Informamos desde esta misma web que la recogida de firmas que abrimos en change.org el lunes pasado, ya ha superado las 100 firmas que requeríamos. Aun así, podéis seguir firmando y apoyando la liberación del ukelele y es que la causa #freeukelelesadness solo terminará cuando él consiga su libertad total. Aun nos parece increíble que se haya podido producir un robo de un instrumento en presencia de tanta gente, seguridad y miembros de la banda y que, desde el viernes 20, aun no haya aparecido dicho objeto.
Al margen de robos de Ukeleles, es mejor relatar la crónica de lo vivido en el super-happy-sideral concierto de Carlos Sadness dentro del ciclo de conciertos de música independiente nacional que organiza el Ocho y Medio con motivo de su cumpleaños:
Realmente sigo sin entender como un tipo tan indie que hace música con tan buen rollo, optimismo y exquisitez, puede tener en su nombre la palabra Sadness. Ironías de la vida, digo yo. Lo cierto es que Carlos fascina. Salir e irrumpir en el escenario con esa melenaza al viento (que ya quisieran algunas), sonrisa de oreja a oreja puesta y llevar toda la fiesta encima para repartir a cada uno de los allí presentes, pues si, fascina, alucina, encandila…
Como dice su `Hoy es el día´, el viernes realmente fue el día de Carlos Sadness. Por algo, una gran fila daba la vuelta a todo el edificio en el que se encuentra entre otros locales, el Ocho y Medio. La presentación de su nuevo disco «La idea salvaje» unido al 15 aniversario de este famoso local, revolucionaron el mundo indie por completo. Su compañero de escenario, Amatria abrió boca pero no lo suficiente para un público que pedía a gritos mover el esqueleto y sentir por un momento en octubre, un teletransporte cósmico al verano con temas como `Miss Honolulu´, `Bikini´, `Perseide´ o `Au Revoir´.
Las lentas (`Ciencias celestes´, `No vuelvas a Japón´, `Feria de Botánica´, `Días Impares´, `Monteperdido´… ) también tuvieron hueco en la noche estelar de Sadness y de su público que se sabían absolutamente todas las canciones.
De repente vimos a Sadness aparecer al fondo del escenario y mi sonrisa resultó mas amplia si cabe de imaginarme lo que podría suceder de un momento a otro, un improvisado acústico con ukelele incluido (aún en escena), pero no. Era imposible que en esa sala abarrotada de fans y con tantas ganas de bailar y disfrutar, pudiese haber un momento de silencio absoluto para que Carlos interpretase un tema de una forma diferente. Nada, no hubo manera, volvimos al escenario de nuevo donde todo se tornaba astronómico.
Los acordes de `Que electricidad´ fueron los últimos en los que saltamos como niños, cantamos como si nos fuésemos a quedar sin voz y sonreímos de jodida felicidad. Carlos Sadness demostró que sus canciones no solo son carne de festival de verano sino que también pueden abarrotar salas en invierno y volvernos locos de remate. Tan locos como para hacer muchos sold outs donde hagan falta. Ah! y por recuperar a toda costa el ukelele también, no se puede permitir que a un músico le quiten su material de trabajo y no se haga nada por remediarlo. Seguimos con la causa #freeukelelesadness!!!
«Somos estrellas ardiendo en la noche, ni siquiera los astrónomos sabrían darnos nombre».