marzo 29, 2024

La ferocidad de los ‘Placeres Íntimos’

El pasado 14 de junio asistimos al Teatro Fernán Gómez a presenciar la obra de «Placeres Íntimos», obra del sueco Lars Norén y que José Martret ha adaptado a las tablas, exponiendo ante el público un apogeo de humor corrosivo y feroz.

La obra se basa en la mala relación entre dos hermanos, Allan (Javi Coll) y John (Francisco Boira), aunque bien podíamos decir que se basa y narra la mala relación entre las personas, en general. Por un lado la de las hermanos citados anteriormente, y por otro, la mala relación entre las parejas que forman Allan y Mónica (Toni Acosta), y John y Charlotte (Cristina Alcázar).

Pero vayamos por partes. ¿Qué hay entre Allan y John? Dos hermanos que se reúnen debido a la muerte e incineración de su madre, -la última vez que se reunieron fue debido a la incineración de su padre-. Su relación es inexistente, presenciamos el enorme vacío que existe entre ambos, un agujero de no-conocimiento que llega al punto de no saber el uno del otro de sus actuales vidas. Entre ellos rebasa la exasperación, la rabia de todos estos años, el odio, la envidia y, en ciertos momentos, la cólera. La toxicidad que a veces ocurre en las familias se centra en estos dos personajes.

Fotografía sacada de la web del Teatro Fernán Gómez

¿Y qué hay entre John y Charlotte? El término de la toxicidad utilizado anterior bien podíamos traerlo de nuevo a este párrafo para hablar de éstos dos. Continuamente zarandean al público llevándonos a lo más amargo que se viven en las relaciones de parejas, esas que pasan por diversas montañas rusas en cuestión de segundos. La frivolidad con la que se llega a la humillación psíquica de la pareja, la dinamita que existe entre John y Charlotte es peligrosa, al igual que la dependencia emocional que existe entre ambos.

Existen diferencias sentimentales entre la pareja que foman Allan y Mónica, sin embargo, lo dañino se mantiene también entre ellos. Mónica ha dejado de querer a Allan, su nivel de complicidad está por los suelos, y la ausencia de su marido llega al punto de que ella viva un amor con un adolescente. Allan es consciente de todo aunque no sabemos si realmente lo es, se pone una venda en los ojos y suplica el amor de Mónica, la súplica del amor perdido y frustrado.

Fotografía sacada de la web del Teatro Fernán Gómez

Charlotte y Mónica comparten un final valiente: el de decir basta y abandonarse a su suerte de continuar hacia delante. Entre ambas hay una ayuda recíproca casi invisible, no se dan cuenta pero se han tendido la mano para que una y otra tomen la determinación de acabar con aquello en lo que viven, de romper con el odio que les rodea.

«Placeres Íntimos» conlleva un nivel de exigencia a sus personajes brutal. El nivel de interpretación llega a ser vertiginoso, tanto a veces que traspasa al público y le llena de un sentimiento de angustia y congoja alto.

Tras la obra cabe la reflexión de lo estúpidos que somos los humanos para regodearnos en todo lo malo que existe en una relación tóxica, o que queda tras la ruptura de uno de ellas. El límite del sufrimiento queda sobrepasado en varias ocasiones.

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