El viernes pasado, la banda catalana Sidonie inauguró la nueva sala de conciertos La Red Club en Mallorca, celebrando así el final de gira de su último disco «Sierra y Canadá» (2014). Desde aquí, un mallorquín os asegura que no es tarea fácil darle tirón a un nuevo club dentro de la línea alternativa en nuestra preciosa pero humilde isla. Empezando por esto, la sala ya merece cierto respeto y aprobación pero tras esa primera valentía, llegan las decepcionantes condiciones, empezando por la localización: nos encontramos en el epicentro y corazón de un polígono de mala muerte, sin transporte público disponible, ni bares, ni zonas alternativas, ni tan solo con buen ambiente. Pero aquí ya estamos acostumbrados a la fiesta en plan guerrilla, a los clubs improvisados y a tajarnos en callejones, así que centrémonos en el contenido del concierto y ya brindaremos por las buenas zonas de fiesta en otro momento.
Debo avisar que mi relación con Sidonie no ha sido demasiado amigable desde que les vi en Madrid por San Isidro este mismo año. Resumiendo un poco: desde la anterior vez que les escuché en directo en Arenal Sound de 2012 (ay, no me juzguéis que era joven y las entradas aún eran casi regaladas) y en el que me lo pasé como un enano, parecían haber entregado su alma y talento musical a cambio de unos cuantos hits pegadizos y simplones para llenar el aforo de pandillitas saltarinas, afónicas y etílicas.
Así pues, entré a la sala con dos recuerdos machacándose entre sí, con cierta incertidumbre sobre lo que me iba a encontrar pero también con bajas expectativas (sigh). El concierto empezó con un considerable retraso y sin teloneros para calentar al público, pero el grupo lo arregló rápidamente con una simpática entrada jugando al pádel con raquetas y armados con sombrillas a ritmo playero. Que estábamos a 10 grados pero qué cojones, esto son las Baleares y aquí es verano eternamente (o eso dicen).
Empezaron con el pegadizo ritmo de ‘Fascinado’, un reconocido tema que funciona perfectamente para abrir y hacer saltar al público, desde los más acérrimos hasta los noveles. Siguieron con ‘La Sombra’, otro viejo temilla que parece no caducar y que invita a todos a corear el estribillo. Por el momento, Sidonie están siendo muy correctos, alegres pero sin ser bobos, serios y profesionales, tocando con bastante estilo y sin errores. Mi orgullo floreció un poco más cuando empezó ‘A mil años luz’, su primer tema del casi olvidado «El Fluido García» (2011), desde luego el único disco decente de estos chicos desde «Fascinado» (2005). Pero como estamos hablando del fin de su gira, intentaré no meterme demasiado con ‘Sierra y Canadá’.
Pero lo que era obvio pasó y la canción ‘Sierra y Canadá’ empezó a sonar. Yo agaché la cabeza y suspiré, pero la sala contestó de otra forma: animados, contentos, chillando «‘¡menudo temazo!«. Coros, gritos, manos alzadas… para mi sorpresa, todo el mundo adora la canción del amor asincrónico. Desde luego hay algo en su último disco que conecta muy bien con el público y ese algo se llama «hit», una fórmula que no era demasiado recurrente en sus primeros trabajos y que aquí está presente en todo el disco: estribillo pegadizo, repetitivo; acordes simplones y alegres y letras surrealistas sobre robots y personajes pop.
Siguieron con más y más temas de «Sierra y Canadá» como ‘Gainsbourg’ y ‘Yo soy la crema’, mientras que, a medida que la vitalidad del público aumentaba, también lo hacía el ego de Marc Ros. El tío no se cortó a la hora de ofrecer meneos de cintura, sonrisas torcidas y frases pseudo-fucker para, supuestamente, calentar el ambiente femenino. Estaba claro que en estos últimos años y desde la gira del anterior disco, el grupo no había crecido a nivel creativo ni técnico pero si en su vanidad. «Bueno, al menos hoy no se ha subido a hombros de algún tipo» pensé. Y justo empezó ‘Un día de mierda’, desde luego su canción más tonta y aburrida, pero como no podía ser de otra forma: el gran temazo esperado de la noche. Pero por favor ¿es necesario a cada concierto ese paseo a lomos de un pobre «voluntario»? ¿No le bastan a Marc sus gracietas y descamises que tenga que hacerlo también encima del currante de turno?.
Sidonie ha sido y sigue siendo a mi parecer un grupo con talento, originalidad y descaro en el escenario. Pero esta noche solo he visto una versión más grotesca, arrogante y muy desaprovechada de lo que eran. No hay duda de que esta nueva faceta de la banda está funcionando muy bien entre el sector más acérrimo al pop indie nacional que ofrecemos en nuestro país por excelencia, que no al pop psicodélico y sintético al que estábamos acostumbrados los viejos fans de «Sidonie» (1999), «Shell Kids» (2003) y «Fascinado» (2005), sin olvidar el bestial EP «Let It Shine» (2006).
Aún así, la banda brilló a ratos y llegó a asombrarme en algunos momentos. Presentaron un nuevo tema llamado ‘Eclipse personal’ y que formará parte de la nueva película de José Corbacho, Incidencias. El tema sonó cojonudo y demostraron otra vez que sigue habiendo una chispa de arte y creatividad en el grupo que parece resistirse a la hora de sacarlo a la luz. A esto siguieron temas clásicos como ‘Un día más en la vida’, una irregular ‘El bosque’ (¡venga va, que ésta os he visto clavarla!) y un glorioso cover de ‘My Generation’ de The Who, momento en el que la mayoría del público optó por conversar y dar un par de tragos a sus copas. Porque claro, aquí habíamos venido a cantar los días de la semana y esto ya está muy viejo ¿no?.
‘El incendio‘, como suele ser habitual, cerró el concierto con mucha emoción y feedback por parte de los asistentes y no lo negaré, es una canción muy animada y con toda probabilidad, la más conocida. Yo me quedé igual, con un sabor muy amargo y la recurrente comparación entre el antes y el ahora, siendo incapaz de aceptar del todo el nuevo rollo que traen y desde luego, repudio completamente el hinchado orgullo de sus miembros y los alardeos que se montan en directo. Desde luego no los merecen y aún menos después de la bajona que me provoca su último trabajo. Pero parece que para ellos todo va viento en popa así que, por cada uno como yo que sale de la sala con la cabeza gacha mientras la banda vuelve para el bis, otros diez esperarán la próxima vez con ilusión. En eso ya no me voy a meter, aunque seguiré añorando su viejo y estrafalario estilo.