La primera noche de PortAmérica 2025 fue un mosaico de contradicciones: momentos de euforia visceral se entrelazaron con instantes de desconexión, como si el festival mismo estuviera buscando su lugar en un 2025 donde el rock, el pop y los sonidos latinos colisionan con una urgencia casi desesperada. Desde el rugido renovado de Siloé hasta la efervescencia de CA7RIEL & Paco Amoroso, pasando por la polarización de Los Tigres del Norte y el (tropiezo) final de La La Love You, la noche fue un reflejo del caos vibrante de la música actual: un lienzo donde la autenticidad y la nostalgia luchan por el protagonismo.
Para nosotros fue Siloé quien abrió la velada con una energía que desmentía su pasado. Lejos queda aquel Fito que coqueteaba con ser un Dylan castizo, con baladas folk envueltas en melancolía. Transformado en un trío, Siloé es ahora un torbellino de rock, con riffs que recuerdan la urgencia de los primeros discos de The Strokes, pero con un dejo ibérico que ancla su sonido a esas propuestas indies estatales. Su etapa electrónica, un experimento fallido que aún resuena como un eco incómodo, fue olvidada en favor de una contundencia que llenó el aire de electricidad. Canciones como ‘Si Me Necesitas, Llámame‘ resonaron con una furia contenida, entre aquel que quiere molestar pero no se atreve a dar un paso que puede tener como respuesta un bofetón. La pregunta, que llevamos años haciéndonos, persiste: ¿es este el techo de Siloé, o pueden escalar más allá de los carteles festivaleros? Su actuación, sólida pero no mágica, sugiere que aún buscan esa chispa que los eleve de prometedores a esenciales.

Mikel Izal, en su faceta en solitario, fue el siguiente en tomar el escenario, pero su sombra sigue atrapada en el legado de Izal. Su set, un collage de temas propios y éxitos de la banda, evidenció una desconexión palpable. Los fans, aferrados a himnos como ‘Copacabana‘, vibraron con nostalgia, pero las nuevas composiciones de Izal en solitario cayeron en un desinterés incómodo. Su sonido, aún anclado en el indie pop para toda la familia de la antigua banda, carece de la audacia necesaria para despegar. Es como si Izal intentara pintar un lienzo nuevo con los colores de siempre, evocando a Vetusta Morla en su fase más introspectiva, pero sin la chispa de reinvención. NME sugería en uno de sus artículos que los artistas, pasados los 40, raramente evolucionan más allá de su núcleo creativo, y el público de PortAmérica pareció confirmar esta teoría, dejando a Izal en un limbo entre la lealtad y la indiferencia.

Los Tigres del Norte, íconos del norteño mexicano, marcaron un punto de inflexión en la noche. Para las primeras filas, adornadas con banderas tricolor, su actuación fue una catarsis: corridos como ‘La puerta negra‘ resonaron con una potencia que trasciende generaciones, evocando la narrativa cruda de Johnny Cash con un acento ranchero. Algunos soñamos con la aparición de Zach de la Rocha para compartir con los mexicanos ‘Somos más americanos‘ (cosa que evidentemente no sucedió) sin embargo, para gran parte del público, su set fue un paréntesis, un momento para recargar energías en los puestos de comida. La desconexión cultural fue evidente: mientras los devotos cantaban con fervor, el resto del recinto se diluyó en murmullos. En un festival que apuesta por la diversidad, en ser ese puente entre Europa y Latinoamérica, Los Tigres del Norte fueron un recordatorio de que no todas las propuestas pueden unificar a una audiencia fragmentada.

El clímax llegó con CA7RIEL & Paco Amoroso, el dúo argentino que ha escalado a velocidades vertiginosas hasta convertirse en un fenómeno global. Su actuación fue un torbellino de géneros (techno, funk, pop, trap) ejecutado con una precisión quirúrgica por una banda de apoyo que roba el aliento. Más que los propios CA7RIEL y Amoroso, cuya química es innegable pero no revolucionaria, son sus músicos los que elevan el espectáculo: un batería que canaliza el groove de Anderson .Paak, un teclista que salta de sintetizadores a la psicodelia con la facilidad de Tame Impala. Canciones como ‘DUMBAI‘ y ‘#Tetas‘ encendieron al público, desde pequeños festivaleros que pueden contar sus años con una mano hasta abuelos, en un mosaico humano que refleja el eclecticismo de su propuesta. No hay que CA7RIEL & Paco Amoroso tienen una increíble capacidad para fusionar estilos sin perder el norte es un faro en un 2025 donde la autenticidad es un bien escaso.

Para nosotros la noche se cerró con La La Love You quienes subieron al escenario con un pop-punk que sonaba a lata, como si Blink-182 hubiera perdido su chispa en un garaje olvidado. Su energía, aunque entusiasta, no logró sostener la atención de un público que, exhausto tras el paso de CA7RIEL & Paco Amoroso, comenzó a abandonar el recinto. Conscientes de que el viernes laboral aguardaba y con dos días más de PortAmérica por delante, nosotros también optamos por replegar velas, dejando atrás un set que no logró despegar. La La Love You, con su fórmula gastada, fueron un recordatorio de que no todos los cierres están a la altura de las expectativas.
PortAmérica 2025, en su primera noche, fue un microcosmos de la música actual: un choque de identidades, desde el rock de Siloé hasta la efervescencia latina de CA7RIEL & Paco Amoroso. Pero también expuso las fisuras de un festival que intenta abarcar demasiado. En un mundo donde la música busca su lugar entre la nostalgia y la innovación, esta velada nos dejó con una pregunta: ¿puede un festival ser todo para todos? Mientras las luces de la Azucreira de Portas quedaban atrás, el eco de las canciones seguía resonando, un murmullo que promete más en las noches venideras.