Tras una breve incursión en el Primavera Sound el pasado lunes viendo en la Apolo a Ganges, unos Broods españoles de descafeinados para abajo, nos propusimos primera fila permanente en el escenario Seat para este jueves. Y lo conseguimos. No sin pagar, no obstante, un precio bastante alto en el primer plato: Hinds. «Esperpéntico» se queda corto para describir lo que presenciamos. Seguimos sin entender cómo han llegado tan alto (o tan bajo, depende de cómo se mire). Lo que sí sabemos es que, como decía el recientemente malogrado fiscal Maza, más dura será la caída. Un ejemplo de ella, las líneas que siguen: inicios desincronizados, berridos sin sentido, un cierto punto de gracia en algun cuadro coreográfico pero para de contar, chistes (?!) con referencias a eventos sexuales de lo más común en festivales (o eso dijeron), toses de consecuencia lógica ante tanto griterío, modelito «no enseño teta pero casi pero me ocupo de que se vea al pegar un brinco bajando del escenario al final de mi llamémoslo actuación», letras indescifrables (¿o cantaban en cánon?), tenemos una baterista pero quién se acuerda de ella… Y podríamos seguir, pero tampoco hace falta.
De justicia poética fue la actuación de Warpaint en el mismo escenario una hora más tarde. Una lección magistral en toda regla de cómo rozar la disonancia con estilo – gritos vocales modalizados incluidos, de cómo moverse en el escenario, de cómo comentar la jugada creando una reacción sincera en el público, de cómo con tu sola presencia – coordinada en el vestir – hacer que tus seguidores no puedan dejar de sonreír y bailar, de atreverte con una lenta en un festival como es el Primavera Sound (a pesar de creer que no es lo más adecuado) y simplemente triunfar. Esas son Warpaint.
Lo de Björk fue agridulce. Tras una de sus ya habituales máscaras y con un escenario sorprendentemente elaborado al tratarse de un festival, la islandesa se valió de 7 flautistas que hacían a la vez la función de ninfa bailarina, una arpista y dos percusionistas para presentar su «Utopía«. Un espectáculo en el que se fusionaba naturaleza y una tecnología audiovisual de un atractivo supremo.
En esa tarde de «gritos», los de Björk fueron los inconfundibles, perfectamente fusionados con toda su imaginería. Solo nos regaló dos temas antiguos, ‘Isobel’ y ‘Human Behaviour’, y nos robó 15 minutos de espectáculo (si nos fiamos del horario oficial). Björk nos tiene acostumbrados a espectáculos propios con una línea temática y desarrollo definidos que nunca defraudan ni por su concepto ni su ejecución. No podíamos esperar menos, pero quizás un poquito más no hubiera ido mal.