Pocas bandas consiguen trascender hasta el punto de convertirse en un símbolo generacional, y Pearl Jam es, sin duda, una de ellas. La segunda noche en el Palau Sant Jordi demostró que, tras más de treinta años de carrera, la banda de Seattle sigue siendo una fuerza imparable en el escenario. Con una puesta en escena limpia y elegante, Pearl Jam ofreció un espectáculo que será recordado por los más de 15.000 asistentes que llenaron el recinto.
La velada comenzó con una sorpresa para los fanáticos más acérrimos: ‘Oceans’, un tema de su álbum debut «Ten», arrancó la primera ovación del público, ávido de revisitar los clásicos que definieron una era. La elección del repertorio fue un pequeño premio para aquellos que decidieron acercarse un lunes al Palau, sabiendo que con Pearl Jam no hay dos conciertos iguales. La inclusión de ‘Off He Goes’ y otros temas menos habituales en sus setlists hizo las delicias de los presentes, quienes se entregaron por completo desde el primer acorde.
“Mi español no es muy bueno pero lo que sé hacer es patearos el culo”, dijo Eddie Vedder con una sonrisa, desatando la euforia del público. Su conexión con la audiencia fue inquebrantable a lo largo de toda la noche. Vedder, con su característico carisma y energía, supo cómo mantener al público en el punto justo entre la nostalgia y la emoción del presente.
El repertorio de la noche fue un recorrido por todas las eras de Pearl Jam, desde los himnos generacionales como ‘Even Flow’ y ‘Black’, hasta temas de su más reciente álbum «Dark Matter» (2023). La banda demostró que no necesita grandes artificios para conquistar el escenario; su fuerza reside en la música y en la conexión emocional que establecen con su audiencia. Los visuales psicodélicos de la Sagrada Familia y un emotivo “we love you Barcelona” casi al final del set fueron pequeños guiños que hicieron sentir a los asistentes parte de algo especial.
Momentos como el solo de guitarra de Mike McCready en ‘Even Flow’ o la interpretación de ‘Smile’ y ‘State of Love And Trust’, lograron elevar la energía del público a niveles estratosféricos. La noche culminó con un apoteósico cierre que incluyó ‘Alive’ y un cover de ‘Rockin’ in the Free World’ de Neil Young, antes de invitar a un fan al escenario para tocar ‘Yellow Ledbetter’. Estos gestos, cargados de autenticidad, son los que mantienen viva la llama entre Pearl Jam y su legión de seguidores.
La interacción de Vedder con el público fue constante y entrañable. En varios momentos, el vocalista se dirigió al público en un esforzado español, confesando las dificultades recientes de la banda y agradeciendo el apoyo incondicional de sus fans. Este tipo de cercanía y sinceridad es lo que hace que Pearl Jam no solo sea una banda legendaria, sino una que sigue siendo relevante y querida por nuevas y viejas generaciones.
No todo fue perfecto, claro está. La polémica en torno al precio de las entradas estuvo presente, pero los verdaderos fans de Pearl Jam saben que la experiencia de verlos en vivo vale cada céntimo. La magia que se vivió en el Palau Sant Jordi es prueba de ello. En tiempos donde muchas bandas optan por resurgir de sus cenizas, Pearl Jam se mantiene firme, sin necesidad de reinventarse porque nunca han dejado de estar presentes.
El lunes fue una celebración de la música, de la trayectoria de una banda que ha sabido mantenerse vigente y de un público que, a pesar del tiempo, sigue cantando cada letra como si fuera la primera vez.