La psicodelia está de moda. Muchos grupos lo incluyen en sus composiciones, pero no todos son capaces de dominar este género, haciendo que llegue a sonar demasiado forzado o incluso rancio. No por meter sintetizadores, ritmos alocados, disonancias, octavaciones, progresiones y demás recursos ligados a la psicodelia se es un maestro del género.
Son grupos como Rufus T. Firefly los que pueden presumir de hacer lo que yo denominaría como una psicodelia elegante. Y en su último trabajo se han superado. Ya se intuía un gran trabajo con los adelantos que hicieron previos a la salida de “Magnolia” (2017), el último álbum de la banda de Aranjuez, pero cuando empecé a escucharlo con el equipo de audio que se merece, descubrí lo realmente brillante que es.
Abre el disco una de mis preferidas, ‘Tsukamori’, con un enérgico rasgueo distorsionado de guitarra tras una envolvente marciana para más tarde transportarnos a un colchón celestial. ¿Cómo conseguir intensidad sin utilizar distorsión? Pues acabando con un crescendo en donde todos los elementos vayan a más, ayudados por el arte inigualable de Julia Martín a la batería.
Continuamos el viaje psicodélico con ‘Río Wolf’, con un riff ledzeppelinero octavado. Que no falten los armónicos para darle el toque “heavy”, todo ello con una base bien pesada y voces dobladas. ‘Pulp Fiction’ es la siguiente, cuyo nombre proviene de la frase “Estoy a mil jodidas millas de estar bien” incluida en la canción, y que nos hace pasar de una calma inicial a un final muy cargado de elementos (sintes varios, breaks de batería, riffs de guitarra con mil efectos de modulación y juegos de escala en el bajo), acabando en una especie de “solo” de batería muy pesado. ‘Espectro’ ostenta el título de canción lenta, aunque también finaliza como la anterior, en una sobrecarga de elementos que dan paso a ‘Cisne Negro’, en la cual podemos disfrutar de unos juegos de voces que pasan de una oscuridad absoluta a un coro de fácil acompañamiento. Hacia el final nos encontramos un juego travieso entre bajo y batería que se hace muy difícil no seguir con la cabeza, todo ello acompañado con unas sencillas pero efectivas melodías de Víctor a la voz.
‘··O··‘ comienza con un sutil guiño al género hip-hop, que más tarde se transforma en una parte instrumental un poco más funky ayudada de un bajo muy juguetón, parones a la batería, sintetizadores con ligera distorsión para dar mayor fuerza, todo ello finalizando en un dominio casi absoluto de las envolventes creadas por los sintes que bien recuerdan a la sintonía de la famosa serie “Stranger Things”.
Con este tema, se nos prepara para la que yo considero obra maestra del disco: ‘Última Noche en la Tierra’. Ya nos adelantó Víctor una versión one-man-band de la misma antes de salir el disco, pero la versión de estudio es brillante. Comenzando con un beat algo distorsionado que va a un tempo ligeramente diferente del que lleva la guitarra en el comienzo, y una batería inicialmente ecualizada sólo con graves y que se abre a las frecuencias altas más adelante, es abrazada por coros sintetizados que aportan una dimensión celestial. La melodía de voz consigue llenar ese espacio que nos queda para, en las primeras escuchas, poder tararearla y no distraernos. Se trata de uno de esos temas que podríamos escuchar mil veces y cada vez descubrir elementos nuevos.
Los tres últimos cortes de Magnolia, ‘El Halcón Milenario’, ‘Nebulosa Jade’ y ‘Magnolia’ tienen esa componente freak que tanto gusta a los de Aranjuez, haciendo referencia tanto a Star Wars como a músicos míticos, como a David Bowie, John Bonham, Pink Floyd, George Harrison, y Thom Yorke.
En definitiva, composiciones muy cuidadas con ritmos enérgicos, fuzz por doquier, atmósferas envolventes, el efecto de voz doblada que tanto gusta a Víctor Cabezuelo, letras llenas de alusiones a sus gustos tanto musicales como más freaks, delays y reverberaciones que nos hacen olvidar donde estamos, y riffs que enganchan son el resumen de, a mi parecer, el mejor disco de Rufus T. Firefly hasta la fecha.
Fotografías de Ripple Snapshot