Morrissey, el eterno enfant terrible del pop británico, ha dado un giro que ha dejado a sus detractores con la boca abierta. El exlíder de The Smiths, conocido por su lengua afilada y sus posturas que rozan el abismo, se ha posicionado con vehemencia contra la ultraderecha en el Reino Unido, criticando abiertamente a Reform UK y su líder Nigel Farage en un comunicado publicado en su sitio web el 8 de septiembre. “Políticamente rechacé la invitación para actuar en su conferencia; no soy far-right, y nunca lo seré”, escribió, desmarcándose de un pasado que lo vio coquetear con el partido For Britain en 2018. Este pronunciamiento, que llega tras años de controversias, no solo reaviva el debate sobre su legado, sino que invita a cuestionar si es un acto de redención o un cálculo en un mundo donde la opinión pública es un campo minado.
Morrissey, nacido en Manchester en 1959, ha sido un imán para la polémica desde los días de The Smiths, cuando sus letras ambiguas sobre identidad y pertenencia ya sembraban semillas de interpretación. Su apoyo explícito a For Britain, un partido de extrema derecha fundado por Anne Marie Waters, llegó en 2018 con una carta abierta donde lo defendía como “no racista ni fascista”, un respaldo que incluyó el uso de su insignia en actuaciones como la de The Tonight Show en 2019. Aquellas declaraciones, que lo llevaron a afirmar que “todo el mundo prefiere su propia raza”, fueron condenadas como racistas por críticos y fans, alimentando una narrativa que lo pintó como un nacionalista de manual. En 2019, en una entrevista con su sobrino, Morrissey llegó a sugerir que Nigel Farage sería “un buen primer ministro”, un comentario que encajaba en su apoyo al Brexit como “magnífico”. Estos episodios, sumados a frases como la de describir a los chinos como una “subespecie” en 2010, construyeron un retrato de un artista que coqueteaba con lo intolerable, un faro para algunos y un peligro para otros.
Sin embargo, el Morrissey de 2025 parece decidido a reescribir esa página. Su rechazo a Reform UK, un partido que ha ganado terreno con su retórica antiinmigración y que Farage lidera con promesas de “recuperar el control”, llega en un momento de auge de la ultraderecha británica, con elecciones locales que muestran un rechazo al Labour de Starmer. “Reform es un espejismo que divide, no une; su agenda no representa a nadie más que a sus propios miedos”, escribió en su comunicado, un texto que también niega cualquier alineación con la extrema derecha y atribuye las acusaciones a una “campaña de difamación de décadas”. Este posicionamiento, que incluye un llamado a la “libertad de expresión sin odio”, podría ser visto como un intento de reconciliación con su audiencia queer y progresista, que lo ha respaldado pese a todo, o como una respuesta a la presión legal que inició en marzo de 2025 contra un “troll” que lo acusaba de far-right. La verdad, como siempre con Morrissey, es esquiva: ¿es un cambio de corazón o un movimiento táctico para salvar su relevancia en un mundo que ya no tolera medias tintas?
La repercusión de este giro es inmediata y compleja. En un Reino Unido donde Reform UK ha captado el descontento post-Brexit y la inmigración es un polvorín, el rechazo de Morrissey, un icono que ha cantado sobre la identidad inglesa con ambigüedad, podría influir en sus fans, muchos de los cuales han defendido su “apoliticismo” pese a las controversias. Sin embargo, su historia de contradicciones (el apoyo a For Britain en 2018, el rechazo a UKIP en 2019, y ahora esto) deja un regusto de escepticismo. ¿Es real o solo el último capítulo de un hombre que, como dijo en 2019, “no encaja en cajas”? Su legado, desde The Smiths hasta su carrera solista, siempre ha sido un espejo de tensiones sociales, y este posicionamiento podría ser el más honesto en años, o el más conveniente. En un 2025 donde el arte y la política se entrelazan más que nunca, Morrissey nos recuerda que la polémica es su oxígeno, pero también su veneno.