The Secret Society es uno de esos grupos que rara vez encontraréis en los carteles de los festivales veraniegos, que posiblemente no suene a la gran mayoría del público, es más, creo justo incluirme en ese grupo. Justo es decir que llegué a la banda tras asistir a una “discusión” entre Pepo Márquez, voz de The Secret Society, y otro músico a través de redes sociales.
Más que recomendados por mi entorno decidí entonces explorar más la carrera de ese músico que defendía con tal vehemencia su opinión, una opinión que además estaba en contra de la inmensa mayoría. Así llegué yo a The Secret Society. En ese momento sucedió algo realmente especial: sus temas comenzaron a acariciarme, a veces como esas caricias que te dan desde el otro lado de la cama, en ocasiones convirtiéndose en inesperados bofetones.
Ahora The Secret Society se encuentran inmersos en una mini gira de cinco concierto durante este mes de junior que arrancaba el pasado día 1 en La Faena II de Madrid ciudad que también servirá como fin de gira este próximo día de 26 de junio en El Sol. Cinco oportunidades únicas de disfrutar en directo de una de esas bandas que han decidido caminar al margen de modas, de la industria y puede que del bien y el mal. Para saber conocer más su discurso hemos tenido el inmenso placer de charlar con Pepo Márquez.
Pregunta – Hablar de The Secret Society es hablar de una banda ya mítica dentro del panorama más underground del Estado. Habéis pasado por distintas etapas llegando incluso a plantear el final del proyecto pero aquí estamos, han pasado más de 15 años de aquel “January EP”, ¿en qué momento se encuentra ahora mismo The Secret Society?
Respuesta – Puede sonar a tópico, pero hoy, mientras escribo esto, sé que The Secret Society está en su mejor momento. Hemos conseguido ser una banda sólida, compuesta por cinco personalidades muy diferentes unidas por la amistad y la admiración. No hay músicos contratados en The Secret Society, sino cinco visiones de una misma cosa y cada cual aporta en la medida que desea. Es verdad que el peso de las letras y de ejercer de portavoz siempre recae en mí, pero lo primero es inevitable y lo segundo necesario.
Respecto a nuestra trayectoria: nunca planteé The Secret Society como la única manera posible de ganarme la vida, de modo que la trayectoria de la banda siempre ha ido unida a mi estado de ánimo y a mi nivel de actividad. Es decir: cuando pensaba que no tenía mucho que aportar o cuando atravesaba momentos de duda, daba un paso a un lado y esperaba. Y cuando el trabajo hacía imposible los conciertos o componer canciones para un disco, también esperaba. Es verdad que llegué a anunciar la disolución de la banda una vez en abril de 2013, y en ese momento sentía que era lo que tenía que hacer, pero a veces la vida quiere otra cosa y quiso que en 2015 The Secret Society volviéramos de otra manera, para vivir la mejor parte. Nos habríamos quedado sin esto.
P. – “Hacemos Ruidos Raros al Rompernos” veía la luz en 2017, han pasado casi dos años desde ese momento y muchas cosas han cambiado ¿Siguen vigentes sus temas, sigues encontrándote reflejado en ellos?
R. – Estoy convencido de que siguen vigentes, porque lo que escribo no está basado ni en la moda ni en la frivolidad ni en la banalidad. Cuando tú construyes un discurso tratando de plasmar únicamente las cosas más importantes que sientes, es muy difícil que ese discurso quede antiguo. Por supuesto que sigo escribiendo, que surgen nuevas aproximaciones, nuevos ángulos para mirar un mismo hecho, pero escribir sobre la realidad, sobre el amor o sobre crecer, son temas universales que admiten múltiples formas, pero no múltiples fondos.
P. – Sin abandonar el disco, sabemos (así lo has contado en otras ocasiones y ha salido publicado en prensa) que su edición fue una apuesta arriesgada y un acto de perseverancia. Leyendo algunas entrevistas de aquel momento me he encontrado con una idea que ha llamado mucho mi atención: comentabas con Everlong Magazine que no creías en el crowdfunding, una práctica muy habitual ahora mismo que personalmente no acabo de ver del todo clara (creo que el artista pierde propiedad sobre su arte y la deposita en los mecenas) ¿por qué no optar por esta vía, está claro que con vuestra legión de seguidores hubiese sido una manera efectiva y rápida de conseguir capital?
R. – Cuando Sonido Muchacho desapareció de la ecuación sin decir nada ni dejar rastro, me sentí traicionado. Fue Luís el que se acercó a mí, diciendo lo importante que era para él «Peores cosas pasan en el mar«, y que quería sacar el siguiente disco. Fueron meses de reuniones, de quedar a comer, de enseñarle canciones, de enviarle ideas para las portadas. Y un día deja de escribir, no contesta a las llamadas y no contesta a mensajes de whatsapp. ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo debía actuar? Al final se apoderó de mí cierta sensación de fracaso y no tenía ilusión ni por escuchar lo que habíamos grabado.
Pasado un tiempo, cuando se despejó un poco la nube gris, empecé a plantearme cómo hacer llegar a nuestro público (pequeño en número, pero nuestro al fin y al cabo) esas canciones y, sinceramente, tenerlas únicamente en plataformas digitales no era una opción demasiado atractiva para mí.
El siguiente paso era conseguir el dinero para la edición. Estaba convencido de sacarlo en Suena Fuerte, mi pequeña marca para hacer cosas (desde montar conciertos a representar a artistas), pero nunca me planteé el crowdfunding por dos motivos: 1. Entiendo que mi música no es un bien necesario que necesita financiación de cualquier manera, sino un producto cultural/artístico que quiero ofrecer a quien lo quiera consumir, de modo que (y aquí el motivo 2) no creo que sea justo responsabilizar a tu público de la existencia o no de tu obra. No comparto esa visión, porque es casi como un chantaje emocional: “si no me apoyas, este disco nunca verá la luz”. No podemos llegar hasta ahí. Este disco verá la luz, y luego trataré de hacer que te intereses por él. Es mi manera de verlo y respeto que otra gente lo vea justo al revés. Al final de lo que se trata es de estar cómodo con todas las decisiones de este proceso.
P. – Como decía en la presentación de esta entrevista los vuestros temas se mueven en un espectro que abarca desde una sutil caricia a un cruel bofetón, temas en los que el fondo tiene tanta o más importancia que la forma ¿Cómo es el proceso creativo de la banda?
R. – El principal compositor de The Secret Society soy yo. Nadie más interviene en las letras, ni tan siquiera para hacer sugerencias. Los otros cuatro del grupo confían ciegamente en mi manera de escribir y yo mismo sé que tengo una manera poderosa de escribir. Hay letras que tardan años en completarse y nadie más está presente en todo el proceso. En cuanto a la música, las ideas nacen también de mí, pero luego las canciones se arreglan entre todos y ahí el proceso es más colaborativo o participativo, como quieras llamarlo. Nunca imagino mis discos como diez o doce canciones de un solo estilo, sino que me imagino canciones completamente diferentes entre sí, como el carrete de fotos de unas mismas vacaciones pero donde fotografías diez lugares diferentes. Todavía hay muchas canciones que no he hecho y me gustaría hacer.
P. – Ahora mismo mientras preparaba la entrevista ha pasado mi madre por casa y me ha preguntado qué estaba haciendo, la he puesto en situación y me ha preguntado qué hace The Secret Society, la verdad es que no he tenido demasiado claro que responderle, así que he decidido ponerle un café y “Hacemos Ruidos Raros al Rompernos”. Tras escuchar el disco me ha dicho que sonáis diferentes pero que su sensación final ha sido de tristeza.
R. – Sí, bueno, no somos el grupo más alegre de la escena. La reflexión siempre te lleva a conclusiones amargas. Hay muy pocas cosas que celebrar hoy en día, más allá de estar vivo, estar con mi hija Aurora y con Vicky, estar con mis amigos y ver cómo todavía no falta ningún miembro clave de mi familia. El resto de cosas que me interesan es tan mejorable que centrarte solo en la parte positiva de las cosas para reflejarlas en una canción es un acto o de cobardía o de frivolidad. Y no me interesa. Me interesa llegar a conclusiones que, aunque sean amargas o tristes como dice tu madre, nos ayuden a avanzar.
P. – Aunque estamos inmersos en The Secret Society no podemos olvidar que tu figura artística está compuesta por más caras (M A J E S T A D, Buena Esperanza, Grande-Marlaska…), hace poco te escucha decir que pensabas que tu etapa como músico de directo estaba llegando a su fin ¿Cómo te ves dentro de, por ejemplo, 5 años?
R. – El hecho de no vivir de The Secret Society hace que la banda no sea mi prioridad número uno, aunque sea de vital importancia para mí. Por eso no sé dónde estaré dentro de 5 años. Supongo que con uno o dos discos más en nuestra discografía, con algunos conciertos más en nuestra lista de conciertos y con la misma obsesión por escribir canciones que superen el test de los estilos y del tiempo. Nunca quise tener un grupo de moda. Muy al contrario, mi única aspiración era tener una banda con la que ir a tocar a cualquier sitio del mundo sin tener que agachar la cabeza ni pedir perdón o permiso. Y eso lo he conseguido de sobra. Cuando vamos a tocar por ahí, sé que nos hemos ganado el respeto de la gente y me da igual si compran mis discos o no, eso es totalmente secundario.
P. – Además de músico has sido director de comunicación en festivales, road manager, locutor radiofónico, compositor… ¿es posible vivir en España de la música?
R. – En España es posible vivir hasta sin trabajar (mira Santi Abascal de VOX, por ejemplo, o Pablo Casado del PP). En España es posible todo: defraudar millones a Hacienda, pegarse la vida padre con tarjetas black o ser el portavoz de la extrema derecha en el Parlamento Andaluz y decir, después de hacerse pública la sentencia de La Manada, que “la única relación segura entre un hombre y una mujer será la prostitución”. Esto lo ha dicho un tipo que es juez. Es decir: en España se puede vivir de la música, por supuesto. Se puede vivir siendo un grupo que entre dentro de un determinado circuito de patrocinios, agencias, bookers, festivales o entrevistas, mientras no moleste. Se puede ser un grupo con un éxito descomunal como Vetusta Morla e imponer tus propias reglas y eso es admirable. Se puede ser una artista como Rosalía, con una visión única de la música y triunfar como la Coca Cola. Y se pueden tener trabajos dentro de la industria de la música que resulten interesantes y que te permitan vivir con dignidad, claro que sí.
Por cierto, de todos los trabajos que has enumerado, sólo uno implicó un sueldo (adivina cuál). El resto supusieron ninguna remuneración o incluso pérdidas para mi bolsillo. Quizás esté ahí el problema.
P. – Comentaba antes que yo, a pesar de las recomendaciones de mi entorno, llegué a The Secret Society a través de las redes sociales. Lejos de convertirlas en un canal promocional tú te posicionas, opinas y no tiemblas a la hora de hablar de otros proyectos u opinar de un tema por muy polémico que sea ¿Has pensado alguna vez eso de “para qué habré escrito eso”?
R. – Arrepentirse de los errores es algo necesario, porque implica un proceso de reflexión, aceptación y aprendizaje. Muchas veces me he arrepentido y muchas más lo haré. Yo tengo opiniones más o menos formadas de muchas cosas, pero no son opiniones tozudas, sino que se moldean con el tiempo y creo que es una virtud a perseguir cambiar de opinión cuando cambian las circunstancias. Algunas cosas no cambian y tampoco mi posición, pero todo esto es un mecanismo en movimiento y tenemos que saber cómo descifrarlo.
Con respecto a utilizar las redes sociales como un escaparate para vender tu marca, hay muchas maneras de hacerlo: puedes dedicarte a contar el increíble ser humano que eres o puedes hablar de forma clara y real de las cosas que te gustan, te molestan, te duelen, te alegran. Cada uno elige a qué equipo pertenecer, pero es evidente que lo primero es ridículo.
Desde Hipsterian Circus no podemos hacer otra cosa más que recomendar a una banda honesta y coherente, encima del escenario y cuando se bajan del mismo, una banda en la que cada uno de sus conciertos termina convirtiéndose en un momento único e irrepetible como será el del próximo miércoles 26 de junio en El Sol de Madrid.