En el verano de 2025, Heartworms emerge con «Glutton for Punishment«, su segundo álbum, lanzado el 16 de agosto por Speedy Wunderground, como un banquete oscuro que se devora a sí mismo. Jojo Brandy, la mente detrás de Heartworms, no solo expande el universo goth-post-punk de su debut «A Comforting Notion«, sino que lo sumerge en un abismo de riffs crujientes y letras que raspan el alma, fusionando la urgencia de Siouxsie and the Banshees con la melancolía de The Cure en «Disintegration«. El disco, grabado en Eastcote Studios con la producción de Dan Carey, llega en un momento donde el post-punk resurge como un bálsamo para la saturación digital, aunque su intensidad a veces bordea el exceso, dejando un regusto que invita a cuestionar si la glotonería sonora siempre satisface.
«Glutton for Punishment» se abre con ‘Just to ask a Dance‘ (tras un ‘In the beginning‘ siemplemente testimonial), un track que arrastra con bajo pulsante y voz de Brandy que susurra como un secreto envenenado, evocando la rabia contenida de PJ Harvey. La canción establece el tono: un festín de sombras donde la repetición rítmica, como en ‘Jacked‘, se presenta como un latido obsesivo que podría agotar si no fuera por los breaks inesperados. ‘Warplane‘ introduce un giro con sintetizadores que flotan como niebla, recordando a Joy Division, pero con un pulso más contemporáneo que conecta con emergentes buscando esa tensión entre lo crudo y lo etéreo.
Brandy, con su trasfondo en la escena de Los Ángeles, teje un tapiz donde la vulnerabilidad se disfraza de ferocidad. ‘Warfare‘ es un himno que cruje con guitarras que se entrechocan como huesos, mientras ‘Last Frontier‘ explora paisajes sonoros más amplios, con ecos de Echo & the Bunnymen, aunque su duración podría diluirse en la escucha repetida. ‘Buried Alive‘ y ‘Miserere‘ profundizan en la melancolía, con letras que raspan temas de aislamiento y pérdida, un eco de la introspección que define el indie de 2025.
Heartworms, con Brandy al frente y una banda que incluye a Dan Left Hand en bajo y Jowe Head en guitarra, no busca reinventar el post-punk, sino profundizar en su sombra, un gesto que resuena en el underground donde el goth-rock revive como antídoto al hiperpop o el trap dominante. La incertidumbre persiste: ¿podrá Heartworms trascender su nicho goth en un mercado saturado? Su gira con Idles sugiere que sí, pero el disco, aunque poderoso, podría necesitar más luz para no ahogarse en su propia oscuridad.
Glutton for Punishment es un banquete que sacia pero deja hambriento, un álbum donde Heartworms muerde la mano que le alimenta, desafiando al oyente a digerir su furia. En un año de rupturas y resurrecciones, Brandy nos recuerda que el post-punk no es un género, sino un estado de ánimo, frágil pero persistente, listo para devorar lo que venga.