El folk tiene algo: cuando es bueno es también brillante, etéreo, casi místico… Pero para ello tiene que ser sensible y sincero, eso implica también destilar raíces, naturaleza y una perfecta sinergia entre modernidad y clasicismo. Los chicos de The Wooden Sky han demostrado tener ese equilibrio y por eso la revista Exclaim! Magazine nombró su último disco «Let’s Be Ready» (2015) el mejor disco folk del año. Durante su gira mundial, la banda puedo defender ese título en vivo, el pasado jueves en la -cada vez más- popular sala de conciertos La Red Club, un local que ya ha ganado el título oficial de «templo musical» en Baleares y el encargado de traer a Mallorca lo mejor del panorama independiente.
Hacer folk hoy en día y tener que enfrentarte a titanes de la talla de Mumford & Sons con su casi completo monopolio comercial del rock tradicional y de instrumental clásico, es muy jodido. Y aún más cuando chavales cómo James Bugg aparecen de debajo de las piedras ganándose el título de «moderno Bob Dylan». Pero este cuarteto canadiense parece tener un total desinterés en participar en esta nueva oleada revival y se dedican a tocar con el corazón el sonido de los profundos y misteriosos bosques de Toronto. Lejos de ser música folclórica pura y dura, se dedican a jugar con diferentes aspectos del rock para dar un sonido eléctrico, suave pero también violento, tormentoso a momentos, pero decididamente único.
El concierto lo abrieron la banda mallorquina ZEST, completamente desconocida para mi y resultó ser una cita de lo más entretenida. Poco cosa comparten con The Wooden Sky aunque calentaron el ambiente perfectamente, entretuvieron de forma considerable un público muy puntual e hicieron justicia al talento local que tenemos por nuestra isla.
Poco después llegar los canadienses y el concierto comenzó con el reconocido tema ‘Child of the Valley’ una gentil nana country de rasgueos lentos, percusión pausada y una voz hipnótica y cómoda, que invita a arroparte en la cama tras beber un chocolate caliente mientras ves nevar por la ventana.
Después de esta cálida introducción la banda decidió pasar directamente a la acción tocando la primera canción que abre su reciente disco «Let’s be Ready». ‘Saturday Night’ sonó más rítmico, cañero y alegre en vivo de lo que uno podría llegar a esperar. Con constantes cambios de ritmo y una perfecta coordinación entre la voz principal y los coros, la banda parecía haber dado un giro radical a su estilo más cálido y tradicional a cambio de un efecto más distorsionado y eléctrico.
Siguieron con nuevos temas como ‘Our Hearts Were Young’ y ‘North Dakota’ siguiendo de forma estricta el orden de posición del disco, frecuentemente continuando y enlazando los temas como si se tratasen de distintos capítulos de una misma historia. El concierto tuvo una cierta continuidad, creando unidades de ritmo y pausas inteligentemente, calculando sin prisa los momentos de subida y de bajada como si la experiencia fuese un paseo a través de distintos paisajes naturales.
Tras la esperada presentación, los canadienses siguieron con viejos temas en otro capítulo más romántico con las baladas ‘Take Me Out’, ‘Bald Naked and Red’ siguiendo su extraña afición de respetar la continuidad de ciertas canciones tal y como lo organizaron en el disco.
Pero detrás de las baladas y los cantos relajantes y nostálgicos de Gavin Gardiner se escondía también un espíritu violento y grunge. Para nuestra sorpresa, The Wooden Sky tocaron una versión de ‘All Apologies’, el mítico tema de Nirvana con una energía frenética y ardiente, sin perder un ápice de su estilo en ningún momento. Tras el derroche de energías y sudor, movimientos de melena y demostrar que su batería Andrew Kekewich tiene un corazón hecho de puro rock and roll, la banda se despidió durante unos minutos para volver después a interpretar unos últimos temas, pero no de una forma corriente.
Los de Ontario decidieron prescindir de instrumentos eléctricos para tocar unos tres temas finales en formato acústico. Su primera canción fue ‘Oslo’ con tan solo dos voces y una guitarra y ya fuera del escenario. Un tema suave, lento y sensible hecho para oídos finos y para poner a prueba la capacidad de los espectadores de guardar silencio y escuchar sin tener nada más en la cabeza. Un ejercicio aparentemente simple pero que cada vez parece ser más difícil de practicar en salas. No acabé del todo decepcionado con ese punto.
Después de esa suave nana, la banda entera se encaramó a la barra para cantar ‘When the Day Is Fresh and the Light Is New’ frente a un público animado y participativo. Tras una última incursión sobre el escenario, la banda se despidió, encantada de estar en nuestra isla y dando por finalizada su gira española de este año, dejando a más de uno en el público con ganas de más.