por Desde Madrid, Belapalma llega con su álbum homónimo, un debut que promete diversión y baile al ritmo del synth pop ochentero. Sin embargo, tras una escucha atenta, la ilusión se desvanece y deja paso a una sensación de déjà vu constante.
El álbum se presenta como un viaje onírico y emocional, con temas bailables y elegantes, cargados de sintetizadores y sonidos nostálgicos. La producción de Guille Mostaza, junto a los arreglos de Diego Perinetti, logra crear una atmósfera envolvente, pero que se diluye rápidamente en la repetición.
Las influencias de Belapalma son claras: desde el synth pop bailable de The Weeknd hasta el indie pop melódico de Two Door Cinema Club, Miss Caffeina y La Casa Azul. Sin embargo, estas influencias no se traducen en un sonido propio, sino en una amalgama de clichés del género.
Las letras de Belapalma abordan temas cotidianos y emocionales, pero sin profundizar en ellos. La melancolía de ‘La Grande Tristeza‘ evoca el universo Sorrentino, pero se queda en la superficie, sin llegar a transmitir la profundidad emocional que pretende. ‘Donde El Verano Seas Tú‘ es una declaración de amor estival, pero carece de la pasión y la originalidad necesarias para destacar.
Entre los puntos fuertes del álbum, que los tiene y deben señalarse, destacan la producción cuidada y algunos temas bailables como ‘Tus Miradas‘ y ‘Sin Salida‘. Pero en esta redacción hay una cosa con la que no hemos podido; la versión funky-disco de ‘Dile Que La Quiero‘ de David Civera es, sin duda, el punto más discordante del álbum. Lo que podría haber sido un guiño divertido al pop español se convierte en una broma pesada que rompe la coherencia del conjunto.
En resumen, «Belapalma» es un debut cargado de ilusión, pero que se queda a medio camino. La banda madrileña tiene potencial, pero necesita encontrar su propia voz y dejar de lado los clichés para crear un sonido original y memorable.
