marzo 28, 2024

Ni un puto pinganillo

Hemos tardado tanto en hacer esta crónica, que ya no sabemos si es porque no nos da la vida en la vorágine del día a día que nos engulle de forma implacable o por el respeto que nos infunde semejante plantel, véase Ferrán Pontón, Ricky Lavado, Xavi Molero, Pablo Garrido, Charlie Bautista y Ricky Falkner. En el fondo, puede haber un poco de todo esto en la demora, pero nunca es tarde, si la banda es buena.

Y otra cosa no, pero Egon Soda son mucho más que realmente buenos. Sicarios de la música, que ejecutan la faena con la precisión de un reloj suizo y la fiabilidad de un automóvil alemán allá donde se les requiere. Amigos, compañeros que viven de otros proyectos, en sitios distintos, cada uno con sus manías que se han ido nutriendo de su experiencia y amplio bagaje, y de vez en cuando surge la magia y se juntan.

Se presentaron en la Sala Upload para mostrar su último encargo, nosotros preferimos definirlo así porque cuando alguien disfruta tanto de lo que hace con sus amigos, está feo llamarlo trabajo. «Bellaurora» es el quinto álbum del grupo, cocinado a fuego lento en los primeros compases del confinamiento por las maquetas de Ferrán, con un sonido muy reconocible envuelto en una percusión selecta, guitarras melódicas, teclas con vida propia y la voz rozada del Sr. Falkner. En él se aprecian lamentos y necesidades, el anhelo del calor humano pausado, la resiliencia y ganas de salir del agujero, a pesar de todo. En este disco dejan a un lado su temática más comprometida de «El Rojo y El Negro» para emerger con letras llenas de calidez. Como una metáfora de los tiempos que corren, el nombre del disco viene de la resistencia de la que hace gala un cartel comercial en un edificio abandonado situado en medio del urbanismo capitalista del centro de Barcelona.

Este concierto se resume perfectamente con la frase que pronunció Jota en los primeros compases de la velada: “ni un puto pinganillo lleva esta gente”. Se sumó a la fiesta la jovencísima Anne Lukin y permítannos atrevernos a decir que muy posiblemente se trate de lo mejor que presenciaremos en este 2023, porque esta comunión encima del escenario es complicada de ver y muy difícil de alcanzar.

Una banda de culto cuya comprensión está al alcance de no tantos. Ellos dicen que cada vez que se reúnen para tocar, es como volver al hogar. Puede que ese colchón que supone la independencia de sus miembros, sustentado en la versatilidad de sus trayectorias, sea uno de los ingredientes principales de su longevidad. Insuflan vida en este páramo estéril, tocando casi diríamos por placer, por el mero hecho de regalar el talento que atesoran a quien quiera recibirlo. Gracias Egon Soda, por ser y estar.

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