La verdad es que nunca he tenido demasiada fe en los carteles que tiran de viejas glorias para atraer al espectador, así que desde el principio miré O Gozo Fest con cierto recelo. Es cierto que cedimos, uno es débil y la presencia de Robbie Williams, y su viaje del héroe particular realmente atractivo, hizo que nos acercásemos al Monte do Gozo para disfrutar de un evento donde los recuerdos cobraron vida.
El encargado de abrir la noche, tarde en aquel momento, no fue otro que Iván Ferreiro, quien rodeado de una banda de lujo llegaba al festival para presentar su último trabajo. Entre la crítica «Trinchera Pop» ha sido recibido como quién recibe un nuevo mensaje de su enigmático dios pero no nos equivoquemos los asistentes al O Gozo Fest querían escuchar los viejos temas del vigués, así que temas como ‘Canciones para no Escapar‘ o incluso ‘La Humanidad y la Tierra‘ pertenecientes a este último disco, se diluyeron entre ‘Años 80‘, ‘M‘ o ‘El Pensamiento Circular‘. Quizás no se trate de la propuesta en si, tan solo que los allí reunidos se acercaron al Monte do Gozo en búsqueda de otros sonidos mucho más bailables y, sobre todo, con los que rememorar el pasado.

Una vez más le dijimos adiós desde aquí, desde nuestra casa, esa que está al lado de la playa vacía (en invierno que en verano se llena de veraneantes madrileños) a los hermanos Ferreiro por enésima vez poco antes de recibir sobre el escenario a Hombres G.
A priori el nombre de Hombres G flojeaba en el cartel pero… No se llevan cuatro décadas sobre los escenarios haciendo nada. Encabezados por el incombustible David Summers los madrileños desataron las locura en la platea del Gozo; cierto es que el front stage pertenece a aquellos que peinan canas (y a sus bolsillos), coetáneos de aquellos chavales que hablaban de mujeres cocodrilo o te amenazaban con polvos pica-pica.
Gracias a aquellos éxitos y a la buena gestión de los mismos, Hombre G vive una segunda juventud o una espléndida vejez, según se mire. Summers sigue comportándose como aquel chaval cuidadamente rebelde de los ochenta, con ese tono tan capitalino y esa pose tan cercana al tío soltero guay al que siempre es un placer ver una tarde. Eso y las ganas de pasárselo bien le basta, que no es poco.

Con una mezcla irresistible de carisma e ironía y sonrisa de dandy granuja, Robbie Williams hizo vibrar a los más de 25.000 asistentes del O Gozo Fest. El carismático músico británico se adueñó del escenario desde el primer segundo, desde el primer acorde hasta el último aplauso, Williams demostró por qué sigue siendo una figura icónica en el mundo de la música. Porque sí, admitámoslo porque por mucho asco que nos diesen las boy-band en nuestra juventud Robbie Williams ha sabido labrarse una carrera propia y única pese a ser un satélite de una de ella (quizás la más grande con permiso de Backstreet Boys y New Kids on the Block).
Más allá de su tono canalla Robbie Williams es capaz de llevarnos a través de un viaje musical lleno de emociones y recuerdos. Desde el comienzo con ‘Hey Wow Yeah Yeah‘, el público se entregó por completo a la energía desbordante del artista. Canciones como ‘Let Me Entertain You‘ y ‘Strong‘ desataron el entusiasmo ¡incluso ‘Kids‘, aquel tema en el que acompañaba a Kyle Minogue y que la mayoría hemos tenido la fortuna de olvidar! El set de Williams incluyó también algunos tributos a grandes iconos de la música, como a Oasis con su versión de ‘Don’t Look Back in Anger‘ o la emotiva visita a ‘Could It Be Magic‘ de Barry Manilow pero fueron temas como ‘Angels‘ y ‘Feel‘ los que provocaron una catarsis colectiva, iluminando el Monte do Gozo con móviles encendidos y un coro formado por miles de gargantas.

Aunque pueda doler reconocerlo Robbie Williams es mucho más que un cantante: su interacción con el público, sus bromas, su carisma y su capacidad de conectar con las personas convirtieron el concierto en una experiencia difícil de olvidar, sobre todo para Diego, confidente del británico por una noche y Nathaly quien se llevó ‘She is the One‘ convirtiéndola en, posiblemente, la mujer más envidiada de la noche. No solo repasó su carrera musical, sino que también compartió momentos de su vida personal y reflexiones sobre la paternidad y el paso del tiempo. Habló sobre su papel como padre y esposo, y cómo equilibra su vida familiar con su carrera en el escenario, que sí, que lo hará en todos sus conciertos pero que hace sentir especial a quien ante él se coloca, Williams derrocha carisma y se adueña del escenario como si fuese de su propiedad.
Robbie se burla de sí mismo y de su pasado con las drogas y el sexo, y hasta da consejos poco convencionales. Entre risas y chascarrillos, y sobre todo muchos hits Robbie Williams fue el vencedor de la noche envuelto en batín de boxeador.