Ana Fernández-Villaverde, la mujer detrás de La Bien Querida, ha pasado quince años construyendo un universo donde el amor, el desamor y las pequeñas epifanías de la vida cotidiana se transforman en canciones que duelen y reconfortan al mismo tiempo. Con «LBQ«, su octavo álbum, Fernández-Villaverde no solo corona esa trayectoria; la redefine, destilando su esencia en un disco que lleva su nombre artístico como un manifiesto de autenticidad. Producido con la maestría de David Rodríguez, «LBQ« es una joya indie pop que brilla con una luminosidad cruda, despojada de los experimentos electrónicos y latinos de discos como «Brujería» o «Paprika«, para abrazar una simplicidad que corta como un cuchillo. Este es el trabajo de una artista en estado de gracia, tejiendo canciones que son tan universales como profundamente personales, un testimonio de su habilidad para convertir lo cotidiano en eterno.
Desde el primer acorde de ‘Ni bien ni mal‘, «LBQ« te envuelve como una brisa de verano que huele a melancolía y posibilidad. «He salido a caminar durante horas / hablo poco últimamente con la gente‘, canta La Bien Querido, su voz flotando sobre un arpegio de guitarra que parece danzar en la cuerda floja entre la tristeza y la esperanza. El ritmo, bailable pero contenido, recuerda a los días más soleados de «Romancero«, pero con una madurez que solo los años pueden forjar. Es una canción que captura esos momentos de limbo emocional (ni bien, ni mal, solo estás), y lo hace con una ligereza que esconde un peso inmenso. Una de las canciones que más nos han llamado la atención en nuestra redacción ha sido ‘S.O.S‘, un himno de despecho atravesado por un humor afilado: «Cuando estés solo y estés viejo / te prepararía sandwichitos«, canta con una mezcla de ternura y veneno que es puro Fernández-Villaverde. El estribillo, con su gancho infeccioso, es de los que se pegan al alma y no te sueltan.
El estilo musical de «LBQ« es un retorno a las raíces indie pop de La Bien Querida, pero pulido hasta alcanzar una perfección casi artesanal. Las guitarras, cálidas y reverberantes, evocan el brillo melódico de The Sundays o el desaliño encantador de Los Planetas, mientras los teclados de Rodríguez añaden un toque de elegancia que nunca abruma. ‘“Podría haber sido‘ es un punto álgido, con un riff que podría haber sido escrito por Johnny Marr y un estribillo que explota como fuegos artificiales en un cielo despejado. ‘Noche de bodas‘, por otro lado, coquetea con una sensualidad contenida, su ritmo pausado y su atmósfera nocturna recordando a los momentos más íntimos de Cat Power. Este es un disco que vive en los detalles: el crujido de una cuerda, el eco de un coro, el espacio que Rodríguez deja para que la voz de La Bien Querida sea el faro que guía cada canción.
Las letras son el alma de «LBQ«, y aquí Fernández-Villaverde escribe con una precisión que desarma. Su pluma siempre ha tenido la habilidad de transformar lo cotidiano en poesía, pero en este álbum alcanza un nuevo nivel de intimidad y mordacidad. «No sé amar ni odiar tampoco en mi vida inconsecuente / amo a veces como una loca, y odio de un modo indolente«, confiesa en ‘Noche de bodas‘, capturando la fugacidad de las emociones con una honestidad que duele. ‘Una estrella‘, dedicada a su hija, es el corazón emocional del disco, una balada que brilla con una ternura que no existía en «Romancero» pero que se siente como una extensión natural de la vulnerabilidad que siempre ha definido a La Bien Querida. Sin embargo, la ‘mala leche’ que Fernández-Villaverde mencionó en entrevistas previas está presente en cortes como ‘S.O.S‘ y ‘Podría haber sido‘, donde el despecho se convierte en un arma lírica afilada con humor y dignidad.
La producción de David Rodríguez es una clase magistral de contención y elegancia. Grabado con una sensibilidad que respeta la esencia indie de La Bien Querida, el álbum suena vivo, como si las canciones estuvieran respirando en tiempo real. Cada instrumento tiene su lugar: las guitarras tintinean como cristales, los bajos pulsan con una calidez analógica, y los coros (a veces aportados por la propia Fernández-Villaverde) añaden una capa de intimidad que hace que el disco se sienta como una conversación privada. La única crítica podría ser que esta pulcritud a veces suaviza el filo emocional de canciones como ‘Bar Dixie‘, que podrían haber ganado con un poco más de crudeza lo-fi para reflejar su desaliño lírico.
Las influencias de «LBQ« son un diálogo con el indie pop de los 90 y la chanson francesa, con ecos de Stereolab en la sofisticación melódica de ‘Estrella fugaz‘ y de Françoise Hardy en la delicadeza de “Una estrella”. Comparado con Something to Remember Me By de Weyes Blood, «LBQ« es menos orquestal pero igual de evocador, con una narrativa más centrada en lo cotidiano. Y si bien comparte con Los Planetas una pasión por el pop español, La Bien Querida es más introspectiva, menos preocupada por la mitología rockera. Donde «LBQ« se distingue es en su rechazo a las concesiones comerciales, una postura que conecta con toda la carrera de La Bien Queridoa, desde su debut hasta sus colaboraciones con Vitalic o Carolina Durante.
«LBQ« es una celebración de la autenticidad. Es un disco sobre el amor (su llegada, su partida, su ausencia) pero también sobre la vida misma: los días grises, las pequeñas victorias, las heridas que no cierran pero que aprendes a llevar. Es el cierre de un círculo que comenzó con «Romancero«, pero también un nuevo comienzo, un testimonio de una artista que ha crecido sin perder su esencia. La atmósfera es como un atardecer en una playa del Cantábrico: melancólico, luminoso, con el rumor del mar recordándote que todo pasa pero algo queda. Provoca una mezcla de nostalgia y alivio, como encontrar una carta antigua y darte cuenta de que aún puedes escribir la respuesta.
Los puntos fuertes de «LBQ« son su cohesión emocional, la puntería lírica de La Bien Querida y una producción que eleva cada canción sin eclipsarla. Sus debilidades son mínimas: algunas pistas, como ‘Estrella fugaz‘, podrían haber explorado más riesgos sonoros para evitar sentirse demasiado cómodas.
«LBQ« es un disco para escuchar con el corazón abierto, en una tarde tranquila o en una noche de insomnio. La Bien Querida ha entregado no solo su mejor trabajo, sino uno de los discos más bellos del indie español en años. Es un recordatorio de que, en un mundo de prisas y postureo, la autenticidad sigue siendo el mayor acto de rebeldía.