Siempre he dicho que la primera vez que vi en directo a Benjamin Clementine mi percepción sobre la música cambió. No fue un cambio de 180 grados ni me dejaron de gustar cosas que me gustaban hasta ese momento pero sin duda se me abrieron puertas y ventanas que dejaron entrar luz entre aquellos sonidos oscuros cargados de distorsión y afiladas guitarras.
Descubrí que se podía hacer pop desde una base y con una propuesta totalmente clásica y que subirse a un escenario muchas veces es más que cantar canciones, es interpretarlas; y sí, lo descubrí tras ver muchos directos de muchos grupos que se escriben con letras grandes en los festivales o que agotan miles de entradas en tan solo unas horas. Clementine no necesitó pantallas o luces para conseguir abrir esas puertas. Cuando anunció su gira europea tardé poco en agendar cual de sus concierto encajaba mejor en mi vida.
La fecha escogida fue la quinta de las siete en las que presentaba en Portugal «An evening with Benjamin Clementine and his Parisian String Quintet«, concretamente la que lo llevaba a visitar el Altice Forum de Braga, un espectacular espacio en el que Clementine y sus músicos congregaron a 1500 personas colgando desde las semanas previas a la cita el cartel de «no hay billetes», algo realmente llamativo si contamos que la presencia del londinense competía contra el mastodóntico y cercano Primavera Sound de Porto.
La noche arrancaba con la presencia de Beaven Waller sobre el escenario. Waller es un joven pianista estadounidense que tiene la difícil misión de subir a un escenario con la única compañía de un piano sabiendo que sobre él se posan más de 1500 de pares de ojos que esperan expectantes la presencia de otra persona. Sin llegar a apasionar la verdad es que Waller solventa esa difícil misión, es cierto que no se quedará en nuestra memoria pero la verdad es que sirvió como amena antesala a lo que estaba a punto de ocurrir.
A las 22.20 hora portuguesa, Benjamin Clementine aparecía en el escenario del Forum engalanado para la ocasión con un traje tartan de corte italiano con el que acentuaba su hábito de tocar descalzo. Mirada fugar al público, una sonrisa y el quinteto comenzaba con ‘Winston Churchill’s Boy‘ mientras Clementine, como soberbio maestro de ceremonias, caminaba livianamente de un lado a otro del escenario recorriendo con su miradas las primeras filas del recinto alejando de mi cabeza aquella imagen de músico distante que le acompaña a lo largo de su carrera. Pero fue con ‘God Save the Jungle‘, segundo tema del concierto, cuando se obró la magia. Para quien no conozca el tema en cuestión podemos decir que se trata de una canción no lineal, un tema que cambia de intensidad a medida que avanza, sube, baja, vuelve a subir… una melodía convertida en montaña rusa en la que Clementine decidió correr alrededor del estrado en el que estaba colocado su quinteto (a excepción de la chelista) al ritmo de la música. El silencio, ese respeto que en España parece haberse perdido por el artista, propiciaba que los sonidos de las cuerdas se mezclaban con cada pisada de músico, pisadas más potentes, pisadas más suaves, pisadas como una nueva y compleja línea melódica. Sí, algo diferente comenzaba a suceder en el escenario del Forum y las caras de la gente así lo reflejaban.
Con un timming completamente estudiado nos sumergimos en esa terna de temas que estructuraba su maravillo «At Least For Now«. Llegaba ‘Condolence‘ y el público, para sorpresa de Clementine, se convertía en coro del estribillo naciendo entre nosotros y el artista un juego de marcas en las que nos convertimos en la voz del concierto y un “estou muito contento” daba inicio a ‘London’. A partir de aquí podría hablarte de cómo suena ‘London’ en directo, tan solo con un piano y un quinteto de cuerdas o de cómo se vive en un auditorio que guarda un absoluto silencio pero ¿sabes? Sería imposible. A veces da igual la cantidad de conciertos a los que hayas ido, la cantidad de artistas a los que hayas visto o la cantidad de canciones que hayas escuchado, nada sirve para reflejar la grandeza de momentos únicos, y tristemente, irrepetibles.
‘Adios’ ponía el punto al concierto. El punto y seguido ya que Benjamin Clementine y su quinteto regresarían al escenario para agasajarnos con cinco nuevos temas que nos sumergieron en la parte más clásica del artista quien desmuestra que pese a ser autodidacta es capaz de moverse con soltura a través de terrenos vetados para los conservatorios y las grandes sinfónicas. Más de una hora y media de música que terminan con una atronadora ovación y una sonrisa de agradecimiento en los músicos, quienes convirtieron el pasado viernes en el mejor inicio posible de fin de semana.
Aplausos en pie, sonrisa, saludos de agradecimiento y luces encendidas nos conducen a la salida. Ya en el pasillo del Forum comienzan el clamor. De nuevo, sobre el escenario, nos encontramos a la banda completa entona ‘Cornerstone’ y nosotros tan solo podemos corresponder con sonrisas y palmas al ritmo de la música creando un momento de magia en el que Clementine decide abandonar su piano y micro en mano recorrer la sala saludando a los allí presentes, rompiendo esa cuarta pared que muchas veces es el escenario y convirtiéndose en uno más de nosotros para terminar acostado sobre el escenario convirtiendo, así de nuevo, uno de sus conciertos, en una experiencia única y majestuosa que de nuevo vuelve a encumbrarle como la gran estrella que es.
Con un «muito obrigado» y arropado por la última ovación de la noche, Benjamin Clementine y su quinteto de cuerda ponían fin a un concierto que quedará grabado en la mente de los allí presentes. Un concierto que nos anima a romper barreras y prejuicios gracias al talento y buen hacer de una artista como Benjamin Clementine.