La literatura y la música se entrelazan en Crónicas de un Bardo, la nueva novela del escritor sevillano Federico González. Tras más de veinte años de gestación, esta obra ve la luz como la culminación de un proceso creativo marcado por la introspección, la fluidez narrativa y una rica red de referencias culturales mediterráneas.
En su hogar-oficina de Umbrete (Sevilla), rodeado de libros, vinilos, casetes y una vasta colección musical que ha servido como refugio ante el ritmo acelerado de la vida moderna, Federico González ha dado forma a este mundo imaginario protagonizado por el músico Manuel Reyes. Este espacio personal refleja la profunda conexión del autor entre la literatura y la música, una constante que impregna su vida y, ahora, su escritura.
Como hemos comentado Crónicas de un Bardo nos sumerge en la vida de Manuel Reyes entre la segunda mitad de los noventa y el comienzo del nuevo milenio. A través de su voz, nos adentramos en su pensamiento y memoria, un laberinto de desventuras y vaivenes existenciales. Así nos sumergimos en un período crítico en la vida de nuestro, quien, tras el fracaso de un nuevo intento de dar cauce a sus canciones, se ve envuelto en un turbio asunto cuyas consecuencias lo llevan a vivir experiencias insólitas y una intensa relación sentimental. El desenlace de esta relación marcará una deriva descontrolada en la que contará con la ayuda de amigos. El rescate de su libertad y su actividad como compositor lo llevan a afrontar la parte oscura de su persona en busca de su verdadera identidad. Este periplo lo lleva a cruzar Europa hacia el este, con una posterior deriva asiática que lo conduce desde Estambul hasta Quetta, en el Baluchistán paquistaní, y Karachi, para finalmente regresar a su origen.
Una de las características más originales de la novela es su conexión con la música. Cada capítulo está encabezado por una referencia a una canción, que va más allá de un simple recurso estilístico. La trama se desenvuelve en ocasiones al ritmo de estas piezas, utilizando el sentido de sus letras, como ocurre en un momento crucial con ‘El Pudridero‘ de Silvio, o estableciendo conexiones más libres e interpretativas. Esta técnica invita al lector a imaginar los pasajes y melodías de artistas como King Crimson (‘Starless‘), Sam Cooke (‘Cupid‘), Thin Lizzy (‘Bad Reputation‘), Lou Reed, Paco de Lucía, Rob Laufer y Neil Young, entre otros, creando una suerte de metanarrativa musical.
En su narrativa, Federico González ha pulido cada una de las descripciones de personajes y lugares, desde los ambientes sevillanos donde arranca la historia, en torno a una banda de rock llamada Gran Sur, hasta los emblemáticos escenarios europeos y asiáticos que recorre el protagonista. La pincelada descriptiva es elocuente pero nunca excesiva, permitiendo al lector sumergirse en la atmósfera de cada lugar.
Federico González Domínguez es escritor desde siempre. Fue una figura en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla hasta su reciente jubilación, donde dedicó gran parte de su vida. Erudito y guía del Panteón de Sevillanos Ilustres, en las décadas de los ochenta y noventa alternó la poesía con los primeros escritos en prosa y su actividad como guionista de cómic, colaborando con dibujantes como José Luis Escalante Burgos y Gaspar García Campano. Desde el comienzo del nuevo milenio se dedica exclusivamente a la literatura.