En «Old Enough to Save Myself«, el segundo álbum de Rumia, la artista se sumerge en las aguas turbias de la memoria personal y el crecimiento emocional con una mezcla embriagadora de melancolía trip-hop y una calidez acústica que abraza como una manta gastada. Producido por Manuel Colmenero, este disco es un ejercicio de equilibrio entre lo electrónico y lo orgánico, un lienzo sonoro donde el piano y la guitarra se entrelazan con pulsos sintéticos y texturas etéreas. Si su debut fue una promesa susurrada, este álbum es una declaración: Rumia ha encontrado su voz, y es tan frágil como feroz.
El ADN del disco evoca los días dorados del trip-hop de los 90 (piensa en Portishead, sobre todo mientras suena ‘Shift in the Air‘, o en los momentos más introspectivos de Massive Attack), pero con un giro contemporáneo que lo alinea con artistas como Phoebe Bridgers o incluso el lirismo cinematográfico de Lana del Rey. Sin embargo, Rumia no se conforma con habitar las sombras de sus influencias. Hay un eco de la experimentación emocional de Radiohead en la forma en que las canciones se despliegan, como si cada nota estuviera al borde del colapso, y un destello de la languidez soñadora de Mazzy Star en su entrega vocal, que flota entre la resignación y la esperanza.
El corazón del álbum late con más fuerza en ‘Kept All the Pain‘, una pieza central que destila su esencia temática y sonora. Con un ritmo downtempo que se arrastra como una procesión fúnebre, la canción se construye sobre capas de sintetizadores brumosos y un piano que gotea como lluvia en un cristal empañado. Las letras (Wasn’t in my power to save them / If known, I would’ve saved myself) cortan como un bisturí, exponiendo el peso del trauma generacional y el silencio que lo perpetúa. Es un momento crudo, casi insoportablemente íntimo, que captura la lucha de Rumia por liberarse de las cadenas invisibles de la dinámica familiar. Aquí, su voz no solo canta, sino que confiesa, y el resultado es tan catártico como devastador.
A lo largo de «Old Enough to Save Myself«, las letras funcionan como un diario abierto, explorando la madurez como un acto de resistencia. Hay una honestidad descarnada en cómo Rumia aborda la vulnerabilidad, no como una debilidad, sino como un campo de batalla. Canciones como la titular ‘Old Enough to Save Myself‘ combinan acordes acústicos con un trasfondo electrónico que se siente expansivo, casi cósmico, mientras ella reflexiona sobre la autonomía emocional con una mezcla de alivio y agotamiento. Es un tema que podría compartir espacio con el ‘Punisher‘ de Bridgers, pero donde Bridgers se inclina hacia lo cotidiano, Rumia eleva su narrativa a algo más mítico, como si estuviera tejiendo su propia odisea personal.
La producción de Colmenero es un triunfo en sí misma, logrando que cada elemento (desde los rasgueos de guitarra hasta los destellos de percusión) se sienta intencional y vivo. Sin embargo, no todo en el álbum alcanza la misma altura. Algunos cortes en la segunda mitad, aunque hermosos, tienden a difuminarse en una bruma melancólica que puede encontrarse repetitiva en algún momento. Falta un poco de la tensión dinámica que canciones como ‘Kept All the Pain‘ manejan tan bien, y en ocasiones el disco corre el riesgo de ahogarse en su propia introspección. Es un defecto menor, pero uno que impide que «Old Enough to Save Myself» alcance la trascendencia absoluta.
Aun así, sus puntos fuertes son innegables. La habilidad de Rumia para destilar emociones complejas en imágenes poéticas (el peso de una familia que no puede sostenerse, el alivio de soltar lo que nunca fue suyo) es lo que la distingue. Comparada con sus contemporáneos, tiene la intensidad emocional de una Chelsea Wolfe, pero con una paleta sonora más accesible, menos abrasiva. Donde Wolfe podría incendiar el paisaje, Rumia lo inunda, dejando que las olas de su voz y sus arreglos te arrastren lentamente.
«Old Enough to Save Myself» no es un álbum que te golpee de inmediato; es una corriente subterránea que te arrastra antes de que te des cuenta. Es un testimonio de la fortaleza que se encuentra en la fragilidad, un recordatorio de que madurar no es solo sobrevivir, sino aprender a salvarse a uno mismo. Con este lanzamiento, Rumia no solo consolida su lugar en la escena alternativa, sino que nos invita a mirar nuestras propias heridas con la misma valentía.