Admito que, cuando me enteré que The Warlocks pasarían por Madrid durante su gira europea, el estómago me dio un giro y me emocioné como cualquier fanboy lo habría hecho. Por fin, la ocasión de ver en vivo a la banda que consiguió revivir el estilo de The Velvet Underground y que heredaron el sonido psicodélico de Spacemen 3. Además, la gira fue anunciada como “The Warlocks will play for acid tour of Europe and beyond” lo que sumó más expectativas y la alegría de encontrarme con un show complejo cargado de colores y visuales caleidoscópicas. Estaba impaciente por saber qué clase de espectáculo se llevaban estos señores entre manos.
Al llegar al Moby Dick Club descubrí a los británicos Brahma-Loka, una banda joven que demostró la inmortalidad del shoegaze con algunos tintes psicodélicos y furiosos instrumentales, aunque eso no les salvó de algunas torpezas y de, en general, tener una puesta en escena descoordinada y a ratos, nerviosa. Pisaron fuerte el escenario pero necesitan tiempo, todavía les queda mucho por mejorar.
Los teloneros se retiraron, la intensidad de las luces bajó y la sala ya estaba llena cuando llegaron The Warlocks. No pude contener la emoción, llevaba una sonrisa de oreja a oreja y no tenía intención de borrarla hasta el final, pero pronto cambié de gesto al ver sus caras: los tipos parecían llegar de un funeral. Imaginé que era alguna parte esencial de su performance o algo así, al estilo de The Jesus and Mary Chaine, así que preferí ignorarlo. Los primeros acordes sonaron bien, la sala adoptó una atmósfera oscura y siniestra, tocaban al tiempo correcto, sí, pero nada de ello me entusiasmaba. Los primeros minutos se hicieron tediosos y aburridos, con algún destello en sus momentos instrumentales aunque sonaban demasiado simples y repetitivos. Además, cada vez que Bobby Hecksher se acercaba al micro, su monótona voz engullía la acústica y la música se convertía en ruido. Poco a poco y por suerte, el concierto se animó cuando tocaron ‘Shake The Dope Out’. Bobby sonreía por primera vez y empezó a bailar, a moverse por el escenario y hasta bajó a animar las primeras filas, quienes trataron de interactuar con el cantante, sin demasiada reciprocidad. Aún sí, el resto de la banda seguía con cara de pedo agrio. Quizás fue la resaca del Reverence Valada de Portugal, quizás fue el ácido que les pegó demasiado fuerte o quizás no querían estar allí en ese momento, no lo sé. Lo que sí sé es que hay una diferencia entre tocar serio y tocar con cara de fiambre putrefacto y esos tipos empezaron a amargarme. Así que decidí cerrar los ojos y dejar que mis oídos hiciesen el resto.
El espectáculo siguió y brilló en varios momentos: ‘Red Camera’ sonó impecable, ‘Hurricane Heart Attack’ consiguió hacernos bailar, ‘The Dope Feels Good’ fue realmente una experiencia en vivo… pero a parte de algunos minutos y momentos de verdadera y fulgente música, no llegué a sentir ese «acid tour» que los Warlocks me prometieron. Fue un concierto muy decente con buena conexión entre los músicos, pero poco alegre y demasiado ruidoso (cabe añadir el acondicionamiento de la sala fue regular).
Disfruté, ante todo, las largas secuencias instrumentales y atmosféricas, pero poco más. La esperanza de encontrar música cósmica acabó con la sensación de haber escuchado, simplemente, un buen concierto. Normal, corriente y en ocasiones, singular. Adjetivos que no pensé que iban a encajar con una banda de ese calibre.