En el vasto universo de lanzamientos musicales, donde todo tipo de propuestas compiten por un espacio en nuestros oídos, llega «Radar«, el tercer álbum de estudio de SOYLA. La banda barcelonesa, liderada por Micky Laborde y Jordi Pegenaute, despliega un sonido que evoca ecos familiares, pero que lucha por encontrar una identidad propia en un panorama musical cada vez más homogéneo.
«Radar» se mueve cómodamente en las coordenadas del rock-pop contemporáneo, con melodías accesibles, riffs de guitarra que cumplen su función y una producción pulida. Sin embargo, esta familiaridad se convierte en su principal debilidad. El álbum suena a algo que ya hemos escuchado antes, sin ofrecer una propuesta que realmente nos sorprenda o nos conmueva. Las influencias, que según la promoción beben de The National, Interpol o Smashing Pumpkins, se diluyen en un sonido que, si bien no es desagradable, tampoco resulta particularmente memorable.
Las letras de SOYLA abordan temas universales como el amor, la superación personal y los desafíos de la vida moderna. Tras darle varias escuchas al álbum pensamos que ciertos temas se tratan de forma superficial, sin explorar las complejidades emocionales que prometen. ‘Triste Pegador‘, el focus track, intenta abordar el tema del maltrato con sensibilidad, pero se queda en una descripción, sin llegar a generar una verdadera conexión emocional con el oyente.
La producción de «Radar«, a cargo de la propia banda y Carlos Hernandez, es profesional y cuidada. El sonido es limpio y equilibrado. Los arreglos son correctos, pero no arriesgan ni experimentan con nuevas texturas sonoras. Sin duda, el resultado es un álbum que suena bien.
La metáfora del radar, utilizada para describir el álbum, resulta irónica. En lugar de encontrar una señal propia, SOYLA parece estar captando las ondas de otras bandas, sin lograr sintonizar con una frecuencia única. «Radar» es un álbum que cumple con los estándares del rock-pop contemporáneo, pero que no ofrece nada nuevo. SOYLA demuestra tener talento, pero necesita arriesgar más y encontrar una identidad propia que la distinga del resto.