En el fondo, no somos del todo objetivos con Rufus T Firefly, pero aunque pusiéramos todo el empeño en ello, desde el minuto cero llevan a cabo una puesta en escena como la que hicieron en el Casino de Asturias, y se nos hubiera caído toda fachada a los pies.
Uno a uno fueron saliendo los miembros, hasta completar la formación mientras se sumaban a la pieza instrumental perfectamente engrasada del resto y empezamos a ver de primera mano todos los matices que han creado en «El Largo Mañana«. En este último trabajo, la banda de Aranjuez ha salido de su zona de confort psicodélica y se ha lanzado de lleno hacia sonidos más sofisticados y setenteros. Es más que valiente aparcar a un lado con lo que te ha llevado a hacerte un nombre en la escena musical,
para seguir el curso natural de una evolución y una madurez en su sonido y apariencia que pocos esperábamos después de la réplica de «Magnolia«.
Es arriesgado también lanzarse a la carretera para tocar lo que tienes entre manos antes de que se publique en el altavoz de las grandes plataformas y canales, máxime cuando lo que tienes entre manos no tiene demasiado que ver con lo que has hecho hasta ahora y honestamente, creemos que son este tipo de acciones las que los definen y los han llevado a crear un LP denso, con cuerpo y aromático, como el buen café. Les sienta como un guante el refuerzo que le han dado a la percusión, motivado más por los matices que pretenden aportar que por una necesidad (Julia se basta y se sobra), con timbales y bongos que tiñen sus sonidos y melodías del más puro soul afroamericano, y puede que los más agradecidos sean los acordes del bajo de Miguel de Lucas, que ha adoptado esta estética R&B como si la llevara esperando toda una vida.
Incluso el escenario elegido no parecía fruto de la casualidad, una Sala Acapulco de otra época, más dorada, que remaba a favor del sonido enmoquetada, con sillones reservados, pulcros excusados y paredes estampadas, donde el público iba claudicando a medida que la banda madrileña iba pasándonos por encima con ‘Tempelhof‘ o ‘Torre de Marfil‘ mientras iban esparciendo generosamente ‘Polvo de Diamantes‘ con una calidad en el directo al alcance de no tantos, contando para la ocasión con el buen hacer del “Wonder” Charlie Moreno y la insultante juventud de Manola (Ballad is the new punk). Marta, esperamos tu pronta recuperación pero puedes estar tranquila porque mientras tanto, las teclas y los coros están en buenas manos.
Después de ocho discos (nosotros los descubrimos en una ingesta accidental de «Demerol y Piedras«), han alcanzado semejante nivel de excelencia, que pueden y deben permitirse una evolución constante que les haga explorar otros escenarios y contextos musicales para dar rienda a toda esa inquietud melancólica y dejar espacio suficiente a una creatividad indeterminada como estandarte.
No somos objetivos, lo reconocemos, pero tampoco nos dan demasiados motivos para poder serlo, nos envuelven y solo nos queda esperar expectantes qué será lo próximo que pueden llegar a hacer. La mala noticia es que ya nunca más abrirán con ‘Tsukamori‘, la buena es que no lo necesitan.