Ojén y sus 3000 habitantes implicados en el festival se encargaron de acoger en su tierra a unos 15.000 visitantes y artistas de distintos estilos en sus calles de forma totalmente desinteresada. No dejabas de ver a voluntarios por todo el pueblo dispuestos a ayudar a los turistas como nosotros que se dejaban llevar por los puestos de comida y demás en busca de una cerveza con la que dar inicio a todos los conciertos que se avecinaban estos 1 y 2 de julio en el Ojeando.
Viernes: León Benavente, el festival y nuestra energía son tuyas
Dimos comienzo con unos Alfred Larios con mucha energía y un interesante juego de luces en el escenario Molino; se dedicaron a hacer gala de sus rock post-traumático en un espacio gratuito complementando al escenario Patio, el principal y accesible únicamente con la entrada del festival, escenario al que ya acudimos pasadas las diez de la noche para ver a los Hungry Butterfly hacer suyo un patio de colegio adaptado para acoger el grueso de conciertos del Ojeando. Se encargaron de avivar los ánimos de los allí presentes haciendo gala de luces que alternaban entre distintos colores, sintetizadores y parte vocal que iba creando capas sobre sí misma en bucle, todo impregnado de una influencia Jamie xx-era que acabaría por configurar un caleidoscopio sonoro al que te entregabas encantado para sentir el ritmo de temas como ‘Un Día Especial’ o ‘Caricias de Papel’.
Como los conciertos mayores se sucedían todo en el mismo escenario, las esperas entre cada acto eran breves y las necesarias para añadir elementos decorativos o hacer las últimas pruebas de ukelele, como hizo Carlos Sadness, que en seguida se hizo con el público que se entregó con unas veraniegas ‘Miss Honolulu’ y ‘Bikini’. Una sucesión de temas que se intercalaban con bromas y comentarios con el público con las que desprendía cercanía y un buen rollo que colmaría en el cierre con ‘Hoy es el Día’. Un pero que le pondría al concierto es que me daba la sensación que el batería no iba bien preparado, había momentos en los que se iba el ritmo y me hacían pensar en que el motivo por el que constantemente miraba al suelo era porque estaba consultando la partitura.
Pero esto no impidió que me encarase a uno de los highlight de la noche: León Benavente. Me habían ganado con el rock electrónico que destilaban en “2” y destripamos en esta santa web, pero lo que no me pude esperar era la explosión de todo ese trabajo. Después de haber visto como abrían con ‘Tipo D’, ‘La Ribera’ y ‘California’, volver a visitar su versión de estudio me hace pensar en que León Buenamente es una banda destinada al directo. Directo del que estuvimos disfrutando todos los allí presentes de principio a fin, a lo largo de los doce temas que componían el set y con los que Abraham y los suyos dejaron con ganas de más tras el cierre apoteósico de ‘Ser Brigada’.
Ahora bien, después de esta explosión de luces estroboscópicas y distorsiones que dejaban sin aliento, Delorentos fue una bajada de revoluciones brutal. El grupo irlandés que más se está pateando toda la geografía española este verano dejó mucho que desear en mi opinión. Culpa al acto anterior o a su estilo, pero no lo consideré un acto apropiado para el lugar que ocupaban. Destacaría ese ‘Home Again’, previa referencia al Brexit, donde exploraban una interesante progresión melódica, pero realmente el mejor momento no llegó hasta el cierre gracias a ’S.E.C.R.E.T’ . Finalmente, y con un estilo con el que di por pérdidas las revoluciones a las que me había puesto el grupo de Abraham Boba, llegó L.A. a las 3 de la mañana con un set que empezó llamándome la atención con su rock anglosajón, pero con un set tan lineal que al final me resultó repetitivo. Genial calidad de sonido, genial Luis Alberto con su imagen seria guitarra en mano, pero me quedó la sensación de que, al menos ese día, no estuvo del todo entregado.
Sábado: Y la salvación vino de Chile en un chubasquero blanco
Entramos al sábado y, aún comentando la jugada del día anterior de León Benavente, llegamos justo a la recta final del concierto de Trepàt que comenzó a las 22:00, y entendí lo bien que se habla de ellos. En estudio no me terminaron de llamar la atención, pero en directo consiguieron conquistarme con ese rock oscuro de tintes electrónicos y alternativos. Después y sin tener mucho que ver en cuanto a estilo entra una Soleá Morente muy aclamada por el público. No es que profese una devoción por el estilo que destila, ese rock de influencia flamenca de la Graná que habita y compartimos, pero por la actitud que llevaba y el registro vocal del que hizo gala pude ver lo mismo que vieron Lagartija Nick y Los Evangelistas para colaborar con ella.
A continuación, nos dejamos caer por el escenario Plaza para ver a unos Glaciar a los que les tenía ganas de ver en un formato algo mayor, y desde luego, no defraudaron. Me declaro fan de esa introducción instrumental que iba creciendo lentamente para crear una melodía que era un Sigur Rós mezclado con M83 que dio paso a una explosiva ‘Leit-Motiv’ con las que los de Curro Ayllón pusieron las cartas sobre la mesa para que los despistados entendieran todo lo que habían conseguido en el último tiempo.
Aquí se manifestó de forma importante el problema de los dos escenarios, y es que al final nos tuvimos que conformar con los dos últimos temas de Full, pero en ese breve espacio de tiempo pudimos observar la madurez que habían adquirido con este último trabajo, “Tercera Guerra Mundial”. Los sevillanos se retiraron para dejar paso a otro grupo de andaluces: Supersubmarina, uno de los platos fuertes del festival que no tuvo ningún problema para hacer una parada en el Ojeando para traernos una versión condensada e igualmente energizante de lo que nos venían entregando en salas por toda la geografía española. El público entregado desde el minuto cero, coreando ‘Samurái’, ‘Ana’ o una ‘LN Granada’ con la que servidor se emocionó al recordar su ciudad.
Lo que no sabía la gente que se marchó cuando Chino entonó los últimos versos de ‘En Mis Venas’ era el grandioso espectáculo que venía a continuación. A las 3:30 apareció, en un escenario únicamente poblado por dos teclados, la chilena Javiera Mena, que entró ataviada con un chubasquero blanco y tres bailarinas con movimientos que resultaban del todo hipnóticos. Desde luego, Javiera supo entregar un espectáculo digno de mención y de ser condecorado como el highlight del sábado: derroche de energía, una interpretación de ‘Espada’ con sables láser de por medio, una balada en la segunda mitad con la que enamoró… En definitiva, un espectáculo bien medido que empezó de forma suave y misteriosa con sintetizadores para acabar derivando en bases rompedoras con las que nos mantuvo en pie hasta las 5 de la mañana.
Realmente, solo me llevo buenas sensaciones de este festival. Ojeando es la materialización de un pueblo involucrado en la música y que pudo entregar un festival que se está convirtiendo en todo un referente a nivel nacional. Ahora puedo afirmar eso que leía de “Ojén pueblo indie”. Nos vemos el año que viene encantado de repetir y compartir esta experiencia.
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