febrero 12, 2025

«Danzas de Amor y Veneno», un baile (desigual) entre la experimentación y la fórmula pop

Sila Lua regresa con «Danzas de Amor y Veneno«, un álbum que se anuncia como un paso adelante en su trayectoria, explorando la dualidad de la vida a través de una fusión de electrónica, pop y ritmos latinos y africanos. Producido junto a Pau Aymí, el disco promete melodías vocales más complejas y un sonido más bailable, alejándose del estilo más oscuro y hablado de sus trabajos anteriores. Sin embargo, a pesar de las buenas intenciones y la evidente ambición, «Danzas de Amor y Veneno» se siente como un baile desigual entre la experimentación y la fórmula pop, dejando una sensación de potencial desaprovechado.

Sila Lua despliega un amplio abanico de influencias en este nuevo disco, desde el bolero y la bossa nova hasta el reggaetón, el funk carioca, el dembow, la salsa, la bachata, el afrobeat y el afro-house. Esta mezcla, que en teoría podría resultar explosiva y refrescante, se diluye en la búsqueda de la accesibilidad. Si bien se perciben los distintos géneros, estos se integran de una forma superficial, sin llegar a crear una verdadera fusión que genere un sonido distintivo. Tenemos la sensación como si se hubieran añadido toques de cada estilo para cumplir con la promesa de eclecticismo, en lugar de explorarlos en profundidad y encontrar una síntesis original. La base electrónica, aunque presente, a menudo es genérica y poco arriesgada, sin aportar la fuerza o la innovación que se esperaría de una propuesta que busca «ensanchar la música pop».

El álbum se presenta como un trabajo conceptual que gira en torno a la dualidad de la vida y la búsqueda del equilibrio. Sila Lua explora las tensiones entre los sueños y la realidad, las decepciones y los impulsos, la vulnerabilidad y la fortaleza. Sin embargo, estas ideas, aunque interesantes, se expresan a través de letras que se pierden en la abstracción y la vaguedad. Se utilizan metáforas y simbolismos que, en lugar de generar una conexión emocional con el oyente, crean una barrera que dificulta la comprensión y la empatía. Se echa en falta una mayor concreción y una exploración más profunda de las emociones que se pretenden transmitir. La vulnerabilidad que se menciona en la promoción del disco a menudo se siente impostada, sin llegar a conmover o a generar una verdadera sensación de intimidad.

La producción de Pau Aymí, con colaboraciones adicionales de Marcio Arantes, Dj Gabriel do Borel y Sherry Fino en algunos temas, se centra en la pulcritud y la corrección, restando fuerza a la experimentación. El sonido es limpio y equilibrado, pero carece de la crudeza o la imperfección que se esperaría de una propuesta que se define como «alternativa». Los ritmos, aunque bailables, se sienten a menudo predecibles y poco arriesgados. Se echa en falta una mayor exploración de texturas sonoras o una búsqueda de un sonido más distintivo. La colaboración vocal con Reinel Bakole en ‘Solo amigos‘, aunque interesante, no logra elevar el nivel del conjunto.

«Danzas de Amor y Veneno» prometía ser un baile entre la experimentación y la accesibilidad, entre la oscuridad y la luz. Sin embargo, se queda a medio camino, ofreciendo una propuesta que, si bien demuestra el talento y la ambición de Sila Lua, no logra conectar con el oyente a un nivel emocional profundo ni ofrecer una visión verdaderamente original de la música pop.

Estamos ante un álbum que gustará a aquellos que buscan una escucha ligera y agradable con toques de ritmos latinos y africanos. Sin embargo, para aquellos que buscan una propuesta más innovadora, arriesgada o con una mayor profundidad emocional, este disco se quedará corto.

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