26 de mayo, Santiago de Compostela, A Ascensión, fiesta grande y Tanxugueiras sobre el escenario en un concierto pagado con los impuestos de todos nosotros. A pocos metros de allí, en un lugar más pequeño (y caluroso) encontrábamos a Travis Birds dentro del ciclo Momentos Alhambra. Podríamos imaginar el pinchazo pero ocurrió todo lo contrario, días antes del concierto se colgaba el cartel de No Hay Billetes, vale, la sala no era el madrileño Palacio de los Deportes pero Santiago tampoco es Madrid y ya sabemos como son los jueves universitarios (más aún con fenómeno eurovisivo gratuito).
Para nosotros sería la segunda vez que nos colocásemos frente a la madrileña; la primera nos había hipnotizado así que la curiosidad de saber si el meigallo seguía funcionando nos llevó a desplazarnos hasta eMe… Ahora, con perspectiva, podemos decir que seguía activo ya que consiguió que nos decidimos hacernos algo más de una hora (y otra de vuelta) para asistir al concierto. Quizás ya estábamos perdidos antes de comenzar.
Lo primero que nos llamó la atención es que aquel trío de Acustiquisimos hoy se convertía en cuarteto. Un formato que a priori nos hacía temer la pérdida de frescura pero que lejos de ello confirió al concierto un empaque diferente, puede que alejando un poco al músico del público pero en cambio aportando un sonido mucho más redondo.
Con la pista de baile vacía y el público en sus sillones y butacas arrancaba el concierto. Sonrisas, miradas curiosas y susurros acompañaban los primeros temas. En ese momento, desde la parte de atrás de la sala no solo ves el escenario sino también al público y sabes que algo va a pasar, que en segundo todo cambiará que ese “si queréis podéis cantar y bailar” acabará haciendo efecto en cuestión de segundos… o media canción en este caso. Eso fue lo que tardó el público en abandonar sus asientos, más o menos ilustres, para hacer suya la pista de baile y acortar la distancia que separaba a banda y público.
Confidencias, sonrisas, alguna copa de vino y mucho calor acompañaban los temas que aquella noche Travis Birds decidió compartir con nosotros. Desde el siempre elegante ‘Claroscuro’ hasta ese bucle infinito que se convirtió en ‘Bolero para un Trompeta’. Canciones que ahora se dan la manos con temas como ‘A Veces Sueño’ mostrando que estamos ante un artista peculiar que vive en el cambio constante, imperceptible como una crisálida pero imparable. Aquellas sonrisas de timidez van ganando en audacia y muy pronto se convertirán en esa sonrisa de jugón que naturalmente nace a uno cuando sabe que el partido está ganado. A nosotros nos venció antes siquiera de comenzar a jugar.
Está claro que Travis Birds no necesita fuegos ni confeti para conquistar al público, basta con su presencia, con esa sonrisa perenne en la que se mezcla el sarcasmo con la timidez colocando todo en un segundo plano tras el viaje que, cada noche sobre un escenario, Travis Birds (y su banda) nos invita a compartir.