La segunda jornada del Alma Occident Festival en Madrid alcanzó su punto más elevado con el concierto de Wilco. En la noche del 27 de junio, el sexteto de Chicago desplegó una poderosa combinación de sensibilidad atmosférica y vitalidad sonora. Lejos de acomodarse en éxitos, apostaron por una lectura intensa y matizada de su repertorio, con réplicas que dejaron claro que siguen siendo una banda en plena forma.
El concierto arrancó con la delicadeza controlada de ‘Infinite Surprise‘, una apertura que sirvió de estandarte para una velada que osciló entre momentos de calma profunda y explosiones contenidas. La suave voz de Jeff Tweedy, siempre envuelta en cierta introspección, fue la guía emocional, mientras la banda construía paisajes que capturaron la atención desde el primer compás.

Uno de los mayores aciertos de la noche fue el equilibrio en la selección de temas: cortes recientes del álbum «Cousin» se surcaron junto a clásicos como ‘Via Chicago‘ o ‘Impossible Germany‘, logrando un flujo orgánico que evitó la sensación de rutina. En ese sentido, el concierto mostró una banda que, si bien no se desprende de su historia, se atreve a reordenarla para explorar su propio legado desde otra perspectiva.

El sonido, pulcro y nítido, fue subrayado por la sección rítmica, especialmente Glenn Kotche, que tejió un ritmo que sirvió de base para los clímax sonoros. Pero fueron los guitarristas quienes llevaron el protagonismo emocional: Nels Cline con sus solos eléctricos extendidos, potentes pero lejos de la ostentación, y Pat Sansone, que se permitió brillar en pasajes más íntimos, como en los momentos compartidos de ‘Bird Without a Tail/Base of My Skull‘.
‘Hummingbird‘ hizo vibrar al público con una emotividad contenida, con un Tweedy desnudo de adornos interpretando la canción casi a capella. ‘If I Ever Was a Child‘ y ‘One Wing‘ crearon atmósferas meditativas, donde la comunión con el público fue tan evidente como el silencio que acompañó cada transición.

El punto álgido llegó con ‘Impossible Germany‘, una pieza que en Madrid se estiró en latidos sonoros y silencios elocuentes. Cline y Tweedy alternaron guitarras con una química que atrapó a todos los presentes. Ese intercambio, casi telepático, mostró a una banda que sigue estimulando emociones nuevas sin renunciar a su alma original.
El cierre vino con una versión controlada de ‘Reservations‘: un final sereno, casi reverencial. El parque permaneció en silencio un instante más allá del último acorde, como si nadie quisiera romper ese instante compartido de belleza.