The Cat Empire siempre ha sido una banda que desafía las etiquetas, un colectivo que mezcla géneros con la despreocupación de un DJ callejero y la precisión de un ensemble de conservatorio. Con su décimo álbum de estudio, «Bird in Paradise«, lanzado a través de BMG Australia, los australianos regresan con un trabajo que destila su esencia más pura: una explosión de ritmos afrocubanos, brasileños y flamencos, envueltos en vientos exuberantes y percusión que golpea como un corazón acelerado. Este disco no es solo un regreso a sus raíces más orgánicas, sino una afirmación de su habilidad para seguir evolucionando sin perder el alma festiva que los define. Es, en palabras de la propia banda, un sucesor espiritual de «Two Shoes«, aquel sophomore effort que destiló su debut en algo más crudo y complejo. Pero «Bird in Paradise» no se conforma con mirar atrás; en cambio, abre un portal hacia un mundo nuevo, uno que vibra con texturas globales y una espontaneidad casi palpable.
Desde el primer compás del tema titular, ‘Bird in Paradise‘, el álbum te arrastra a un torbellino de energía cinética. La voz de Felix Riebl, siempre un faro de carisma despreocupado, se entrelaza con la de Grace Barbé en un criollo seychellense que suena como una danza entre el océano y la tierra. Es un comienzo que establece el tono: este es un disco que no teme cruzar fronteras lingüísticas ni culturales, con más idiomas que nunca en su discografía. Hay algo profundamente liberador en esa decisión, como si The Cat Empire hubiera decidido despojarse de cualquier atadura para abrazar un caos creativo que, milagrosamente, termina cohesionado. La producción, liderada por el equipo habitual de Riebl, Ollie McGill, Richard Tedesco y Roscoe James Irwin, junto con las contribuciones de Lazaro Numa y Barbé, captura esa magia de la sala en vivo. Es un rechazo consciente a las capas fragmentadas de la producción moderna, y el resultado es un sonido que respira, suda y te invita a moverte con él.
Musicalmente, «Bird in Paradise» es un tapiz de influencias que se siente tanto familiar como audazmente fresco. ‘La Gracia‘ te transporta a las calles empedradas de España con su guitarra flamenca y metales que resuenan como un eco de las plazas de Sevilla, mientras que ‘Blood on the Stage‘ canaliza la adrenalina de una noche de gira con un groove que podría hacer temblar las paredes de cualquier club. ‘Doing Fine‘ es gasolina para la pista, una mezcla de percusión afrocubana y coros que te desafían a no cantar a pleno pulmón. Hay ecos de bandas como Gogol Bordello en su fervor multicultural o de Manu Chao en su habilidad para tejer lo global con lo íntimo, pero The Cat Empire sigue siendo inimitable. Donde otros podrían caer en la caricatura, ellos encuentran autenticidad, gracias en parte a la destreza instrumental que los ha sostenido durante dos décadas.
Las letras de Riebl, siempre enigmáticas y cargadas de imágenes poéticas, brillan con un brillo particular aquí. En ‘Shooting Star‘, hay una melancolía disfrazada de celebración: «We’re just a spark in the dark / A fleeting mark on the chart«, canta, mientras los vientos y las cuerdas elevan la pista a algo casi trascendental. Es un recordatorio de que, bajo el jolgorio, The Cat Empire siempre ha sabido inyectar reflexión en sus himnos. ‘Sparrow in the Night‘ lleva esto más lejos, con una introspección que se presenta como una conversación a medianoche bajo un cielo estrellado. Sin embargo, no todo el álbum alcanza esas alturas líricas; temas como ‘Oh Eh‘ y ‘Blackout Blues‘ se apoyan más en la vibra que en la sustancia, lo que puede dejar a los oyentes deseando un poco más de peso emocional para equilibrar la euforia.
La producción es uno de los puntos más fuertes de «Bird in Paradise«. Al optar por grabar en vivo, la banda captura una química que no se puede fabricar en postproducción. Escuchas el roce de las baquetas, el aliento en los metales, el eco de las cuerdas en la sala. Es un enfoque que recuerda a los días de «Steal the Light«, pero con una madurez que solo el tiempo puede otorgar. Sin embargo, esta crudeza tiene un costo: algunos momentos, como el cierre algo abrupto de ‘Devil‘, pueden sentirse inacabados, como si la banda hubiera priorizado la espontaneidad sobre el pulido. Para los fans de toda la vida, esto será un encanto; para los nuevos oyentes, podría percibirse como una falta de enfoque.
«Bird in Paradise» es la culminación y una reinvención. Si «Where the Angels Fall«) fue un ejercicio de introspección y experimentación, este álbum es su contraparte extrovertida, un grito de alegría que no teme ensuciarse las manos. Comparado con contemporáneos como Bomba Estéreo o Quadro Nuevo, The Cat Empire sobresale por su habilidad para equilibrar la sofisticación instrumental con una energía primal. Sin embargo, donde Bomba Estéreo podría inclinarse más hacia la electrónica o Quadro Nuevo hacia el jazz, «Bird in Paradise» se mantiene firmemente anclado en el terreno de la fiesta global, un lugar que la banda ha reclamado como suyo desde el principio.
Sus puntos débiles son pocos pero notables. La intensidad constante puede agotar en una sola escucha; hay poco espacio para respirar entre los picos de euforia. Y aunque la diversidad lingüística es un triunfo, a veces las transiciones entre estilos pueden sentirse abruptas, como en la yuxtaposición de ‘Going to Live‘ y ‘La Gracia‘. Pero estas son quejas menores frente a la pura vitalidad del disco. «Bird in Paradise» es una celebración de la conexión humana, un recordatorio de que la música puede ser un puente entre culturas y un refugio en tiempos inciertos. The Cat Empire no solo ha regresado; ha elevado el vuelo, demostrando que, después de todos estos años, aún tienen alas para sorprender.