Sincerémonos: qué preferimos, ¿un disco que nos proporcione guías para vivir, actuar, pensar y sentir mejor, y que, por tanto, nos haga entender lo mal que hacemos las cosas; o, por el contrario, uno que empatice con nuestra desastrosa existencia y nos ilumine en el hastío? Si eres de los segundos, «La Llama«, de Will Spector y Los Fatus, será tu nuevo álbum favorito.
La carrera de Will Spector y Los Fatus se desarrolla antípodas del buenismo, de lo políticamente correcto y este tercer LP no iba a cambiar esa tendencia tan enraizada en la banda. Un trabajo que no pretende dar lecciones, sino acompañar en la derrota. Celebrando el fracaso, aceptando la miseria existencial y abrazando la tragedia con alegría y ganas de bailar, abanderan el orgullo del perdedor sin caer en la autocompasión.
En cualquier caso, no hay que confundir derrota con derrotismo. Lo primero constata un hecho del pasado y/o del presente, lo segundo es una actitud que denota rendición frente al futuro: la pérdida de toda esperanza. Al contrario, tirando de escapismo, optimismo cáustico, humor negro y una instrumentación que aúna synth-rock, psicodelia de inspiración 60s, dark disco, garage, new wave… entregan un compendio de grandes canciones para sentirte arriba en tus momentos más bajos.
«La Llama» podría ser la guía de la huida perfecta: de una relación ya agotada, de tentaciones e ilusiones infructuosas, de sueños que ya han caducado y, en general, de una realidad presente, pasada o futura que simplemente ya no nos interesa donde se alaban las bondades del autoengaño como bálsamo para seguir adelante. Un disco que arremete contra los medios de manipulación masiva y el nuevo mesianismo buenista, tan intolerante como cualquier otro extremo.
Los nuevos tiempos nos han atropellado a todos, pero nada hay más revolucionario que negarse a caer en el falso optimismo del “todo irá bien” o del “de esta saldremos mejores”. Así pues, Will Spector y Los Fatus, cual modernos Prometeos, empuñan «La Llama» para iluminar el páramo desolador sobre el que festejar hasta morir bailando.