«Doce«, ese es el título del nuevo trabajo de Jacobo Serra. Un disco que comienza a gestarse hace tres años cuando Jacobo Serra decidió retirarse a las montañas de la Sierra de Guadarrama en la búsqueda de inspiración en la naturaleza para escribir su tercer álbum de estudio.
Doce historias entrelazadas que sonarán de manera casi ininterrumpida, como si de una sola pieza musical se tratara. Un elepé conceptual que toma como inspiración el dramatismo y el contraste de las cuatro estaciones para reflexionar sobre las aventuras y desventuras de toda una vida. Jacobo Serra asume las labores de producción y dirige un ejercicio de introspección en torno a la existencia misma, creando una obra que canta al devenir, al nacimiento, a la madurez, a la despedida y, ¿por qué no? también a la muerte.
En su nuevo trabajo, el compositor manchego deslumbra con una escritura envolvente que retará a los manuales de armonía para crear nuevas melodías plagadas de ensueño y originalidad, con reminiscencias al Hollywood de los años cincuenta, al gran musical de Cole Porter o a los Beatles más experimentales de la era Sgt.Peppers, pero también con ecos de la música electrónica ambiental más contemporánea y con evocaciones a los crescendos más épicos de la ópera italiana; todo ello traducido a un lenguaje renovador y actual, insólito en la canción española.
Una vez compuestas las doce piezas, Serra decide unir sus fuerzas a las de la Liverpool Jazz Orchestra, una orquesta formada por músicos de jazz de la escena liverpooliana y profesores de LIPA (la universidad de artes performativas fundada por McCartney en su ciudad natal).
Destacan las atmósferas sonoras que envuelven al disco de principio a fin y que Serra afirma haber tejido a mano, sampleando a la orquesta y creando nuevas dimensiones sonoras a partir de sonidos orgánicos; destaca sin duda ése sutil pero continuo coqueteo con la electrónica sinfónica con subliminales guiños a la obra de los compositores de la nueva vanguardia clásica, como Max Richter o Jóhann Jóhannsson.
Con la inestimable ayuda del arreglista británico Danny Miller, con el que Jacobo trabajó codo con codo en la confección del atrezo orquestal del álbum durante semanas en la ciudad de Liverpool, dio comienzo la grabación de la parte orquestal en los míticos Parr Street Studios.