La noche en la que rock, psicodelia y flamenco entraron en comunión tuvo lugar el pasado viernes en el Velvet Club de Málaga. Los artífices no fueron otros que Quentín Gas & Los Zíngaros, el conjunto sevillano cuya música es descrita como “si Camarón hubiese grabado un disco con Tame Impala entre Sevilla y Londres”.
Y os voy a decir una cosa, al acabar el concierto no les pude dar más la razón. Lo que uno encuentra en su “Caravana”, su álbum debut publicado a principios de año, es el equilibrio, la puesta en común de dos identidades: el rock y las raíces flamencas de Quintín Vargas, convertido para la ocasión en Quentín Gas. Y aunque en vivo se le dio más predominio a la vertiente rockera de la música, la actitud del propio vocalista denotaba esas raíces que marcan su música. Ejemplo de esto fue la interpretación de ‘Desierto Rosso’, donde al interpretar la parte de Niño de Elche, apretaba los puños y se dejaba el alma en un cante que se tornaba apoteósico.
Toda esta montaña rusa de sensaciones dio comienzo cerca de la medianoche. Respaldados por un buen grueso de público, Quentín Gas & Los Zíngaros se hicieron con el escenario de la sala para llenarlo inmediatamente de una nebulosa sonora de guitarra, sintes y ruidos. Estos elementos dispares terminaron por eclosionar en un desarrollo instrumental donde uno podía percibir los primeros tintes de psicodelia de la noche que iban de la mano de progresiones rockeras que me hicieron pensar incluso en los White Stripes.
Pero toda reflexión de este tipo se desvaneció en el momento en el que interpretaron sus temas más icónicos y potentes. ‘Caravana’ abría uno de los momentos más álgidos de la noche despertando la euforia de los asistentes que se movían al ritmo del potente bajo y la guitarra de Quentín que describía un acertado riff que te invadía sin piedad.
Tuvieron tiempo de suplir las peticiones de esos asistentes que allí se encontraban, de ahí que interpretaran ‘Luna de Oriente’ dedicada a una chica entre el público, la cual lo dio todo con este tema. Se sucedieron ‘Persia’ o la explosiva ‘Romance’, todas ellas destilando energía y con un Quentín cuya voz viajaba en un plano distinto al someterse a capas de reverb y ecos profiriendo un toque onírico a la noche.
La guitarra cargada de feedback y demás modulaciones con las que jugaba el vocalista iban creciendo y mutando para llevarnos a la recta final de la noche. Si bien tuvo que ser algo más corta (y nos quedamos sin una versión que traían preparada de King Crimson), se disfrutó de este momento al máximo. Llegó ‘Mala Puñalá’, llegaron los increíbles (pero ciertos) pogos entre el público y llegó la locura y el baile orquestados por un Quentín que dejó de lado la guitarra hacia el final para dejarse llevar por la melodía que había creado a base de loops vocales grabados en vivo sustentados por una batería impertérrita, bajo y teclados de baile. Desde luego, se alzó como el momento más álgido de la noche dejando al público sin aliento. Por último, para devolver la calma a la sala, todo el grupo se bajó a la pista para interpretar una rendición en acústico de ‘Caravana’ y, haciendo gala de ese verso que dice “ya se van los gitanos por los caminos”, abandonaron la sala con calma ante la atónita mirada de los allí presentes que esperan desde ya una inminente vuelta de este cuarteto a la ciudad de Málaga.