Nacho Vegas es uno de esos artistas incapaces de dejar indiferente a nadie que se coloca ante él. Algunos, como si se tratase de un dios, lo idolatran; otros en cambio aborrecen su propuesta; incluso hay quienes oscilan entre ambas ideas, personas a las que jamás encontrareis a mitad de camino que las une.
Tras años de ausencia Nacho Vegas visitaba el Pazo da Cultura de Pontevedra, dentro del Ciclo Voices, para presentar su último trabajo “Mundos Inmóviles Derrumbándose”, un trabajo del que dio buena cuenta gracias a temas como ‘Big Crunch’, ‘El Don de la Ternura’ y, por supuesto, ‘Ramón In’, una canción que demuestra que aunque la deriva social del Nacho Vegas ahora el eje vertebral de sus composiciones siempre hay espacio para escuchar historias de descarnadas derrotas.
Debo reconocer que comencé el concierto un tanto dubitativo. Nacho Vegas jugaba a ser Nick Cave en ‘Belart’ pero algo desentonaba en aquella elegante puesta en escena ¿Sería el ambiente? ¿La voz del propio Vegas? No lo sé pero la extrañeza se hacía patente. Así que uno de mis mayores miedos al acercarme al Pazo da Cultura afloraba de nuevo. Este sería mi primer concierto de Nacho Vegas sin aquella banda de lujo que le acompañaba (León Benavente), una pérdida que se antojaba muy dura pero que se ha solventado de buena manera. Siempre es un lujo encontrarse a Joseba Irazoki sobre un escenario, flanqueado en esta ocasión por Juliane Heinemann, quien se ha integrado a la banda de manera inconmensurable. Completan esta nueva banda Manu Molina a la batería junto al siempre intachable Hans Laguna y el apoyo de los teclados de Ferrán Resines.
Años después Vegas sigue emocionando en directo. Capaz de interpretar en la soledad del escenario esa oda a la muerta titulada ‘El Ángel Simón’ o conmover a un auditorio con la inmensidad de ‘La Pena o la Nada’. La sobriedad, en su caso, no es un accesorio sino una característica de un artista que ha sabido evolucionar acorde a los años sin perder un ápice de su esencia. Ese carisma casi místico lleva acompañando al asturiano desde hace décadas y lejos de perder misticismo, al volverse cantautor de trinchera, se ha acrecentado hasta niveles que sus más fieles no llegan a comprender.
Puede que la propuesta de Nacho Vegas, a ti, no te llame, no conectes con sus letras o con su manera de ver la realidad pero lo que nunca podremos discutir es la valentía del asturiano. Capaz de reivindicar un idioma propio, de enfrentarse a la homofobia, al machismo y defender la libertad de expresión porque sí, Nacho, de momento ninguna canción ha matado (aunque algunas, no pocas, sigan doliendo).