Hay algo intrínsecamente humano en la manera en que Living Camboya, el cuarteto malagueño de indie-funk con un pie en el caos y otro en la nostalgia, aborda su segundo larga duración, «Pequeñas Victorias«. No es un disco que persiga epifanías cósmicas ni pretenda reinventar la rueda del pop alternativo; más bien, se regodea en lo diminuto, en esos instantes cotidianos que, como un helado de cucurucho en una tarde de domingo, sostienen nuestras vidas sin que les prestemos demasiada atención. Grabado en Sputnik Studio y masterizado por Bryan Lucey (un nombre que resuena en los créditos de The Black Keys o Arctic Monkeys), este álbum de diez canciones llega como una brisa fresca y desordenada en un panorama indie que a veces se ahoga en su propia seriedad.
Desde el arranque, «Pequeñas Victorias» establece su tono: bajos profundos que reverberan como el pulso de una noche improvisada, guitarras que cortan el aire con precisión punk y un brillo pop en las voces que coquetea con el funk sin caer en la caricatura. El contraste es el alma del disco: la limpieza de las melodías choca con la saturación de las texturas, y esa tensión, lejos de ser un defecto, es su mayor fortaleza. Escuchar ‘Ya si eso‘, el single principal, es como meterse de lleno en una conversación entre amigos que planean salir sin rumbo fijo: hay un nervio pop-punk en su ritmo, un gancho vocal que se te pega como chicle en la suela y una ironía juguetona en las letras que invita a no tomarse nada demasiado en serio. Es el himno perfecto para quienes prefieren el desorden al itinerario.
Living Camboya no abandona la esencia de su debut, «Corre plátano!«, donde ya dejaron claro que el humor y la ligereza no están reñidos con la profundidad. Aquí, sin embargo, hay una evolución palpable: la producción de Jordi Gil y los teclados de Álvaro Gandul (un veterano de la escena que ha trabajado con Rozalén y Kiko Veneno) añaden capas de sofisticación sin sacrificar la espontaneidad. Temas como ‘Los putos lunes‘ destilan una rabia contenida pero bailable, con un riff que podría haber salido de una jam session entre The Vaccines y Los Punsetes, mientras que otros cortes más introspectivos, como ‘Nervios delante de alguien especial‘ (suponiendo un título basado en la descripción), ralentizan el pulso para dejar espacio a una vulnerabilidad que no necesita grandilocuencia para impactar.
Las letras son el corazón narrativo del álbum. Living Camboya canta a lo pequeño con una mezcla de ternura y sarcasmo que recuerda a veces a los primeros discos de Los Planetas, pero sin la carga melancólica de Jota y compañía. Hay un eco de la filosofía slacker de Pavement en su despreocupación, aunque con un acento más mediterráneo, más soleado. Hablan de siestas bien aprovechadas, de noches que no planeaste pero que acabaron siendo memorables, de la ansiedad de un crush y del hastío de la rutina. «No hay que atascarse en un solo pensamiento cuando tantos se cruzan incesantemente por la cabeza», dicen, y esa máxima parece guiar tanto su lírica como su enfoque musical: un collage de ideas que no teme ser heterogéneo.
La producción es otro punto a favor. Sputnik Studio imprime al disco un sonido robusto pero orgánico, y el master de Lucey asegura que cada detalle (desde el golpe de la batería hasta el brillo de los teclados) tenga su lugar. Sin embargo, no todo es perfecto. Hay momentos en los que la heterogeneidad del álbum juega en su contra: algunos cortes, especialmente hacia el final del primer volumen, se sienten como ideas a medio cocer, como si la banda hubiera priorizado la espontaneidad sobre la cohesión. Comparado con el enfoque más pulido de bandas como Carolina Durante o incluso el funk irónico de Vulfpeck, «Pequeñas Victorias» puede parecer desaliñado en sus bordes, lo que será un encanto para unos y una distracción para otros.
A nivel emocional, el disco transmite una calidez desgarbada, como una charla de bar que se alarga más de lo previsto. No hay cinismo aquí, sino una celebración de lo mundano que conecta con la obra previa de Living Camboya: un recordatorio de que la vida no siempre necesita grandes victorias para ser vivida. En el contexto del indie español, se sitúa en un punto intermedio entre la urgencia punk de Biznaga y la accesibilidad pop de Cariño, pero con un toque funk que lo hace distintivo. Frente a referencias internacionales, piensen en una versión menos cerebral de Parquet Courts con un guiño al desparpajo de The Strokes en sus días más relajados.
«Pequeñas Victorias» no es un álbum que cambie tu vida, pero tampoco pretende hacerlo. Es un compañero de viaje para esos días en los que no buscas el éxtasis, sino un rato de buena compañía. Sus puntos fuertes (la energía despreocupada, los ganchos melódicos, la producción vibrante) brillan más que sus flaquezas, y aunque no todas las canciones alcanzan el mismo nivel, el conjunto deja una sensación de satisfacción difícil de ignorar. Con un segundo volumen en el horizonte, Living Camboya parece estar construyendo algo más grande de lo que sus «pequeñas» victorias sugieren. Por ahora, este disco es un cucurucho musical que se derrite en tus manos: simple, dulce y perfecto mientras dura.