, una declaración de intenciones que se consolida con el tema titular, «Niños Perdidos«, donde las guitarras afiladas chocan con una caja de ritmos que parece sacada de un club berlinés a las 4 de la mañana. Y luego está ‘6 Puñales‘, el golpe final que confirma que este trío (o dúo con amigos, según el día) tiene la ambición de convertir cada corte en un himno instantáneo.

Musicalmente, «Niños Perdidos» es un crisol de influencias que no se molesta en disimular su ADN. Hay ecos del punk juguetón de Wavves, el hedonismo descarado de Crystal Castles y hasta un guiño al pop español de los 2000 que bandas como La Casa Azul perfeccionaron. La producción, a cargo de los propios Fernández y Fuster, es un ejercicio de maximalismo controlado: capas de autotune que barnizan las voces, baterías electrónicas que golpean como martillos y estribillos que se pegan al cerebro como chicle en el zapato. Su versión de ‘Yo Invito‘ de Amaia, por ejemplo, transforma el original en una bestia de baile con un toque de irreverencia que la hace sonar como si Fangoria hubiera decidido colaborar con Los Punsetes. Es un acierto, pero también un recordatorio de que Tatuaje brilla más cuando juega con sus propias reglas.

Las letras, por su parte, son un viaje nostálgico a los días de consolas de 8 bits, películas de videoclub y dibujos animados con doblajes cuestionables. Hay una celebración de la cultura pop de finales de los 90 y principios de los 2000 que se siente genuina, pero también un trasfondo de melancolía que nunca termina de explotar. En «Niños Perdidos«, cantan sobre estar atrapados en un limbo generacional, entre la adultez y el recuerdo de una infancia que se desvanece, pero las palabras a menudo se pierden en la vorágine sónica. Es un disco que prefiere gritar a reflexionar, y aunque eso le da una energía arrolladora, también lo deja cojeando en los momentos en que podría haber profundizado más.

La atmósfera de este LP es puro subidón: un chute de serotonina envuelto en luces estroboscópicas y sudor de pista de baile. Escuchar ‘Paco Te Quiero‘, con la colaboración del homónimo, es como meterse en una cápsula del tiempo que te escupe en una rave adolescente con olor a Red Bull y purpurina. Pero esa misma intensidad es su talón de Aquiles. El álbum no sabe cuándo parar, y hacia el final, la fórmula de estribillos pegadizos y sintes saturados empieza a sentirse repetitiva. Es como si Tatuaje hubiera invitado a todos sus amigos a la fiesta, pero olvidara que a veces menos es más.

En el panorama alternativo actual, «Niños Perdidos» se sitúa en un terreno intermedio entre el descaro lo-fi de Cariño y la ambición de Carolina Durante en sus momentos más experimentales. Sin embargo, le falta la precisión quirúrgica de unos o la cohesión narrativa de otros. Es un debut que derrocha carisma y actitud, pero que no termina de encontrar su centro. Los puntos fuertes (la energía infecciosa, las colaboraciones bien integradas, el guiño nostálgico) son innegables, pero los débiles (la falta de variedad, la profundidad lírica sacrificada por el impacto) impiden que el disco alcance la grandeza que promete.

«Niños Perdidos» es un grito de guerra para los que crecieron con Game Boys y VHS, un álbum que te agarra del cuello y te arrastra a la pista de baile sin pedir permiso. Pero también es un debut que, en su afán por abarcarlo todo, se queda a medio camino de ser memorable. Tatuaje tiene el potencial para ser una fuerza imparable en la escena emergente española; ahora solo necesitan afinar el tiro. Por ahora, este es un disco para perderse en el momento, no para quedarse a vivir en él.

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