Según a qué persona le preguntes puedes obtener diversas opiniones acerca de los domingos. Por mi parte, el pasado domingo fue uno de los buenos ya que tenía un plan diferente a la rutina de los domingos: ir al teatro. Y así fue como me dirigí al Teatro Fernán Gómez donde se iba a representar por última vez (ha estado vigente desde el 19 de octubre hasta el 12 de noviembre) la obra de «Vania» de Antón Chéjov, adaptada y bajo la dirección de Oriol Tarrasón.
Toda la función se representará en una finca que en su día fue más espléndida de lo que es en la actualidad. En una casa donde las habitaciones no faltan, habrá lugar para las riñas, los bailes, las declaraciones y, sobre todo, las noches de alcohol.
Vania y su hermana Sonia son los administradores de la finca. En ella viven ellos junto a Teleguin, y los recién mudados (de manera temporal), el profesor Serebriakov y su esposa Yelena. Además, de manera ocasional en sus frecuentes visitas, también estará instalado el doctor Astrov. Entre todos ellos van a vivir la desorganización plena, la ociosidad de los días vacíos.
«Bebemos porque no nos gusta la vida que tenemos y así nos inventamos una, llena de ilusiones». Así es como Vania (Alejandro Cano) intenta defender la decadencia de vida en la que ha entrado, siendo su talento ensombrecido por el pesimismo y frustración que habita en su cabeza. Pero no solo es suyo el pesimismo y esa frustración, son dos sentimientos que pasan por cada una de las personas que habitan la casa. Sin embargo, a pesar de esta negatividad la ironía está presente en cada rincón, una ironía que permite a los personajes reírse de uno mismo y de la vida que está viviendo.
Esta apatía de Vania es compartida con su hermana Sonia (Teresa Hurtado de Ory), quién interpreta la casa como un encerramiento de uno mismo, de conformismo ante lo que ha tocado vivir en ese día a día. El conformismo que a veces se nos da ante situaciones comunes de la vida. También se desarrolla en Sonia el sentimiento de la frustración, cuando ve que su amor por el doctor Astrov no es correspondido, por la manera que Astrov tiene de ver la vida, y ante la declaración de éste de su imposibilidad para amar a otra persona.
La peculiaridad del personaje del doctor Astrov (Oriol Tarrasón) se divisa en su obsesión por los bosques, -y en su odio hacia el ser humano por ser un individuo que destruye a su paso-, encontrando vitalidad en ellos dentro de la apoteósica vida que le rodea. «¿Sabe? Cuando se avanza por el bosque en una noche oscura y se ve brillar a lo lejos una lucecita, no se siente ni el cansancio ni la oscuridad, ni las ramas que arañan el rostro…» Esta delicadeza de este personaje se refleja tanto en sus palabras como en sus gestos. Podríamos decir que Astrov es el personaje que más puede salir de ese caótico ambiente, gracias a sus bosques y a su infinita imaginación.
El profesor Serebriakov (José Gómez-Friha) y Yelena (Alicia Rubio) llenan a la finca de Vania para implantar el caos, la desorganización y las discusiones. Serebriakov es un profesor que continuamente se está quejando (sufre de la enfermedad gota), y siente el fracaso de no sentirse en su despacho rodeado de sus alumnos. A cambio, se encuentra encerrado con una panda de inútiles que no hacen otra cosa que sacarle de sus casillas. Cascarrabias y odiado por Vania.
Por su parte, Yelena representa la incomprensión entre el resto de personas de la casa, de cómo una joven mujer como ella puede estar al lado del profesor. Su paso por la finca no será improductivo, desequilibrando a Vania y al doctor Astrov, y creando un pequeño nexo de unión junto a Sonia, aunque se romperá más adelante, cuando la ayuda de Yelena resulte inútil para Sonia.
Por último, el personaje de Teleguin también será interpretado por José Gómez-Friha, lo que supone la alternación continua de papeles totalmente opuestos, enriqueciendo así ambos papeles del guión. Teleguin, por su parte, es la pizca cómica de todo este suceso, la ruptura de tensión, la calma entre varios de los personajes.
Chéjov con su obra nos advierte y nos pone en alerta del riesgo de caer en el cinismo, la introspección y la desidia. Y estos miedos nos los ha adaptado fielmente Oriol. «Por eso pienso que es tan necesario hacer Vania hoy en día. Nos alerta de esos riesgos, y tras leer a Chéjov uno se siente más humano y más propietario de su propia existencia».