Hay algo profundamente evocador en la manera en que All Around Folks teje su tapiz sónico, un equilibrio delicado entre la vastedad polvorienta de la América rural y los ecos serpenteantes de la India clásica. Con su segundo álbum, «Roshanee«, esta formación madrileña (enriquecida por la voz neoyorquina de Kristin Wheeler y la visión de María Coronado y Álvaro L. Melgar) da un paso hacia adelante, expandiendo las fronteras de su debut homónimo de 2022. Si aquel primer disco fue una carta de presentación que conquistó a la crítica con su fusión de folk americano y texturas hindustaníes, «Roshanee» es una declaración de intenciones: un trabajo más ambicioso, más robusto y, en momentos, más visceral, que demuestra que la banda no está aquí solo para habitar un nicho, sino para redefinirlo.
El álbum arranca con ‘I Hear the Road‘, un corte que destila nostalgia pura a través de la voz de Wheeler, reminiscente de los días de infancia en Massachusetts. Es un folk introspectivo, con guitarras de 12 cuerdas que resuenan como un eco lejano de Fairport Convention, pero elevado por un sitar que no busca dominar, sino dialogar. Aquí está uno de los mayores triunfos de «Roshanee«: la integración orgánica de elementos orientales (el sitar de Melgar, la tabla de Jorge Lozano) con la tradición occidental, sin caer en el pastiche psicodélico de los 60 que tantas bandas han reciclado hasta el cansancio. En lugar de evocar a George Harrison en su fase Maharishi, All Around Folks mira más hacia el espíritu expansivo de bandas como The Byrds, pero con un toque terrenal que los ancla en el presente.
La producción, a cargo de Mark Janipka y masterizada por Rubén Becerra, es un punto álgido. Cada instrumento respira, desde el Hammond que añade un calor gospeliano en ‘Miles Away‘ hasta la batería de Miguel Arriero que, por primera vez en la discografía de la banda, irrumpe con una intensidad que transforma su sonido. Este tema, con sus coros que podrían haber sido arrancados de una iglesia sureña, explora el anhelo de reconexión en relaciones fracturadas, y las voces de Wheeler y Coronado se entrelazan con una química que recuerda a las armonías de Gillian Welch y David Rawlings, aunque con un trasfondo más esperanzador. Sin embargo, la mezcla a veces peca de querer abarcar demasiado: en ‘Highway 55‘, la batería y las guitarras eléctricas compiten por el protagonismo, dejando a la tabla y al sitar relegados a un segundo plano, lo que puede desorientar a quienes buscan esa fusión equilibrada que define a la banda.
Líricamente, «Roshanee» se sumerge en temas de raíces, renacimiento y resistencia. ‘Ophiusa‘, el corte más sureño del álbum, bebe de la Creedence Clearwater Revival y los Allman Brothers, con un riff pantanoso que se siente como un amanecer tras una noche tormentosa. Habla del resurgir tras una ruptura, y su energía cruda contrasta con la delicadeza de ‘Eivissa‘, una pieza casi espiritual que flota en un mar de sintetizadores y mandolinas, evocando un trance meditativo que podría encajar en el catálogo de Pentangle si estos hubieran abrazado la electrónica. Pero no todo brilla con la misma intensidad: ‘Same Colored Eyes‘ se percibe algo genérica en su estructura folk-rock, y aunque las armonías vocales son impecables, carece del riesgo que hace destacar al resto del disco.
Las influencias de All Around Folks son un mapa estelar que conecta puntos dispares: el folk-rock de Led Zeppelin en “Zoso” (de su debut) muta aquí en un sonido más musculoso, mientras que el uso del sitar y la tabla remite a Ravi Shankar, pero despojado de su solemnidad clásica y adaptado a un contexto más accesible. Comparados con contemporáneos como The Weather Station, que también juega con la tradición folk desde una perspectiva moderna, All Around Folks se distingue por su voluntad de cruzar océanos culturales. Sin embargo, a diferencia de Fleet Foxes, cuya precisión puede rozar lo académico, este disco abraza una espontaneidad que a veces roza el caos, como en la grabación en vivo de ‘Rocket Science‘, donde la energía desbocada compensa ciertas imperfecciones técnicas.
El significado más profundo de «Roshanee» (término que en hindi significa ‘luz’) reside en su capacidad para iluminar conexiones improbables. Es un álbum sobre encontrar hogar en el desplazamiento, ya sea geográfico, emocional o musical. La pintura de la portada, creada por niños con ingredientes naturales, refleja esta idea: un acto de creación instintiva y libre, sin pretensiones. Pero también hay una sombra: la ambición de incorporar nuevos elementos como baterías y sintetizadores a veces diluye la singularidad de su fórmula original, y el oyente puede añorar la intimidad austera del debut.
«Roshanee» no es perfecto, pero su imperfección es parte de su encanto. Es un disco que te invita a perderte en sus caminos polvorientos y especiados, a sentir el peso de la distancia y la ligereza de la redención. All Around Folks ha dado un salto valiente, y aunque no siempre aterriza con gracia, su luz, esa roshanee, brilla lo suficientemente fuerte como para guiarnos hacia su próximo capítulo.