mayo 15, 2025

«El Bosque» de Merino, un diario sonoro de crecimiento

Merino, el dúo madrileño formado por Sandra Merino y Álex Gallego, ha construido su carrera sobre la premisa de que las emociones más crudas pueden transformarse en himnos pop que abrazan y sacuden al mismo tiempo. Con «El Bosque«, su tercer álbum, logran su obra más ambiciosa y personal, un viaje narrativo de diez canciones que recorre la biografía de Sandra desde la infancia hasta la edad adulta. Producido por Santos & Fluren, este disco es un tapiz de introspección y analogías naturales, donde cada tema, titulado con un año específico (‘La Niña [2000]‘, ‘El Laberinto [2012]‘, ‘Un Clásico [2022]‘), actúa como una página del diario de una protagonista que crece, sufre y encuentra refugio. «El Bosque» no es solo un álbum; es un ecosistema emocional que invita a perderse en sus senderos, con melodías que brillan como rayos de sol atravesando un dosel y letras que cortan como espinas. Tras el éxito de «Himnos de Guerra«, Merino entrega un trabajo que consolida su lugar como una de las voces más auténticas del pop español.

El álbum abre con ‘La Niña [2000]‘, una carta de amor a la niña interior de Sandra, donde su voz, cálida y quebradiza, flota sobre un arpegio de guitarra que crece hasta un estribillo expansivo. «Quiero ser el adulto que necesitaste«, canta, y la sinceridad de la confesión es tan palpable que duele. La producción de Santos & Fluren envuelve la canción en una atmósfera dream pop que recuerda a los momentos más etéreos de The Pains of Being Pure at Heart, pero con un anclaje emocional que es puro Merino. En contraste, ‘El Árbol [2007]‘ sumerge al oyente en un territorio más oscuro, con riffs rockeros que rugen como un incendio forestal y una batería que golpea como un corazón en pánico. Es una canción que enfrenta el trauma con una crudeza que evoca el ‘Autoterapia‘ de Izal, pero con una intimidad que lo hace único. ‘El Laberinto [2012]‘ devuelve la luz, un himno pop vibrante sobre el caos del amor adolescente, con un estribillo tan pegajoso que podrías tararearlo en sueños.

El estilo musical de «El Bosque» es una evolución del pop emocional que Merino perfeccionó en Himnos de Guerra, pero con una paleta más amplia que incorpora rock, folk y toques electrónicos. ‘La Brújula [2018]‘ es un punto álgido, con un estribillo épico que combina la grandiosidad de Coldplay con la vulnerabilidad de La Oreja de Van Gogh. ‘Un Clásico [2022]‘ reivindica el pop español de los 2000, con un guiño melódico a Amaral y una nostalgia que se siente como hojear un álbum de fotos. ‘La Vida [2020]‘, inspirada en el confinamiento, introduce un pulso electrónico que recuerda a «El Madrileño» de C. Tangana, pero sin perder la calidez acústica que define al dúo. La versatilidad de Merino brilla en su capacidad para navegar estos estilos sin sacrificar su identidad: cada canción, sin importar su tono, lleva el sello de su honestidad emocional.

Las letras son el alma de «El Bosque«, y aquí Sandra Merino escribe con una precisión que desarma. Cada canción es una instantánea de un momento vital, desde la inocencia rota de ‘La Niña [2000]‘” hasta la aceptación serena de ‘El Bosque [2025]’. ‘La Habitación de Enfrente [2010]‘ es devastadora, una elegía sobre el duelo que corta con versos como: «Te busco en la sombra, pero el eco no responde«. En ‘El Laberinto [2012]‘, el humor y la ternura se entrelazan: «El amor era un idioma extranjero / Y yo sin diccionario«. La cronología de los títulos añade una capa narrativa que hace que el álbum se sienta como una novela, con una protagonista que crece ante nuestros oídos. Sin embargo, algunas canciones, como ‘Los 30 [2023]‘, pueden sentirse menos incisivas líricamente, repitiendo temas de madurez sin la misma chispa poética de otros cortes.

La producción de Santos & Fluren es un triunfo de equilibrio, dando a cada canción el espacio para respirar mientras mantiene una cohesión narrativa. Grabado con un enfoque que respeta la intimidad de las letras, el álbum suena vivo, con detalles como el crujido de una guitarra acústica en ‘El Escondite [2015]‘ o los coros etéreos en ‘El Bosque [2025]‘ que añaden profundidad sin abrumar. La mezcla es impecable, con la voz de Sandra siempre en el centro, como un faro en la tormenta. Sin embargo, esta pulcritud puede ser un arma de doble filo: en momentos como ‘La Vida [2020]‘, la producción se siente tan controlada que resta algo de la urgencia emocional que la canción pide.

Las influencias de Merino son un diálogo con el pop español de los 2000 y el indie emocional de bandas como Izal o Vetusta Morla. El significado de «El Bosque» está en su retrato del crecimiento como un viaje hacia un refugio emocional. El bosque del título no es solo un lugar físico, sino un estado mental: un espacio seguro donde la protagonista, y por extensión el oyente, puede ser suficiente tal como es. El álbum transita de las sombras de la infancia y el duelo hacia la luz de la aceptación, con una narrativa que resuena universalmente. La atmósfera es como caminar por un sendero cubierto de hojas, con el crujir de las ramas bajo los pies y el susurro del viento llevando ecos de recuerdos. Provoca una mezcla de melancolía y esperanza, como encontrar una cabaña en el bosque tras una larga caminata.

Los puntos fuertes de «El Bosque» son su cohesión narrativa, la voz magnética de Sandra y una producción que eleva cada canción sin eclipsarla. Sus debilidades están en algunos momentos líricos menos memorables y en una recta final que, aunque poderosa, no siempre iguala el impacto de los primeros cortes. Comparado con «The Tortured Poets Department» de Taylor Swift, «El Bosque» es menos ambicioso en escala pero más íntimo, con una narrativa más estructurada, es más melódico pero igual de introspectivo, con una calidez que invita a quedarse.

«El Bosque» es un disco para escuchar en una tarde de lluvia o en un viaje en coche al atardecer. Merino ha creado una obra que no solo captura su esencia, sino que ofrece un refugio para cualquiera que haya buscado su lugar en el mundo. Es un testimonio de que el pop, cuando se hace con verdad, puede ser tan profundo como cualquier poema.

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