julio 10, 2025

El debut de Elena García conquista con su pop vulnerable

Con «Ni tan mal«, el primer álbum largo de Elena García, el trío catalán no solo planta su bandera en el cambiante terreno del pop contemporáneo, sino que lo hace con una autenticidad que destila vulnerabilidad y valentía a partes iguales. Publicado el 25 de abril a través de Say It Loud Records, este debut de 11 pistas es un viaje introspectivo que transita desde el caos de la existencia moderna hasta la redención que se encuentra al abrazar lo impredecible. Acompañada por Pol Ishanda (bajo, guitarras, sintetizadores) y Óscar Chic (beats, percusión electrónica), y con la producción de la propia banda junto a Carlos Dueñas, Elena García construye un universo sonoro que fusiona pop luminoso, giros aflamencados y texturas urbanas con una voz que es tan punzante como consoladora. «Ni tan mal» es un refugio para el alma, pero no está exento de tropiezos: su ambición por abarcar múltiples estados emocionales y estilos a veces lo deja al borde de la dispersión. Aun así, es un debut que brilla por su honestidad y su capacidad para encontrar belleza en el desorden.

«Ni tan mal« es un collage sónico que danza entre el pop electrónico, el indie introspectivo y destellos de folclore catalán, todo ello impregnado por la cadencia flamenca que caracteriza la voz de Elena García. La producción, a cargo de la banda y Carlos Dueñas, equilibra con maestría beats urbanos y atmósferas etéreas, creando un paisaje sonoro que es a la vez íntimo y expansivo. El álbum arranca con ‘Frenesí‘, un torbellino de sintetizadores cálidos y ritmos pulsantes que establece el tono de una obra que no teme alternar entre lo bailable y lo contemplativo. ‘Mitad de junio‘ mantiene esa energía con un pop radiante, mientras que ‘Asfixia‘, el primer sencillo, encapsula la dualidad del disco: una melodía infecciosa envuelve letras que exploran la lucha interna con una crudeza desarmante.

Los protagonistas instrumentales son los sintetizadores, que aportan un brillo nostálgico, los bajos eclécticos que dan profundidad y las guitarras acústicas que añaden un toque de calidez. En ‘Terratrèmols‘, cantada en catalán, la percusión electrónica y las capas de sintetizadores crean una vibración casi tectónica, mientras que ‘Pinpilinpauxa‘ y ‘Curva del olvido‘ optan por una delicadeza minimalista, dejando que la voz de García lleve el peso emocional. El cierre, ‘Kumbé‘, sorprende con una cumbia juguetona que inyecta un guiño festivo al final del viaje. Sin embargo, esta diversidad estilística puede ser un arma de doble filo: canciones como ‘Bestia sin amor‘ y ‘Galtes Vermelles‘ suenan algo desubicadas, con transiciones que no siempre fluyen con la misma naturalidad que en los momentos más cohesionados del álbum. La producción, aunque impecable en su ejecución, podría haber beneficiado de una mayor contención para evitar que el disco se sienta, en ocasiones, como una colección de ideas en lugar de un todo unificado.

Las letras de «Ni tan mal» son el alma del álbum, un cuaderno abierto donde Elena García plasma reflexiones sobre la incertidumbre, la resiliencia y la búsqueda de paz en un mundo caótico. Cada canción es un refugio, un espacio donde la artista y el oyente pueden confrontar emociones crudas sin juicio. ‘Asfixia‘ captura el peso de la ansiedad con versos como «No sé si soy yo o es el aire que falta«, mientras que ‘Curva del olvido‘, el corazón del disco, es una balada introspectiva que abraza el dolor de soltar el pasado: «Dejar ir no es perder, es solo caminar«. En ‘Amanece, que no es poco‘, García encuentra esperanza en los pequeños actos de resistencia cotidiana, cantando con una mezcla de fragilidad y determinación que resuena profundamente.

El álbum refleja el desorden de la vida contemporánea, pero lo hace con una propuesta clara: aceptar la vulnerabilidad como un acto de valentía. Canciones como ‘Pinpilinpauxa‘ y ‘Galtes Vermelles‘ exploran la fragilidad de las conexiones humanas, mientras que ‘Terratrèmols‘ utiliza el catalán para anclar el discurso en la identidad cultural de García, evocando la fuerza de la tierra y la comunidad. Sin embargo, algunas letras, como las de ‘Bestia sin amor‘, caen en metáforas algo genéricas que no alcanzan la misma profundidad que los momentos más inspirados del disco. Además, la alternancia entre catalán y castellano, aunque enriquece la narrativa, puede desorientar a oyentes menos familiarizados con el bilingüismo catalán.

Con este trabajo Elena García se sitúa en la intersección de varias corrientes del pop contemporáneo, con ecos de artistas que han sabido fusionar introspección y accesibilidad. Su voz, con esa inflexión aflamencada, recuerda a Sílvia Pérez Cruz, aunque García opta por un enfoque más electrónico y menos tradicional. La sensibilidad pop de «Ni tan mal« evoca el trabajo de Amaia, cuya capacidad para destilar emociones complejas en melodías simples es comparable, aunque García aporta un toque más urbano y experimental. En el panorama internacional, el álbum comparte el espíritu confesional de Maggie Rogers, con su mezcla de pop electrónico y vulnerabilidad lírica, pero la conexión de García con el folclore catalán y el flamenco le da un sabor distintivo.

Comparada con otras figuras del indie-pop español, como Cariño o La Casa Azul, Elena García se distingue por su enfoque más introspectivo y menos hedonista. «Ni tan mal« se inclina hacia la contemplación, con una paleta sónica que recuerda a veces a la Björk de «Vespertine» por su uso de texturas electrónicas delicadas. Sin embargo, a diferencia de Björk, cuya experimentación puede ser hermética, García mantiene un pie en la accesibilidad, asegurándose de que sus canciones sean tan emotivas como pegadizas.

La mayor fortaleza de «Ni tan mal«, es su honestidad emocional. Elena García tiene un don para transformar experiencias personales en himnos universales, y su voz (capaz de ser tanto un puñal como un abrazo) es el hilo conductor que une el álbum. Canciones como ‘Asfixia‘, ‘Curva del olvido‘ y ‘Amanece, que no es poco‘ son joyas que equilibran melodías luminosas con letras que cortan profundo, ofreciendo momentos de catarsis que se sienten ganados. La producción, con su mezcla de sintetizadores cálidos y guitarras íntimas, crea una atmósfera envolvente que invita a la escucha repetida. Además, la inclusión del catalán en tracks como ‘Terratrèmols‘ y ‘Galtes Vermelles‘ añade una capa de autenticidad cultural que enriquece el discurso del álbum.

Sin embargo, el disco no está exento de defectos. Su ambición por abarcar una amplia gama de estilos y emociones resulta en una falta de cohesión en ciertos momentos. Canciones como ‘Bestia sin amor‘ y ‘Kumbé‘, aunque interesantes por derecho propio, se sienten algo desconectadas del flujo narrativo del álbum, como si fueran ideas de otro proyecto. La duración de 11 pistas, aunque no excesiva, podría haberse beneficiado de una edición más estricta para mantener la intensidad emocional de principio a fin. Además, algunas letras caen en lugares comunes que no hacen justicia a la sofisticación de la producción o la voz de García.

Como primer álbum largo, «Ni tan mal» es una evolución natural del sonido que Elena García ha estado desarrollando en sus sencillos y presentaciones en vivo. Si sus primeros trabajos, como ‘Asfixia‘, eran destellos de un potencial en ciernes, este disco es la cristalización de su visión: un pop que no teme ser vulnerable, que abraza tanto la tradición catalana como las corrientes globales. Este primer largo se presenta como un punto de partida más que como una declaración definitiva, un lienzo donde García comienza a pintar su universo sonoro.

«Ni tan mal» es un debut que destila autenticidad y ambición, un testimonio del poder de la música para encontrar orden en el caos. Elena García, con su voz y su habilidad para tejer emociones crudas en melodías luminosas, entrega un álbum que es tan conmovedor como prometedor. No es perfecto (su eclecticismo a veces sacrifica cohesión, y algunas letras podrían beneficiarse de mayor precisión), pero sus imperfecciones son parte de su encanto.

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