noviembre 23, 2025

El guardián del «Museo de las Desilusiones» llega al Náutico

El verano gallego no sería lo mismo sin la banda sonora adecuada, y para el próximo 21 de agosto, la playa de A Barrosa en San Vicente se prepara para recibir a uno de los trovadores más singulares de la escena española: Joe Crepúsculo. El Náutico, ese enclave mítico sobre la arena, será el escenario donde Joel Iriarte, el cerebro detrás del alias, despliegue su particular universo sonoro. Ve preparando tu bañador de baile, la marea de ritmos promete ser tan refrescante como ineludible.

Crepus llega con «Museo de las Desilusiones» bajo el brazo, un álbum lanzado el pasado 24 de enero que, en sus propias palabras, es una colección de 12 canciones «para bailar llorando y llorar bailando«. Aquí, el velo de Maya se descorre para revelar una faceta más cruda y, a la vez, liberadora de su arte. La premisa es clara: las cosas malas también se bailan, los momentos perversos pueden ser danzados. Es una tesis que resuena con la filosofía que ha ido construyendo su carrera, donde la tristeza no es incompatible con la euforia de la pista.

Según el propio Joe Crepúsculo, «no se puede ocultar lo que se es porque todos llevamos algo enterrado y también puede hacerse una fiesta del desentierro de las emociones«. Esta noción de convertir el desasosiego en celebración es el corazón de «Museo de las Desilusiones«. Un disco que, lejos de anclarte en las aguas estancadas, te invita a poner raíces de aire que te enmarcan en un lugar inaudito pero mutable, porque «todo es contingente y tus mismos problemas dan igual a tus propios amigos«. Una declaración que, lejos de ser nihilista, subraya una conexión emocional a través de la comprensión compartida de la imperfección inherente a la vida. En definitiva, «Museo de las Desilusiones» donde todos somos curadores y obras de arte.

Joe Crepúsculo tiene una comprensión innata de que el bombo y el latido son lo mismo. Su música es una rave lejana y una ecografía cercana, un pulso vital que habita entre el primer bombo y el último, entre el primer latido y el final. Este último disco se percibe como el más importante hasta la fecha, el corazón de su mundo, el centro de la pista de baile de su propia biografía.

Para entender a Crepus, hay que mirar hacia atrás y seguir los hilos que lo han llevado a ser el trovador tecno que hoy nos regala su mejor disco. La génesis Casio: Si un joven Joel Iriarte no hubiese jugueteado con los coches por las bocas de las guitarras de su padre, quizás nunca le hubieran regalado aquel Casio Pt-1. Ese pequeño teclado fue el catalizador que lo desvió de la «destrucción» musical hacia la creación, forjando al artista que hoy conocemos.

El bautismo mákina: Aquellas peregrinaciones a las discotecas catalanas de mákina a los 16 años, donde la gente bailaba con navajas mariposa y cabezas rapadas, donde abrazó la danza total al tiempo que descubría el miedo, forjaron su capacidad para cantar ahora a bailar y llorar con una autenticidad visceral. La pista de baile como campo de batalla y de liberación. Su formación en filosofía no es un mero adorno; es el cimiento de su lírica. Es la razón por la que cita a Montaigne en sus letras o canta con la lucidez de quien comprende la esencia de las cosas: “La música es una estructura acariciable donde todos empezamos de cero”.

«Museo de las Desilusiones» es un disco fresco y maduro, un rico sofrito rico que bulle a ritmo de fuego alegre con temazos coreables, pero también la lluvia tímida que acompaña al salir del karaoke, invitando a la intimidad del regreso a casa. Con el talento loco de Johan Cruyff y el esplendor dorado de Carlos Berlanga, Joe Crepúsculo se consagra como el mejor letrista bailable de su generación, un artista que entiende que la pista de baile puede ser tanto un espacio de euforia desmedida como un lugar para procesar las desilusiones más profundas. El Náutico de San Vicente se prepara para una sesión de alta escuela.

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