Llevo un año esperando a que la mujeres de Litchfield volviesen, la última temporada me dejó una buen sabor de boca y después de dos años impecable, era una tarea difícil que manteniese la misma calidad.
Como todas las series cuando vuelven, los primeros capítulos sirven para situarte y presentarte las diferentes historias en la que se va a centrar la temporada. Los tres primeros capítulos me parecieron lentos ya que tenían que aclarar el por qué de la vuelta de Alex Vause o que pasaba con la heroina que la malvada Vee había metido de contrabando en la temporada pasada. Pero a partir del cuarto mejora y van surgiendo los nuevos dramas de esta temporada. La única ausencia de esta temporada es la aparición del personaje Nicky Nichols (Natasha Lyonne) solo en los tres primeros capítulos, pero para suplir esa baja aparece una nueva y sexy presa llamada Stella (Ruby Rose) la cual tendrá mucho que aportar a la trama de Alex- Piper.
El hilo argumental sigue como en las dos primeras temporadas, van narrándote la vida diaria de las presas mientras introducen flashback del porque las reclusas llegaron a cometer el delito para estar en prisión. Aunque este año se introduce un personaje nuevo la Fe, curioso que en dos series que despuntan entre el público actual como es Juego de Tronos y Orange is the new black, recurran al tema de la fe para sus tramas, y en especial a la influencia de las sectas en la sociedad.
La serie no ha perdido ni un ápice de su esencia pues sigue creando el efecto de llegar a empatizar con asesinas, drogadictas, enfermas mentales y llegas a tal punto que olvidas que son presas, las cuales han cometido delitos graves. Esta serie sirve para reflexionar hasta que punto una persona se ve obligada a cometer un asesinato o traficar con drogas. Son mujeres reales que te muestran su vida en la cárcel tal cual es, sin censura y eso es por lo que le hace ser una serie tan especial.
Así que si todavía no has sucumbido al poder naranja, te recomiendo que lo hagas encarecidamente.