Asistíamos este pasado sábado a una velada musicalmente variada en el Almo2Bar (que no AlmodoBar, aunque este otro local esté relativamente cerca) con el concierto de la ya experimentada Tulsa, teloneada por los jóvenes Masclans, ambos presentando sus últimos álbumes, «La calma chicha» (2015) y «Forest» (2016), respectivamente. Dos grupos, dos estilos, y un mismo público que se fue animando a medida que avanzaba la noche.
Arrancaban la noche los teloneros Masclans, todos en línea excepto su batería, y con el público aún un pelín frío, con ‘From the Woods’, tema que abre «Forest«. Tras «Fine, Thanks«, (2014), «Forest» se presenta como un álbum conceptual que explora los miedos e inseguridades humanas, y con el que ya pudimos ver que desde que Esteve Masclans formara banda en este segundo LP, sus compañeros de aventuras (Josep Puigdollers a la batería, Manel Musti a la guitarra, Gerard Amposta al bajo y Maurici Güell al teclado) por su bosque musical particular juegan un papel relevante no solo en la composición sino también en la interpretación de los temas. Así pues, la voz rasgada y dramática de Esteve Masclans, que ya conocimos en las actuaciones girando su primer álbum, y que encontramos también en la interpretación de la mayoría de los temas de «Forest«, especialmente ‘From the Woods’, ‘What a Shame’ y ‘Forest’, se vio potenciada por los coros que le daban el cuerpo necesario a los temas para contribuir a dejar huella en los asistentes y por los teclados y las guitarras en ‘Once I Had’, ‘What a Shame’ y ‘Homeland’.
Tres son los momentos que debemos destacar de la actuación de este sábado. En primer lugar, ‘Silver’ que, sin pertenecer al género, sonó con un curioso punto bossa nova con cierto swing ausente en la versión de estudio, quién sabe si preludio de lo que escucharíamos en ‘Take It’, otro de los momentos destacables, de la noche durante el que Esteve Masclans se emocionó al interpretarlo, acompañado de su guitarra y del baterista y descargando su energía con golpes al suelo con el pie. Finalmente, muy acertada encontramos la sucesión en el set list de ‘Forest’, ‘Midnight Gloom’ y ‘I Don’t Care’, que lograron por fin animar al público asistente. Cerrarían la noche con ‘Fine, Thanks’, que en cierto modo rompía ese crescendo que habían logrado con los tres temas anteriores.
Masclans apuntan como una banda que cuida las armonías vocales y la fuerza interpretativa así como el trabajo en equipo. Y es que, ya se sabe, la unión hace la fuerza. Y si es en música y existe sintonía entre las partes implicadas, aún más.
Y llegó el turno de Tulsa, quien, curiosamente, comenzó su actuación también con su ‘Bosque’ particular, con fuerte percusión un tanto amedrentadora cuya fuerza iría aminorando a medida que los sobrecogedores «dónde se esconde» de Miren Iza nos llegaban a lo más hondo del pecho. El alivio llegaría con ‘Leña’, con cuya lluvia de Brooklyn quedaríamos empapados y cuya base rítmica con tintes metálicos contrastaba con el sonido envolvente que domina el tema.
Sea como sea, pocos segundos le bastaron a Tulsa, acompañada de su banda, para asentar las bases de lo que sería una actuación sólida, en que la mirada al vacío de Miren Iza durante la mayor parte del tiempo producía un efecto inquietante a la vez que cautivador. Mirada que, efectivamente, tomaría una dirección concreta, fresca y amable, cada vez más y más cómoda y picarona, cuando se dirigía al público a medida que avanzaba la noche. El público respondió positivamente (aunque durante ‘El baile’ estuviera un poco parlanchín), y en su mayoría estuvo entregado desde el primer momento y logró vibrar con temas como ‘En tu corazón solo hay sitio en los suburbios’, ‘Matxikako’ y, sobre todo, ‘Oda al amor efímero’. Pero antes de llegar a ese punto de comunión total (que lo hubo), cuando se produjo la magia (y menuda ella), Tulsa no escatimaría en recursos comunicativos y breves pero efectivas presentaciones de sus canciones, que servirían de gancho y terminarían integrándose como un elemento más del tramado del espectáculo.
Las pequeñas dosis concentradas que son los temas de Tulsa influyeron muy positivamente en la fluidez del concierto, perfectamente trabado, no tanto por la temática de las letras sino melódicamente, resultando en tríadas como ‘El baile’, ‘Bórrame del mapa’ y ‘Verano averno’, en que la percusión sobre la guitarra de Miren no hizo más que contribuir al gran y pleno final instrumental.
Tras la presentación de rigor de sus acompañantes de banda, Miren dejaría la guitarra a un lado para ‘Los amantes del puente’ y nos conduciría a todos al balanceo a modo de espejo. Personalmente, les tengo especial aprecio a ‘Il futuro è donna’, por el elemento de ilusión intrínseco, y a ‘Gambetta’, por lo arriesgado de sus jadeos, temas que no faltaron, junto a ‘Carretera’, «canción vieja renovada» citando a la misma Miren y ‘Los ilusos’, en que Tulsa narra el contraste entre el mundo interior del que despiertas y sonríes tras darte cuenta de la realidad paralela que has creado.
Si un momento se valió el silencio sepulcral del público, este fue el que ocasionó ‘Ay’. Un silencio ceremonioso que Miren rompió con la broma que presta claramente el título de ‘Pequeñas embestidas’.
Cuando un concierto en una sala pequeña tiene bises no puede ser más que una buena señal, señal que se materializó este sábado con el regalo de ‘Solo me has rozado’, la coreada ‘Oda al amor efímero’ y ‘Flores’, con Miren sola en el escenario y su voz, que sin más acompañamiento instrumental que la percusión no hace más que multiplicarse para llegar a invadir tu yo interior.
Tras un concierto en que la contemplación y escucha de las letras fue vital para captar la esencia del imaginario y composiciones de Tulsa, solo nos queda decir que nos sobran los motivos para que Tulsa – que tiene otro álbum tras La calma chica, la banda sonora original de Los exiliados románticos de la que la noche del sábado solo pudimos escuchar unos pocos temas – vuelva a la Ciudad Condal con la excusa de presentarla de nuevo. No nos importaría en absoluto. Ahí lo dejo.