Tres días. Un barco. Agua
Muchos habéis preguntado que es eso de “Tres días. Un barco. Agua”. Pues esa frase es el eslogan que este año ha utilizado el Festival SinSal y más que un eslogan ha sido una profecía y es el que Festival SinSal en su decimotercera edición se celebró a lo largo de tres días en una isla con un único acceso: un barco y rodeado y pasado por agua. Porque sí, Galicia es diferente y un día agasajamos al visitante con un sol capaz de quebrar una piedra y al siguiente con un día en el que solo existen dos estados: la amenaza de lluvia y la lluvia, así el invitado no se aburre y se hace en un par de días como se vive aquí en primavera, en verano y en otoño todo sea para que regrese a su lugar de origen lo suficientemente informado.
Pero a diferencia de lo que sucede en el resto la península aquí las lluvias no implican que se suspendan los eventos, conciertos o celebraciones así que como buenos gallegos (y asimilados) nos reunimos a la hora señalada ante el escenario New Balance para ver la segunda sesión de los ingleses Champs. Muchos diréis ahora “que desgraciados que les han hecho tocar bajo la lluvia” pues no, os equivocáis: desde la organización colocaron unas sombrillas en el escenario y los hermanos Champion tocaron sin ningún tipo de problemas ante un público ataviado con chubasqueros rojos. Sí, muy posiblemente si un helicoptero hubiese sobrevolado San Antón hubiese pensado que estaba dentro de Erase una vez el cuerpo humano y nosotros éramos los glóbulos rojos pero hubiésemos sido los glóbulos rojos con mejor gusto musical del cuerpo humano porque una vez más los hermanos Champion no decepcionaron y dieron un gran concierto en el que de nuevo pudimos disfrutar de sus temas más conocidos sin importarnos la lluvia o cualquier otro fenómeno meteorológico de pequeña índole.
El único problema real que suponía la lluvia era bien distinto: desde la organización habían habilitado este domingo para los niños (alrededor de 100 infantes abordaban la isla para hacerla suya) y es una pena que las actividades paralelas dirigidas especialmente a ellos hayan quedado deslucidas por culpa de los habituales chaparrones.
Tras el concierto de Champs cambiamos de isla para acercanos a ver al trío Sumrrá, un veterano conjunto jazz que ha recorrido buena parte del mundo en sus 15 años de historia. Llegaban a San Simón dispuestos a dar rienda suelta a su improvisación y repasar su último trabajo en el que nos invitan a recorrer el mundo de su mano ya que cada tema lleva el nombre de la ciudad en la que se han inspirado para su composición, así pasearemos por las calles de ‘Johanesburgo‘, ‘La Paz‘ o ‘Sofía‘. Tras el concierto de Sumrrá llegó el momento de reponer fuerzas pero fue imposible y no por la lluvia que no dejaba de caer sino porque a los platos aparecieron los jóvenes Electric Feels o si preferís los hermanos Nico y Héctor Iglesias dos chavales de 12 años que hicieron bailar bajo la lluvia a todos los asistentes al SinSal pinchando y mezclando temazo tras temazo. Así bailamos The XX, Crystal Fighters, The Cure o Franz Ferdinand una sesión que terminó mucho más tarde de lo previsto (por la insistencia del público) y que se solapó con el concierto de las estadounidenses THEESatisfaction y no nos duele reconocerlo: nosotros ataviados con nuestro chubasqueros-profilácticos rojos decidimos bailar hasta que la música de Electric Feels dejó de sonar.
Cuando llegamos al escenario Estrella Galicia el concierto de THEESatisfaction ya estaba por la mitad pero a los poco minutos de estar allí nos percatamos que al igual que nos sucedió a nosotros le pasó a la gran mayoría de asistentes a esta jornada del festival; difícil papeleta para las estadounidenses y es que la gente bajaba de la carpa con muchas ganas de seguir la fiesta que habían comenzado los Electric Feels. Es cierto que THEESatisfaction lo hacen bien pero es que ¡veníamos muy arriba! Así que su concierto, sin incomodar, tampoco aportó demasiado, quizás el relax necesario para encarar el resto de la tarde. Una tarde a la que le quedaba mucho acento chileno y es que al otro lado del puente sería el momento de Camila Moreno.
La verdad es que el concierto de Camila Moreno comenzó de manera realmente extraña cuando Camila saltaba del escenario para dejar la cazadora en la mesa de sonido ante la incredulidad y las risas de los asistentes, una manera un poco extraña de ganarse al público pero efectiva. Repasó su repertorio e intentó unir la cultura celta con la mapuche chilena, de su concierto me quedo con ‘Yo enterré a mis muertos‘ banda sonora del documental ‘Sitio 53‘, un documental que narra como una multinacional eléctrica española ha construido una presa en el sur de Chile, con esta construcción se ha anegado un antiguo cementerio mapuche, el documental cuenta la historia de María quien no ceja en su empeño para que al compañía hidroeléctrica recupere los cuerpos mapuche que ahora se encuentra a 100 metros de la superficie. Una historia de lucha por la dignidad de un pueblo, un pueblo al que Camila Moreno le canta y hace propias incluso sus canciones como ‘Ojos azules’. Con el concierto de Camila Moreno nos despedimos de la pequeña Isla de San Antón y nos dispusimos a regresar a San Simón para asistir al segundo acto de sus compatriotas Astro.
Sabedores que el último concierto del SinSal 2015 sería el de Astro el público se volcó con los chilenos desde el primer instante e incluso Camila Moreno se situó frente al escenario Estrella Galicia para bailar los ritmos de sus compatriotas quienes repasaron su último trabajo ‘Chicos de la luz‘ sin olvidar los temas que en su primera actuación en el SinSal habían funcionado también como ‘Manglares‘ o ‘Ciervos‘ así comenzamos ha subir hacía la capilla que corona la Isla de San Simón para desde allí zarpar rumbo a casa pero el Festival SinSal tenía una sorpresa preparada para nosotros: los hermanos Iglesias, Electric Feels, se ponían de nuevo a los platos para invitarnos a bailar en una sesión mucho más disco que la primera, una sesión que nos condujo al barco sin dejar de bailar y con una sonrisa en la cara. Una gran manera de decir “hasta el año” a uno de los festivales más extraños al que hemos asistido hasta la fecha y que nos ha hecho amar a algunos y aborrecer a otros.