octubre 22, 2025

Amaia Montero vuelve a casa (sin Pablo Benegas), y los millennials ya sacan la Visa para la gira de los sueños

Dieciocho años después de que la voz que definió ‘Rosas‘ y ‘El 28‘ dijera adiós, La Oreja de Van Gogh confirma el regreso de Amaia Montero para una gira en 2026 que huele a éxitos del pasado y promesas de reconciliación. Pero con la salida de Pablo Benegas, uno de sus pilares fundacionales, este «reencuentro» llega con un asterisco: ¿será un cierre épico o el prólogo de más dramas internos? Lo que sí es seguro: miles de entradas volarán como confeti en un concierto de los 2000.

IImagínense esto: es 1996, estás en la radio sintonizando Los 40 Principales, y de repente irrumpe una balada que suena como si te hubieran robado el corazón y lo hubieran envuelto en papel de arroz. «‘El viaje‘, se llama. La voz es de una vasca de sonrisa eterna llamada Amaia Montero, y el grupo detrás, La Oreja de Van Gogh, acaba de nacer en las brumosas calles de San Sebastián herederas del Donosti Sound. Eran cinco amigos con teclados, guitarras (bastante caras) y un sueño: hacer pop que doliera bonito. Nadie imaginaba que esa fórmula (letras de desamor adolescente envueltas en melodías naif) catapultaría a LODVG a la estratósfera del pop español, vendiendo millones de discos y llenando estadios con fans que cantaban ‘Rosas‘ como si fuera su propia terapia de grupo.

Pero, ay, las bandas son como matrimonios: empiezan con luna de miel y acaban en terapia familiar. Amaia, la alma vocal de himnos como ‘Puedes contar conmigo‘ o ‘Muñeca de trapo‘, se fue en 2007, en plena cima. «La decisión más difícil de mi vida», dijo entonces, entre lágrimas y un comunicado que olía a «no preguntéis más». Rumores de tensiones creativas (especialmente con Pablo Benegas, el guitarrista fundador y co-compositor que parecía el pegamento invisible del grupo) flotaron como humo de cigarrillo en un bar de copas. Ella lanzó su carrera en solitario con discos como «2«, pero el eco de LODVG la perseguía como un ex que no borra el número. Mientras, el grupo no se hundió: ficharon a Leire Martínez, una voz de terciopelo que llegó de un casting y se quedó 17 años, pariendo éxitos como ‘Día cero‘ o ‘Verano‘. Juntos grabaron «A las cinco en el Astoria» y giraron sin parar, demostrando que LODVG era más que una cantante: era una máquina de emociones enlatadas que abrían cada noche ante aquellos que lloraron su juventud.

Avancemos el reloj a 2024. Leire anuncia su salida en un comunicado lacónico: «Diferentes maneras de vivir el grupo». Las redes estallan en teorías conspiranoicas (¿regreso de Amaia? ¿Implosión interna?) y el perfil de Instagram de la banda se queda en blanco, como un lienzo esperando el drama. Un año después, ¡zas! Este miércoles, LODVG suelta la bomba: Amaia Montero vuelve. «Una nueva etapa en nuestro camino», dicen en el comunicado oficial, con foto grupal que grita «reconciliación familiar». La gira arranca en primavera de 2026, con 20 ó 30 fechas por España y Latinoamérica, y promesas de temas nuevos compuestos por la propia Amaia. Pero aquí viene el twist digno de telenovela: Pablo Benegas, el eterno guitarrista de 49 años que fundó el grupo en 1994 junto a Xabi San Martín, Álvaro Fuentes y Haritz Garde, se despide temporalmente. «No les voy a acompañar en esta», declara él con elegancia, sin entrar en detalles. Fuentes cercanas hablan de «desavenencias» (¿lo hemos escuchado antes?), pero insisten en que la relación es «buena». La nueva formación: Amaia al frente, con Xabi (teclados), Álvaro (bajo) y Haritz (batería). Cuatro en vez de cinco. ¿Minimalismo escénico o cirugía para extirpar quistes?

La historia entre Amaia y LODVG es un culebrón pop con todos los ingredientes: gloria efímera, rupturas agridulces y un amor fanático que no se apaga. Ella, la irundarra de 49 años que empezó cantando en bares vascos, fue la chispa que encendió el fuego. Con ella, el grupo ganó un Grammy Latino por «Lo que te conté mientras te hacías la dormida» y vendió más de cuatro millones de copias mundiales en aquellos momentos en los que paseábamos por las calles con disc-man en vez de móvil. Su salida fue como si Madonna dejara a las chicas de Material Girl: dolorosa, pero inevitable. Amaia se reinventó con baladas introspectivas, lidiando con adicciones y un cáncer que la tuvo en jaque en 2019 (de ahí su resiliencia, que ahora impregna este regreso). LODVG, por su parte, mutó con Leire en una banda más madura y menos ¿moñas?, pero siempre con ese ADN de «pop para llorar en pijama». La salida de Leire el año pasado fue un portazo que dejó moretones: ella, ahora jurada en Operación Triunfo, soltó en abril que «hubiera terminado el ciclo de otra manera». Y ahora, con Amaia de vuelta, las redes hierven.

¿Y el gancho comercial? Pura dinamita nostálgica. Este anuncio no es solo música; es una máquina de vender entradas. En un mundo donde los millennials (y los cuarentones que se niegan a crecer) pagan fortunas por revivir su adolescencia (mirad el sold-out de los reunidos Oasis o el furor por el regreso de Héroes del Silencio), LODVG con Amaia es el billete de lotería ganador. Imaginen: ‘Rosas‘ sonando en el WiZink (o como se llame ahora) de Madrid, Amaia pidiendo «un poquito de silencio» antes de ‘Jueves‘, y un público de 30.000 almas cantando ‘Puedes contar conmigo‘ como si el tiempo no hubiera pasado. Las entradas, que saldrán a la venta en noviembre, ya generan revuelo en foros: «Vendo un riñón por palcos», bromea un fan en TikTok. Analistas del sector pronostican 500.000 tickets vendidos en el primer mes, con giras extendidas a México y Argentina, donde ‘La playa‘ continúa siendo un himno de karaokes. Es el poder de la nostalgia: no venden canciones nuevas (aún), venden recuerdos.

Este regreso, con su regusto agridulce por la ausencia de Benegas, podría ser el cierre perfecto para los 30 años de LODVG en 2026. O el puente a algo más. ¿Volverá Pablo después? ¿Grabará Amaia un disco completo con el grupo? ¿O será, como temen algunos, un adiós disfrazado de fiesta? Lo que sí sabemos es que La Oreja de Van Gogh nunca ha sido de finales aburridos. Mientras tanto, saquen las camisetas vintage y preparen las gargantas o las palomitas para disfrutar de la próxima entrega de este culebrón ¿Listos para el viaje? Porque este, amigos, no es solo un concierto: es una terapia colectiva con autotune.

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